Itziar Ziga
Escritora y feminista
JOPUNTUA

No somos muñecas rotas

Paseando por Brooklyn, descubrí que las afrodescendientes han hecho de su opresión histórica virtud estética. Durante décadas, y sobre todo mientras fueron condenadas a ser sirvientas después de esclavas, debían llevar aburridas pelucas de pelo liso para ocultar sus caracolas. Impresionante cuando Assata Shakur relata el momento en que tuvo que volver a cubrirse con el pelo de blancas muertas, al pasar a la clandestinidad por ser una black panther. Pero de esa mascarada supremacista contra ellas sacaron también el esplendor de sus pelucones sintéticos multicolor. La inmensa Tina Turner se fabricaba esas hiperbólicas melenas rubias que me obnubilaron de niña: gracias a ella sé que puedo alcanzar la efusividad capilar que desee. Hace poco, cotilleando en la red, me enteré de este episodio sexual que para mis lúbricos adentros se quedará siempre: ¡Tina Turner y David Bowie follaron! A ella le daba pudor descubrirse la cabeza ante sus nuevos amantes, y él se calzó la melena leonina de Tina, desnudo.

Hay tantas cosas alucinantes que contar sobre esta reina del rock que triunfó planetariamente poco antes de cumplir los cincuenta, más allá de la cúpula del trueno, vestida por Azzedine Alaïa… Y no solo el tiempo del maltrato de Ike, en bucle, que acabó hace más de cuarenta años, cuando ella lo dejó. Al escuchar a los realizadores del último documental sobre Tina asegurar que «sigue todavía traumatizada» y que «cada vez que habla de ello es como si le sucediera de nuevo», decidí no verlo. Estoy hasta el mismísimo de la mística de la feminidad asaltada.

Cuando relatas las torturas que has sufrido a manos de un macho o del Estado macho, alguien que no ha pasado por lo mismo puede estremecerse. Pero mírame, aquí estoy, contándotelo, bromeando incluso sobre aquello terrible que me pasó porque desarrollé muchas cosas preciosas para no dejarme destruir. Esto terrible que nos pasa sistémicamente a multitudes. He relatado la vida de mi madre porque treinta años de maltrato no la definen. No somos muñecas rotas y no somos excepciones.