GARA
Pekín

El cohete chino se desintegra sobre el Índico; la histeria, no

El cohete Larga Marcha 5B que despegó el pasado 28 de abril para poner en órbita la futura estación espacial china Tianhe cayó ayer desintegrado sobre el océano Índico, cerca de Maldivas. El descenso incontrolado del cohete propulsor de 30 metros y más de 22 toneladas ha alborotado a los medios de todo el mundo durante días, ya que nadie podía predecir exactamente por dónde entraría o si podría causar algún daño si se estrellase en áreas habitadas.

La semana pasada, China puso en órbita la primera pieza de su futura estación espacial. Usando su nuevo cohete Larga Marcha 5B, el módulo central de la estación Tianhe se colocó con éxito en órbita. Misión cumplida. Pero, súbitamente, la atención mundial se concentró en los escombros del cohete y en saber exactamente dónde caerían de regreso a la Tierra.

A pesar de que se trata de un proceso común y perfectamente controlado por China y las demás potencias espaciales, muchos medios de comunicación globales provocaron la histeria sobre los riesgos de la «basura espacial», lo que generó temores de que pudiera golpear áreas habitadas. Una histeria incitada particularmente por EEUU.

Pekín, por su parte, trataba de calmar el ambiente al asegurar que los escombros caerían en aguas internacionales –como finalmente ha sucedido– y criticaba la existencia de una campaña internacional para promocionar una supuesta «amenaza espacial de China».

¿Y el SpaceX de Elon Musk?

El alboroto que se ha generado ha sido un ejemplo clásico de propaganda, de cómo se crean temas de conversación y discurso para teledirigir la atención, incitando al miedo y la desconfianza. Porque, en realidad, desechos espaciales de todos los países caen a la Tierra a menudo. Y claro que no se puede descartar que puedan causar daños, ni los desechos espaciales chinos, ni los rusos, ni los de EEUU, ni de los cualquier otro país.

Por ejemplo, el SpaceX de Elon Musk que tuvo tanta pompa informativa también generó escombros que cayeron a la Tierra, pero nadie presentó su nave espacial como algo siniestro o una amenaza para el mundo.

EEUU acusa a China, y a Rusia, de querer armar el espacio, de falta de transparencia, de ocultar peligros al público –también lo hizo con la pandemia– y de hacerlo en pos de la vigilancia y el espionaje. Lo mismo en la carrera espacial que con la participación de Huawei en la tecnología 5G. Una estrategia peligrosa para fomentar la histeria anti-China, una potencia que, a diferencia de los cohetes, no se desintegrará próximamente.