Raimundo Fitero
DE REOJO

Los ejes

El poeta que cantaba aseguraba que a quién le importa si los ejes de su carreta suenan por falta de grasa o sobrecarga, si a él le gustaba que sonaran. Un canto a la libertad individual. Un canto a los ejes. Un canto a las carretas. Hoy, en varios medios de comunicación globales y muy locales, hablan de un «eje progresista entre Argentina y México». Y me turban estos titulares por la coincidencia en la literalidad de lo expresado y porque me cuesta encontrar en los actuales dirigentes de estos dos grandes países visos de unas políticas indudablemente progresistas, a no ser que el propio concepto contenga en su mismo interior una rebaja ideológica rotunda que lo lleve hasta la propia mueca. 

Entre Buenos Aires y Ciudad de México, hay un mundo, un continente, países que están sufriendo los empujes de la reacción, que están acabando con todos los vestigios que puedan quedar de aquellos años cercanos en donde sí existía una posibilidad de crear en toda la América iberoamericana un eje de progreso, incluso de una socialdemocracia avanzada. Desde la Argentina kirchnerista hasta la Venezuela chavista, pasando por Bolivia, Ecuador y Brasil. En los otros países de la zona los gobiernos eran más tibios, no tan ultras como sucede ahora en Colombia. Ese era un gran eje, porque tenían recursos naturales, petróleo, agricultura, minerales esenciales y un incipiente mercado común, ahora paralizado.

Todo se desmontó; todo está en reconstrucción. Andrés Manuel López Obrador en México parece una caricatura de lo que prometió. Existe una suerte de desaliento con su mandato. Adolfo Fernández en Argentina, está atrapado entre la deuda y la pandemia. Este supuesto eje parece un guiño, un aliento, un mensaje optimista, lo difícil es poderlo concretar en algo más allá que en pactos bilaterales sobre vacunación.