Iñaki Egaña
Historiador
GAURKOA

Perfumar la mierda

No se trata de un diagnostico escatológico, sino de una expresión que se utiliza a menudo en México y algún país caribeño cuando se trata de definir la ocultación de una calamidad política con una justificación frívola. También se ha usado la expresión por diversos activistas subversivos para definir a quienes tratan de lavar la cara al capitalismo desde supuestas posiciones progresistas.

Me llegó la expresión después de ver, precisamente, una producción mexicana de hace poco más de una década en la que se mezclan situaciones reales con otras de ficción. Sobre la presencia de refugiados vascos en México, acosados por mercenarios españoles que, en realidad, son policías llegados de Madrid con el apoyo de la Audiencia Nacional. La película, de tercera categoría y dirigida por José Luis Gutiérrez Arias, relata la eliminación física de refugiados, en un escenario donde quienes mandan son los intereses económicos de México con respecto a España. Uno de los inspectores mexicanos, protagonista de la película, llega a decir que ellos no pintan apenas en ese tablado y que lo único que hacen es «perfumar la mierda», es decir limpiar los trapos sucios de la policía española.

Por una de esas casualidades que se dan en la vida, cuando concluí la película, apagué la pantalla y abrí la prensa del día, uno de estos domingos de confinamiento que nos toca por razones pandémicas. Leí diarios a los que habitualmente muestro indiferencia, por eso de alargar la mañana, y me encontré con la enésima entrevista que ofrece a los medios en estos últimos meses el socarrón Andoni Ortuzar, presidente del PNV. Y me quedé con una de sus frases icónicas: «El PNV juega en la Champions League». Al resto, se refería a EHBildu, no le miramos ni por el rabillo del ojo, añadía. Unos en la Champions, y la oposición en ligas inferiores.

Me hizo gracia cómo, en este mundo globalizado, la autoestima de algunos es superior a su verborrea. O quizás viceversa. La de Ortuzar era una de estas ocasiones especialmente diseñadas para recuperarla y desmenuzarla. ¿Quién juega en la Champions al margen de las empresas tecnológicas que conforman el acrónimo GAFAM y el Alibaba chino, de Moscú, Pekín o Washington, del RCEP asiático, del Club Bilderberg o de los lobby armamentísticos o farmacéuticos? No tiene pinta que lo haga el PNV, por mucho que tenga a uno de los suyos consejero delegado de Repsol y algunos otros en consejos de alcurnia, gracias a la cada vez más mermada participación de Kutxabank. Ortuzar ha querido jugar a ser el Aznar del Trío de las Azores, tanto en su ego particular como en su estrategia de desprenderse de lo público que también agilizó el expresidente hispano.

La bufonada de Ortuzar fue de muy mal gusto, para perfumar la mierda de la gestión de la pandemia. Con el recuerdo de que el Gobierno que dirige su partido está a la cola de vacunación en el Estado español, tal y como Melilla. Los memes estarían a la altura, sin duda. Pero el tema es trágico. Esa autoestima ha sido letal para miles de compatriotas.

Unos días después de la ocurrencia de la Champions, la empresa Euskaltel, cuyo presidente no ejecutivo era Xabier Iturbe, un antiguo vendedor de la telefónica vasca, militante del PNV que llegó a ser director de Kutxa, no por sus valores en la gestión sino por su afiliación, vendía sus activos a un grupo especulador. Como en una venta anterior, los miembros del consejo de administración se forraban con solo estampar una firma. Dinero del erario público vasco, recaudado a través de las diputaciones que son las que engordan al Gobierno Vasco, hacia empresas privadas. Y por la transmisión, los consejeros, entre ellos militantes del PNV, solucionan sus vidas y las de sus familias de forma legal.

El perfume para tapar la mierda de la operación ha sido leve. Que, si son las reglas del mercado, que es lo que hay, que es una decisión del consejo ajena al Partido que hay que respetar. Recibieron además el apoyo de los medios adictos y aliados. Porque siempre hay tajada, también regular, como publicidad institucional, recalificación de terrenos o lo que toque. Siempre hay un roto para un descosido.

Resultó, sin embargo, que la venta a los especuladores, una más y van…, tuvo el anexo de los 26 millones de euros que se llevará la cúpula de Euskaltel. Un escándalo para esos 500.000 vascos que se encuentran en medio de esta maldita pandemia en la pobreza. Y eso, cuando mantienen las pensiones en límites tercermundistas, crea alarma social. Es el estilo jeltzale clásico. Como botón, aquel Markel Olano degustando angulas a cuenta de nuestros impuestos para celebrar el crédito a la incineradora de Zubieta.

Así que el Ortuzar de la Champions llamó a La Faraona para perfumar la mierda. Arantxa Tapia, ocupe el cargo que ocupe, es la preferida del lehendakari jeltzale para afrontar sus vergüenzas. La vimos en los estertores de la legislatura anterior sustituyendo a la consejera de Sanidad y la vemos ahora con la amenaza, incluido el temporizador, al Ayuntamiento de Azpeitia. Y nuevamente, en esta ocasión para perfumar la mierda de los 26 millones de bonus. Dice desconocer los bonus, mientras «invita» a la reinversión a sus beneficiarios. Para mantener el arraigo de Euskaltel. De carcajada.

La deslocalización y la entrada de fondos buitres en nuestra economía, no es algo nuevo. Euskaltel no ha sido ni la primera empresa, ni desgraciadamente será la última. La compañía de telefonía siempre ha ido un paso por delante en el desarraigo, marcando las pautas de lo que va a suceder con Kutxabank, precisamente su antiguo socio mayoritario. El eje de la cuestión es que, incluso en un escenario liberal, la posición del PNV se sitúa en la derecha de la derecha, a años luz de otras regiones y Estados europeos que intervienen para resguardar su tejido. El objetivo político es saquear lo público para engordar lo privado, donde se encuentran algunos de sus afiliados. Luego ya vendrá La Faraona de turno para perfumar la mierda.