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La escasa participación marca unas presidenciales a la medida de Raisi

Los iraníes votaron ayer, sin gran entusiasmo, para elegir a un nuevo presidente, en un proceso que tenía al candidato principalista Ebrahim Raisi como gran favorito para asumir las riendas de un país en una grave crisis económica y social. Las jornada se caracterizó por una escasa participación. Los resultados se esperaban para hoy.

El guía supremo de Irán, el ayatollah Ali Jamenei, depositó a las 07.00 horas (04.30 en Euskal Herria) en Teherán el primer voto, dando por abiertas las urnas, y llamó a los casi 60 millones de electores a cumplir su «deber» cívico «lo más temprano» posible. Para evitar las aglomeraciones y respetar las normas sanitarias por la pandemia, las autoridades aumentaron en un 7% en número de colegios electorales y se amplió el tiempo de votación hasta la medianoche, con posibilidad de extenderlo dos horas más, pero la ciudadanía no mostró excesivo entusiasmo por acudir a las urnas y la participación, a media tarde, seguía siendo escasa.

El malestar generalizado de los ciudadanos en este país azotado por el covid y las sanciones estadounidenses y la descalificación de cientos de candidatos a las elecciones, que para muchos significaba que el resultado –la victoria de Ebrahim Raisi– estaba determinado de antemano, auguraban una elevada abstención, que podría batir el récord del 57% de las legislativas de 2020.

Sin cifras oficiales, la agencia Fars, cercana a los principalistas, informó, sin citar la fuente, de una participación media de 37% a las 19.30 horas.

De los siete candidatos autorizados por las autoridades, tres de los cuales se retiraron el miércoles, el claro favorito era Raisi, de 60 años y jefe del Poder Judicial. Su camino hacia la Presidencia quedó allanado cuando el Consejo de Guardianes vetó las candidaturas de los pocos políticos reformistas que podían servir de contrapeso. La apatía y descontento del habitual electorado de este sector hizo el resto.

En una calle de Teherán, una enfermera cubierta con un chador negro aseguraba a AFP que votaría por Raisi, «el candidato más competente» que ha sabido luchar «resueltamente contra la corrupción».

«Amo a mi país, pero no acepto estos candidatos», declaró Abolfazi, un herrero sexagenario que defendió la Revolución Islámica de 1979, pero que hoy dice estar decepcionado con las opciones políticas que hay.

Hossein Ahmadi tampoco pensaba votar. Acusa a las autoridades de «no haber hecho nada» por el país. Para él, «la situación es tal que no nos queda más remedio que guardar silencio y quedarnos en casa esperando a que se escuchen nuestras voces».

Said Zarii, comerciante, tampoco fue a votar. »Vote o no [...], alguien ya fue escogido: organizan las elecciones para los medios de comunicación», dijo.

Marcados por las sanciones

El presidente saliente, Hassan Rohani, un moderado que apostaba por una apertura hacia Occidente y una ampliación de las libertades individuales, fue reelegido en 2017 en primera vuelta con una participación del 73%, pero no podía postularse de nuevo tras dos mandatos consecutivos de cuatro años.

Tras votar ayer reconoció que hubiera querido ver «más gente» participando. «Las elecciones son importantes pase lo que pase y pese a los problemas, debemos ir a votar», señaló respecto a los aspirantes descalificados.

Uno de ellos, el expresidente ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, que publicó un mensaje de video para denunciar unas elecciones organizadas «contra los intereses del país». «No quiero participar en este pecado», afirmó.

Las esperanzas surgidas con la elección de Rohani se convirtieron en decepción tras el golpe que significó la retirada unilateral de EEUU en 2018 del acuerdo nuclear iraní firmado tres años antes en Viena y sus planes para liberalizar el país y atraer inversionistas extranjeros quedaron arruinados por la reimposición de sanciones.

Estas agravaron el descontento y el rechazo a las autoridades en Irán, que vivió dos olas de protestas, en 2017-2018 y en noviembre de 2019, duramente reprimidas.

Para la oposición en el exilio y las oenegés, Raisi es la encarnación de la represión y su nombre está asociado a las ejecuciones en masa de detenidos de izquierda en 1988, aunque él niega toda participación.

Los retos del próximo presidente serán la crisis económica y la negociación del pacto nuclear. Todos los candidatos coincidían en la recuperación económica pasa por levantar las sanciones estadounidenses reimpuestas por la Administración Trump, objeto de negociaciones en Viena para salvar el pacto nuclear y reintegrar a EEUU.