Claudia SERNA

COLOMBIA, CUANDO LAS NECESIDADES INDIVIDUALES SE HACEN COLECTIVAS

Las protestas sociales que empezaron en abril pasado evidencian las grietas del régimen político y económico colombiano, y, al mismo tiempo, dan cuenta de los ajustes que han de realizarse. Se filtran entonces las voces, los reclamos. Las necesidades que se soportan individualmente se hacen colectivas. Y los cambios que requiere el país se expresan de distintas formas. Tiene cabida la rabia, pero también el arte. En la calle se abraza la lucha, la gente se mira a los ojos, grita al unísono. El silencio no tiene más lugar.

Desde el 28 de abril miles de colombianos salieron a las calles para manifestar su desacuerdo con el Gobierno actual. Y es que, en medio de la pandemia del covid-19, el aumento del desempleo y el empobrecimiento generalizado de la población colombiana, el presidente Iván Duque decidió recaudar impuestos para hacer un ajuste fiscal grabando productos de la canasta básica como los huevos, el arroz y el café. Un acto violento en un país que, en el tiempo del confinamiento, se observaron cientos de casas con trapos rojos con los que los moradores querían llamar la atención pues, ante la prohibición de salir a trabajar, estaban pasando hambre.

Pero paradójicamente, en plena pandemia, el presidente invertía en armas, y en material de guerra. La compra de balas, gases lacrimógenos, camionetas, tanquetas, e incluso, aeronaves para la Fuerza Aérea, estuvo a la orden del día. Una compra de lujo, en el mismo país donde no existe la prestación de desempleo; ni se aprobaron medidas como los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), ni la renta básica, para paliar los efectos económicos producidos por la pandemia.

Todo ello motivó el estallido social. Este paro nacional ha sido uno de los más significativos en la historia del país, pues no se habían presentado protestas sociales que se prolongaran por tantos días, y que se extendiera así por la geografía nacional. El cual hasta ahora da cuenta de más de 1.100 movilizaciones en todo el territorio. Regiones abandonadas históricamente por el Estado comenzaron a ser visibles, así como los jóvenes de los barrios populares de las ciudades.

El amplio repertorio de acciones y reivindicaciones, visibilizó nuevos sujetos políticos y diversos asuntos que resolver en un estado social de derecho. Este paro ha tenido la singularidad de no ser exclusivo de un sector social, no es de los sindicatos, ni de las organizaciones estudiantiles, ni de la izquierda progresista exclusivamente, es la suma de mucha gente consciente que reclama mejores condiciones de vida. La minga indígena, las mujeres, las madres, los jóvenes, estudiantes o no, empleados o no, alzan la voz para reclamar mejores oportunidades. Dicen que les han quitado todo, hasta el miedo, aun cuando la represión estatal ha sido brutal.

Solidaridad, organización, represión

La movilización social despertó la solidaridad de gran parte del pueblo. Se convocaron artistas, grafiteros, orquestas de música para ofrecer su arte al pueblo. En los barrios se hicieron ollas comunitarias donde se preparaba comida para todos. Los profesionales –abogados, médicos, enfermeros– se organizaron para defender y apoyar la labor de la primera línea, –quienes, con sus cuerpos, sin armas y sin mayores recursos, intentan proteger la movilización social frente a las brigadas del ESMAD–.

El Gobierno por su parte, en su propósito de retomar el orden y lograr el control de la movilidad en las principales vías del país, hizo un uso desproporcionado de la fuerza, activó mecanismos de violencia soterrados, como las ejecuciones extrajudiciales, y recurrió a acciones coordinadas con civiles, es decir con grupos paramilitares para enfrentar la protesta.

En medio de este despertar, se han documentado alrededor de 80 muertes de presunta responsabilidad de la Fuerza Pública. Además de un alto número de actos de abuso de autoridad, tortura, tratos crueles inhumanos y degradantes; violencia sexual, lesiones personales, mutilaciones de ojo, detenciones arbitrarias, e incluso casos de desaparición forzada, cometidas en su mayoría a personas entre los 17 y 30 años de edad. Denuncias que fueron documentadas recientemente por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos quien visitó el país para constatar las graves violaciones a los Derechos en manos de la policía, en connivencia con grupos paramilitares.

A pesar de todo este panorama y la represión sufrida, gran parte de los colombianos está convencido de que es necesario transformar este país. Y para la muestra, las madres de los jóvenes muertos, que las podemos ver alzar la voz y reclamar por los crímenes de Estado. Madres que abrazan las luchas que sus hijos estarían dando. Mujeres que se organizan para encontrar a sus hijos desaparecidos, para reclamar justicia y para quienes la verdad es su única necesidad.

Las madres, en primera línea

De ello da cuenta Estella, la madre de Lucas Villa, quien, a pesar de haber sufrido el asesinato de su hijo, el 5 de mayo en medio de las protestas, está convencida de que «para que haya un cambio siempre se requiere de un momento complicado. En este momento estamos sintiendo que Colombia se quitó la venda y quiere ver más, quiere vivir con intensidad este cambio, porque este es un pueblo especial, ya nos estamos dando cuenta. Yo lo sentí hace unos dos o tres meses, (pensaba) Dios mío donde se despierte este pueblo, la pérdida de vidas, todo lo que va a suceder es complicado. Pero es de la única manera que se dará el cambio. Sin sacrificio no se obtiene algo mejor. A veces, hay que apropiarse y decir es duro, hay que poner la vida y la sangre de uno mismo, pero ¿por qué?, porque va a haber algo mejor y ese será un cambio en la humanidad. Cosas que son difíciles en medio el caos, pero el cambio no se da de la noche a la mañana y requiere de pasos, de momentos, de que la gente vaya entendiendo, y adaptándose», subraya.

Y es que Estella también ha sufrido por la falta de empleo e ingresos económicos en Colombia, por lo que hace un par de años, decidió viajar al Estado español para buscar las oportunidades que en su país le negaron:

«En Colombia, para la gente de los estratos más bajos cada vez es más difícil la situación, y en el caso de Lucas, de mis hijos, las oportunidades son imposibles ya de alcanzar, a todo nivel, ya no hay salud, ya no hay trabajo, ya no hay estudios, los chicos ni ropa pueden ponerse, ni el ocio, que es muy importante para el ser humano; en Colombia decir que se va de vacaciones a la costa, es un lujo», manifiesta.

Estella dedica gran parte de su día a día a visibilizar lo que sucede en Colombia, poniendo especial énfasis en el rol de las madres que, en medio de la precariedad y el abandono de los padres, entregan todo su tiempo para sacar a sus hijos adelante. Está convencida de que es necesario visibilizar todas esas cosas que vivió y que viven muchas mujeres, «pues hay muchos hogares donde somos las mamás las que llevamos la parte económica, porque los papás se van y no importa, no se preocupan de si los hijos comen o no, de si están o no están. No les interesa. Es de admirar que son las mamás las que ponemos el pecho y enfrentamos la vida, una mamá se convierte como en tres personas y de todo hacemos», remarca.

Y es que, dentro de este paro, las madres han tenido un papel protagónico, tanto que incluso se dieron a la tarea de conformar una primera línea. Tal y como admite, «yo como mamá estaría en primera línea, a mí no me daría miedo, yo no entiendo qué se mueve en uno mismo para que se den ciertas cosas, pero en esta situación no me da miedo. A las mamás que están en primera línea, siempre que me las encuentro en Facebook les escribo: guerreras, ánimo, fuerza, las admiro, adelante, así se hace, esto es admirable, yo las acompañaría, les daría aliento. Ya por lo que estamos viviendo, por lo menos muchas dirán, la mamá de Lucas salió a darnos una voz de aliento, esto vale la pena, ya no voy a dejar a mi hijo solo».

Lo que hoy se manifiesta es una profunda convicción por la necesidad de un cambio en el país y es que los colombianos están ya en el límite del empobrecimiento. Es el reclamo social porque se atiendan las necesidades humanas y que el Estado funcione para frenar la precariedad de la vida de las personas en territorios y sectores históricamente abandonados.

A partir de las protestas, el Gobierno ha retirado algunas reformas que ajustará y presentará de nuevo; así como han renunciado algunos funcionarios responsables del desastre; pero para la gente, esto ha sabido a poco. Actualmente ha mermado la intensidad de las protestas, el Gobierno ha sabido jugar en la medida en que no cedió a la mayor parte de las exigencias y supo esperar a que el paso del tiempo desgastara la movilización. Ahora se empeña en perseguir judicialmente a los miembros de las primeras líneas. Mientras tanto, el pueblo se sigue preparando a través de las asambleas y reuniones en las que se ponen en conversación los cambios que se deben adelantar en el país. Estamos como en suspenso, se siguen acumulando inconformidades; pero se siente en el ambiente, que algo está cambiando, el pueblo colombiano, ya no es el mismo.