Aritz INTXUSTA
DONOSTIA
Entrevista
MAIALEN GARMENDIA
PROFESORA DE SOCIOLOGÍA DE LA UPV-EHU

«El confinamiento ha traído cambios que pueden ser buenos»

Garmendia forma parte de la red europea de investigación EU Kids Online. Ha dirigido también el equipo estatal del Proyecto Net Children Go Mobile sobre menores y móviles entre 2013 y 2015. Uno de sus últimos trabajos explica el cambio en la relación de los menores con internet en el confinamiento.

Su último artículo sostiene que los riegos de internet para los menores aumentaron con el confinamiento. Quizás, habría que empezar un paso más atrás. ¿Cómo y para qué usan internet los y las menores?

Los menores en internet siempre han buscado un espacio de sociabilidad. Es lo que más valoran. Llevamos investigando el comportamiento de los menores en internet más de 15 años. Empezamos cuando se conectaban con un ordenador de sobremesa, parece el pleistoceno, pero desde entonces han valorado por encima de todo que internet es un espacio de sociabilidad. Los smartphones supusieron una revolución. A partir de los 13 años, el 70% de los menores tiene su propio móvil.

Todo esto ha cambiado por entero la costumbres. Les permitió estar permanentemente con sus amigos, hacer búsquedas, grabar, ver pelis... Prácticamente todos se conectan diariamente y a mayor edad, más tiempo. El confinamiento fue la situación perfecta para estar permanentemente conectados, bien por razones escolares o porque no podían salir de casa.

Están más horas, ergo consumen más de todo. Usted cita el ciberacoso, la pornografía, los discursos de odio...

A mayor uso, mayor probabilidad de exposición a riesgos. Pero no todo es malo. Adquieren más habilidades y competencias y eso les permite gestionar mejor los riesgos. Al fin y al cabo, un internet sin riesgos es imposible y, casi, te diría que cierto nivel de riesgo puede resultar positivo, porque así desarrollan habilidades y aprenden.

Le concedo que ese mundo tan conectado es en el que han de saber desenvolverse.

No tiene sentido que les protejamos de todo y todo el tiempo. Sí que es importante que tengan apoyo. El papel de los padres es ahí clave. Nosotros estamos en un proyecto europeo donde se tratan diferentes modelos de socialización por parte de las familias. Los países mediterráneos han sido más proclives a establecer restricciones que a proponer un acompañamiento. Pero, en general, da mejores resultados acompañarles y compartir con ellos actividades. Además, de esta forma se crea un clima de confianza.

Con un adolescente, puede que esa no sea tarea sencilla.

Los padres siempre piensan que los adolescentes se exponen a más riesgos que los preadolescentes. Sin embargo, cuando un niño es adolescente, ya es menos permeable a lo que puedan decir sus padres. Por eso es mucho mejor empezar el acompañamiento, la mediación, el hacer tareas un poco antes. Entonces es más fácil que nos enseñen sus cosas o que admitan nuestros consejos. Es muy importante esa labor de acompañamiento. Recuerdo que, en un informe hace un par de años, vimos que más de un 20% de los niños no hablaba con nadie cuando tenía un problema en internet. No me gusta ser alarmista, pero me pareció preocupante. ¡Jo, que al menos tengan a alguien! Ellos tienen miedo a que les corten el acceso, a que les prohíban. Muchas veces lo callan por eso. Por eso es mejor que las familias acompañen a que se prohíba.

Usted cita que el Estado español es uno de los países donde menos se usan barreras cortafuegos o sistemas que eviten ciertos contenidos. ¿Hasta qué punto es una solución?

Sí, es uno de los que más bajo tiene ese indicador. De todas formas, te diré que en nuestra red de investigación somos más partidarios de la comunicación y de compartir actividades. El mejor filtro es la comunicación.

Pero, un móvil, si ya es suyo. ¿No es un espacio privado?

Me han comentado en múltiples ocasiones lo de padres que se hacen amigos de los hijos en redes sociales para ver lo que hacen. Nunca me ha parecido buena idea. Invades su privacidad y puedes ver cosas que no son de tus hijos y que te pueden generar problemas de tipo ético, incluso.

Ese aumento en el consumo durante el confinamiento, ¿hasta qué punto se ha normalizado ya para volver a lo de antes? ¿O acaso ha sido un punto de inflexión que permanecerá?

Yo creo que ha traído cambios que pueden ser buenos. Ha activado a los centros escolares para usar más las herramientas digitales. En el Estado español se hizo un esfuerzo hacia el 2009-2010 en la escuela 2.0. La idea era digitalizar todas las aulas, proporcionar a cada niño un ordenador... Luego llegó la época más cruda de la crisis y todo quedó a expensas de la dirección de cada centro. Y la verdad es que, hasta el confinamiento, no se usaban mucho los dispositivos de los centros.

Una de las cosas buenas que ha traído la pandemia es que ha activado mucho al profesorado para que use más las TIC. No creo que las tengan que usar en exclusiva, pero sí es bueno que se usen más. De esa forma, los niños pueden ir adquiriendo competencias y habilidades. Habrá un mejor uso de la herramienta y aprenderán a convivir mejor online. Antes se pensaba que internet era el salvaje oeste, pero no es así. Ahí deben fijarse también unos límites.

Tengo una obsesión, ya que estamos con internet y colegios: el bullying. Todos hemos vivido episodios de acoso como víctimas o como victimarios. Afortunadamente, olvidamos la mayoría de ellos. Pero un acoso grabado no se olvida tan fácil y corre más que la pólvora.

Te voy a sorprender, quizá. El bullying online puede ser mucho más dañino, porque un solo episodio se perpetúa, no cesa. Dura 7 días a la semana, 24 horas al día. Sin embargo, hemos constatado que sigue siendo más frecuente el bullying cara a cara que el online. Generalmente, se superponen. Cuando el matón no puede usar el patio del colegio, se va a Instagram o adonde sea. Los dos fenómenos están entrelazados. Otra cosa de la que no se habla es que la mayoría de las víctimas han sido a su vez perpetradores. Los roles se intercambian. No sabemos bien la secuencia, si la víctima se vuelve acosador o si al acosador le acosan.

Hablemos de otros riesgos que han aumentado con el confinamiento.

El bullying es, sin duda, uno de los más dañinos. Otro riesgo que genera mucha preocupación en los adultos es que conozcan a gente. Sin embargo, es un riesgo que muy pocas veces causa daño. Los menores tienen un concepto difuminado de la amistad. Algunos nos decían en un estudio que tenían 500 amigos, pero eran los de Facebook. Y los amigos son otra cosa.

¿Y el acceso a contenido sexual? ¿Sabemos a qué edad se produce?

Hay quien con 9 años accede, pero la mayoría de los comportamientos están muy fuertemente estructurados por la edad. A más edad, sobre todo a partir del paso a la ESO, cambia el patrón. El preadolescente, de 9 a 12 años, se expone menos a riesgos. De la ESO en adelante hay más, pero el potencial del daño es bastante menor.

Traigo el tema porque en Nafarroa se abrió un debate muy fuerte al hilo del programa de coeducación Skolae. Los detractores decían que se corrompía a los niños al hablar de sexo a edades tempranas. Los defensores, por contra, argüían esta iniciación temprana en internet y sostenían que, si ese espacio no se llena en el colegio, los menores buscaran otra fuente de información para llenarlo.

Y la encuentran en internet. Van a encontrar pornografía y modelos que son muy malos. Está comprobado que muchos adolescentes aprenden de la pornografía que hay y que intentan imitarla. Es, por tanto, mucho peor no proporcionarles una educación sexual que dársela.

Cita usted también el riesgo de los discursos de odio, de xenofobia. En ocasiones, internet parece una caricatura del mundo real, donde todo se exagera y se lleva al límite. Twitter es la caricatura de una discusión seria. El sexo accesible en internet es una caricatura del sexo real. Los referentes que se pueden encontrar en Youtube son la caricatura de un profesor... ¿No puede esto desamueblar las cabezas de unos menores permanentemente conectados a la exageración?

El otro día leí una análisis de los perfiles en Twitter de los diputados. La cantidad de insultos era impresentable. Habría que ser un poco más estrictos. No todo es libre en internet. Deberíamos importar cierto código ético, ciertas normas para la convivencia. Parece que se puede escribir cualquier cosa en internet.

Quizá valga para los discursos de odio lo mismo que hemos dicho sobre el sexo y la pornografía. Van a acceder a discursos xenófobos, homófobos o reprobables antes de lo que, muchas veces, creemos.

Si acceden sin un adecuado acompañamiento harán su propia interpretación. No les estoy minusvalorando, pero son menores y no siempre van a poder hacer una lectura adecuada.

¿Me regala un consejo?

Buscar tiempos de desconexión para ellos. En casa no usar el teléfono en las comidas o durante ciertas horas. Tratar que hagan otras actividades, deporte o lo que sea. Es bastante difícil ponerle límites al consumo de internet y, ahora que cada vez lo usan más para los estudios, todo se complica aún más.