Filippo ROSSI
Bazarak
EL DESASTRE AFGANO

PANSHIR CAE 20 AñOS DESPUÉS DE LA MUERTE DE SU «LEÓN»

Hace días los talibanes entraban en Bazarak, principal ciudad de la provincia de Panshir. Controlan todo el país, aunque no todos estén dispuestos a aceptarlo. GARA ofrece en exclusiva la conquista del hasta ahora inexpugnable valle rebelde.

Las imágenes del comandante Ahmad Shah Massoud y de los dirigentes históricos tayikos de la región, pintadas sobre grandes telas en las fachadas de las calles, están desgarradas o acribilladas a balazos.

Un carro de combate de la época soviética sigue abandonado en medio de la carretera que bordea el río, en un valle rodeado por las magnificas montañas de Hindu Kush, que parecen tocar el cielo.

Es la entrada del valle de Panshir. Los 4x4 talibanes, robados a un Ejército afgano que ya no existe y ahora con las banderas blancas y la shahada (profesión de fe en el islam), desfilan desafiantes.

Decenas de civiles escapan con maletas o mochilas a cuestas dejando sus casas atrás. Algunos son escoltados por vehículos talibanes. Se ven blindados reventados en las calles. Quizás atacados por drones paquistaníes (noticia no confirmada).

Los muyahidines talibanes están en fiesta, enseñan el dedo índice hacia arriba, símbolo de que Dios (Allah) les dio la victoria. «¡Takbir!», grita uno; «¡Allahu akbar!» responden al unísono, gritando con orgullo, los demás.

Tienen los ojos enrojecidos, anegados por la adrenalina de la batalla y el cansancio. Han luchado toda la noche por la batalla decisiva. «Hace ocho días que no dormimos», comenta uno de ellos. «No importa, hemos ganado», contesta el otro. «Viva el Emirato Islámico de Afganistán», corean. Encerrados en vehículos, los prisioneros de guerra tienen esa inconfundible cara del derrotado, entre atemorizada y resignada, con las manos esposadas atrás.

Delante del edificio del gobernador de Bazarak, el principal pueblo del valle, la bandera blanca talibán suplanta a la tricolor afgana, negra, verde y blanca de la resistencia. Es impresionante.

Era la imagen de Panshir cuando el portavoz talibán, Zabihullah Mujahid –entrevistado ayer por GARA–, anunció oficialmente la victoria final y la ocupación de todo ese área.

Pero después de una semana, subsiste una pequeña resistencia en unos remotos y escarpados valles de la provincia. Son los hombres de Ahmad Massoud –hijo del señor de la guerra Ahamad Shah Massoud, conocido como «el León de Panshir».

Massoud hijo insiste en que resisten y, aunque sean pocas la informaciones que escapan del valle, donde la electricidad y las comunicaciones siguen cortadas, parece cierto. ¿Hasta cuándo? El colíder de la revuelta, el exvicepresidente afgano Amrullah Saleh, huyó a Tayikistán en helicóptero. Algo que podría hacer también Massoud.

«Entramos desde cuatro provincias diferentes», narra Rahmat, un comandante talibán que dirige una columna de vehículos. «Conseguimos rodearlos el domingo e iniciamos el asalto a Bazarak. Huyeron el lunes temprano, dejando la ciudad en nuestras manos», prosigue el comandante. Algunos muyahidines intentan retirar un blindado que chocó contra una casa, bloqueando, de hecho, la única calle para llegar al frente.

Una coincidencia surrealista

La caída de Panshir, o casi, tomada por los talibanes, es un hecho histórico y surrealista. El valle resistió casi 30 años las sucesivas ofensivas del Emirato Islámico y las anteriores de los rusos. Cae exactamente en los días en que se conmemoran los veinte años del atentado mortal contra Ahamd Shah Massoud, el 9 de septiembre de 2001.

En la colina que domina Bazarak, el mausoleo del héroe de Panshir también cae bajo el yugo talibán. Su santuario es profanado. Su sepulcro, destruido. Los talibanes se sacan selfies frente a la lápida destrozada o en el parque escénico que ofrece una vista sobre todo el valle.

Los ventanales en la entrada al santuario también están rotos. «Fueron los milicianos de Massoud, lo hicieron de propósito para echarnos la culpa a nosotros– asegura Aftab Khan–. Nosotros, los talibanes, respetamos al enemigo y nunca haríamos algo así».

Un comandante, Mawlawi Mohammed Ibrahim, visita el lugar: «Estoy muy feliz de estar en este sitio. Hamdulillah (Gracias a Dios), Panshir cayó en manos del Emirato Islámico. Fue una gran victoria después de tantos años. Estamos muy orgullosos de nuestros muyahidines».

Todas las imágenes y afiches de Massoud han sido borrados o destruidos. En la tienda de souvenirs, algunos muyahidines comen y beben usando las tazas que estaban en venta. Todo ha cambiado. «Me enrolé en los talibanes hace 15 años. Soy de Parwan (provincia cercana). Los extranjeros destruyeron todo nuestro país y a mi familia. Queremos paz y este es un día muy feliz». Son las palabras de Mohammes Qasid, de 33 años, quien era estudiante universitario. Es el que se hace cargo de la tienda. Dice que es un lugar privado y que no se puede entrar.

Aparte de a los talibanes, en el valle no se ve a nadie. Las casas están abandonadas. Todo esta en silencio. «Cualquier persona que quiera quedarse podrá hacerlo, también los miembros de la resistencia. Tenemos un gran respeto por el adversario. Ahora será un Panshir diferente y mejor», promete el comandante de la Red Unit, unidad de élite del Emirato Islámico, Mawlawi Hasadullah.

Pero refugiados y algunos opositores denuncian que millares de personas fueron forzadas a salir del valle. «Panshir ha vuelto a la Edad Media», lamenta uno de ellos.

Ahora que el talibán controla casi completamente las 34 provincias –la primera facción afgana en conseguirlo desde hace muchos años– puede empezar a pensar en los otros problemas políticos que surgieron con el anuncio del nuevo Gobierno.

Pero en Panshir queda una zona de guerra, donde la resistencia no quiere dejar sus posiciones. Todavía no se sabe que pasará. Bazarak está en manos talibanes. Solo unos vallecitos de montaña están todavía bajo el control de Massoud y sus hombres. Una resistencia formada por milicianos tayikos y mandos y soldados del disuelto Ejército afgano. Parece solo cuestión de tiempo que caigan definitivamente. Y los talibanes necesitan derrotarlos antes de que lleguen el invierno y la nieve.

NBE-AK talibanen jarduera salatu du, baina haiekin hitz egin behar dela gaineratu du

Giza Eskubideen Nazio Batuetako Erakundeko (NBE) goi-komisariak salatu duenez, talibanak ez dira agindutakoa betetzen ari eta giza eskubideen aurkako erasoak egotzi dizkiete, tartean segurtasun indar ohietako kideak erailtzea eta zibilak eta atzerritarren kolaboratzaileak arrazoirik gabe atxilotzea.

Gobernuz kanpoko erakundeen eta erakunde zibilen aurkako erasoak ere salatu ditu.

Emakumeen eskubideei dagokienez ere, talibanek agindu zutena ez dutela bete baieztatu du eta leku askotan espazio publikoa debekatu egin zaiela azaldu du.

Hala ere, Antonio Guterres NBEko ordezkari nagusiak ohartarazi du nazioarteko komunitateak talibanekin hitz egin behar duela, Afganistanen hondamendi humanitarioa ekidin nahi bada. Lehorte gogorrak, pandemiak eta 40 urteetako gerraren ondoren, afganiarren %72 txiroak dira. Horrela jarraituz gero, 2022. urtean %90 izango dira. Afganistan munduko herrialde txiroenen artean dago aspalditik.GARA