Víctor ESQUIROL
EL BUEN PATRÓN

La oficina del Sr. Blanco

El actor protagonista Javier Bardem (cuyos extraños gestos, dicciones, apariencias y poderosa presencia se erigen en principal argumento de la propuesta) nos da la bienvenida al coto de caza del capitalismo regionalista. El que copia, a pequeña escala, los tics y supuestas claves del éxito del estatal. Aquí manda su personaje, el Sr. Blanco, jefe indiscutible de una empresa que fabrica básculas.

Del mismo modo, podría decirse que el mayor mérito de Fernando León de Aranoa, director y guionista de esta función, consiste en adoptar la visión y sensibilidad (?) de ese ser grimoso que mueve los hilos en la sombra. «Para echarte un cable», dice, «Para echármelo a mí», deberían poner los subtítulos. Con ello, ahora mismo la filmografía del cineasta madrileño cierra el círculo; completa un ciclo que empezó con “Los lunes al sol” y que termina con la película que ahora nos ocupa. En aquella, Javier Bardem daba vida a uno de los “desperdicios humanos” de los supuestos milagros industriales; aquí, se sitúa en las antípodas. Igual que León de Aranoa; igual que un filme que, de aquel entonces a ahora, confirma el salto del drama social a la comedia negra. Dos caras antagónicas que, esto sí, se complementan perfectamente a la hora de plasmar el esperpento en el que andamos metidos. Toca reírse, para preservar la poca salud mental que nos queda… y por supuesto, por no llorar. Tanto a nivel visual como conceptual, la pantalla rebosa imágenes grises, casposas, en lo que cabría considerar como la réplica castiza de la legendaria “The Office”. Como allí, acaba por sobresalir esa mediocridad en la que todos nos ahogamos, pero aquí, rezuma también la pestilencia de la podredumbre moral que va de arriba para abajo.