Víctor ESQUIROL
SECCIÓN OFICIAL

INCENDIO EN UN FESTIVAL INSACIABLE

LA COMPETICIÓN POR LA CONCHA DE ORO RECUPERA EL MEJOR NIVEL GRACIAS A UN PROGRAMA DOBLE DE ALTURA. PRIMERO FERNANDO LEÓN DE ARANOA Y JAVIER BARDEM VUELVEN A FORMAR UNA SOCIEDAD IMBATIBLE EN «EL BUEN PATRÓN». DESPUÉS, «FIRE ON THE PLAIN» NOS DESCUBRE EL IMPRESIONANTE TALENTO DEL DEBUTANTE ZHANG JI EN LA REALIZACIÓN.

Cuando más lo necesitamos, mejor responde este festival. La 69ª edición de Zinemaldia vuelve a mostrarnos su mejor cara, redoblando esfuerzos en una Sección Oficial que, de repente, vuelve a sobre-poblarse de grandes títulos. Lo hace, además, con la mejor combinación posible: una película que nos reafirma en la admiración a un talento que ya conocíamos, y otra que nos descubre un nombre que, a partir de ahora, tocará seguir muy de cerca. Por partes.

Primero aparece Fernando León de Aranoa junto a Javier Bardem. Se repite pues la sociedad que en 2002 puso el drama social en la primera línea de la autoría cinéfila. En aquel entonces, el director y el actor se juntaron en “Los lunes al sol” para poner cara y voz al drama del desempleo; ahora vuelven con planes radicalmente opuestos. Con “El buen patrón”, que así se titula el fruto de su nueva colaboración, se sitúan en el otro extremo de la fábrica, pero también del espectro emocional. Ahora toca reírse, por aquello de no llorar.

Ofreciendo uno de los mejores papeles de su carrera, Bardem se pone en la piel del asqueroso Sr. Blanco, jefazo de una empresa líder en la fabricación de básculas. El gancho de la propuesta, aparte de seguir las ostentosas rutinas de tan grimoso tipejo, consiste en ver cómo “el sistema” intenta aferrarse en su privilegiadísima posición. “El buen patrón” toma la excusa de una inminente inspección en la fábrica del tal Sr. Blanco para despertar la fiera que este lleva dentro. Al principio, todo son sonrisas y cortesías, pero a la que la necesidad aprieta, y se va acercando más y más la posibilidad de fracasar, el patrón demuestra, las veces que haga falta, que está dispuesto a cruzar todas las líneas rojas. Con ello, León de Aranoa y Bardem nos invitan a burlarnos de todas las nociones sobre las que han ido cimentándose las nociones de éxito profesional. ¿Qué hay detrás de un trofeo? ¿Y de una oficina aparentemente funcional? Está la podredumbre moral de unas élites que lo impregnan todo con su alarmante falta de escrúpulos.

En un panorama igualmente depresivo se mueve Zhang Ji. El director de fotografía toma las riendas, por primera vez en su carrera, de una película desde la realización, y no lo parece, porque en prácticamente cada decisión que puede tomar, atestigua un saber hacer que en principio solo está reservado a los cineastas más experimentados.

Su ópera prima, “Fire on the Plain”, ya se puede contar entre los grandes descubrimientos de la temporada. Se trata de un thriller (entre policial y criminal) que, en la línea del nuevo noir chino, nunca pierde de vista el contexto (social, se entiende) por donde se mueve su historia. Esta nos sitúa primero en 1997, y después en 2005, dos momentos cruciales para entender el ritmo frenético al que ha ido transformándose el gigante asiático.

Al principio, parece que la trama va a intentar resolver el terrible misterio que envuelve una serie de asesinatos, pero poco a poco, la cámara decide ir construyendo complicidad con los personajes; empaparse de los escenarios y ambientes por los que estos transitan. El contexto (a saber, un período de fuerte crisis económica, causada por un traumático proceso de desindustrialización) no actúa solo como telón de fondo, sino más bien como catalizador del Bien y el Mal. Zhang Ji fusiona magistralmente la intriga del cine de género y la mirada macro con la que siempre debe abordarse el retrato social. “Fire on the Plain” es, en este sentido, un prodigio de la narración coral, que sabe en todo momento dónde situarse, hacia dónde mirar y, por supuesto, hacia dónde debe dirigirnos. Una película imprevisible, inteligente, ambiciosa... uno de los conjuntos más satisfactorios de este curso cinéfilo.

Mientras, en New Directors

Por último, y cuando parece que ya no queda tiempo para más buenas noticias, la sección New Directors nos golpea por última vez, con uno de estos títulos destinados a marcar el estado anímico de todo el festival. Con “Mass”, última sensación del sello de calidad Sundance, seguimos abonados a los debuts estelares. Para su primer film como guionista y director, Fran Kranz (actor al que vimos, por ejemplo, en la magistral “La cabaña en el bosque”) se atreve con uno de los temas más peliagudos que planea, siempre de manera amenazante, sobre la sociedad estadounidense.

La acción (por así llamarla) nos encierra durante casi dos horas en la habitación de una iglesia episcopaliana. Allí debe producirse un encuentro entre cuatro personas; entre dos parejas ligadas para siempre por un trágico suceso. El horror de los tiroteos escolares se vive aquí en diferido, pero con una intensidad digna de la más arrebatadora experiencia cinematográfica: un espectacular elenco actoral, con Jason Isaacs, Martha Plimpton, Ann Dowd y Reed Birney a la cabeza, exprime la palabra hablada como herramienta que calma y excita a las bestias.

Mientras tanto, Fran Kranz se luce desde la posición divina de escitor y realizador. Primero, dando una lección en el dibujo de la sicología de cada personaje; después, usando cada pincelada dada para construir un complejo fresco sobre una problemática en la que, efectivamente, sería imperdonable simplificar. A partir del texto y de una puesta en escena completamente impregnada de todas las virtudes de este, “Mass” se erige en catedralicio tratado sobre la culpa, la responsabilidad y la posibilidad del perdón.

Ahí está, adentrándose una y otra vez en esos territorios que el sentido común nos pide que evitemos, y ahí triunfa, una y otra vez, un director empeñado en contradecir su condición de debutante.

Donde otros muchos veteranos hubieran dudado, él da fuertes golpes sobre la mesa, convencido de que aprendiendo de los errores que vamos sumando como sociedad, se pueden encontrar los remedios paliativos para esas heridas que tanto nos mortifican. Puro arrojo de valentía, de clarividencia y de sabiduría humana. Brutal.

 

Homenaje a Kimuak en la Gala del Cine Vasco

El cine vasco celebraba anoche su gran día dentro de la programación de Zinemaldia. Como es habitual, se otorgó el premio anual que rinde tributo a personas y entes del mundo del cine. En esta ocasión, el premio homenaje ha caído en manos de la iniciativa Kimuak, que impulsa la creación de películas en corto y sustenta la actividad de nuevos creadores vascos. Durante la gala se pudo visionar, asimismo, el último trabajo de Asier Altuna, dedicado a «Hondalea», la obra de Cristina Iglesias en Donostia.

Jon URBE | FOKU