Aritz INTXUSTA

¿Por qué no se paró la cosecha a tiempo?

Los peores incendios que ha vivido jamás Nafarroa llegaron en una situación climatológica excepcional. No existe un protocolo que indique cuándo hay que detener la cosecha. Medio Ambiente no llegó por cuestión de semanas a tener listos esos parámetros, pero aun así, era posible adelantarse, aunque no se hiciera Otra cosa es que dicha prohibición se hubiera respetado.

(IdoiaZABALETA FOK | U)

L a primera duda a despejar es si la prohibición de cosechar por riesgo de incendios pudo haberse dado antes. La respuesta, rotunda, es que sí. La orden llegó el domingo a las 7.35 de la mañana desde la Consejería de Interior invocando la autoridad que le otorga el Platena (Plan Territorial de Protección Civil de Navarra). Prohibió cosechar, empacar y emplear cualquier maquinaria susceptible de generar chispas y, en consecuencia, incendios. Si la orden se pudo dar en ese momento, se pudo haber dado dos días antes. Así de claro. Esta orden de no cosechar por el elevado riesgo de incendios jamás se había producido hasta el pasado domingo. Nunca, en ninguna otra campaña. La explicación es que no existe un protocolo que regule en qué condiciones hay que prohibir cosechar. La consejería de Medio Ambiente estaba en ello, pero llegó tarde.

Medio Ambiente trabajaba en una orden foral que concretaba cómo y cuándo parar la cosecha, pero no había terminado de rematarla, entre otras cosas, por una fuerte oposición de organizaciones como la UAGN, que había manifestado su «rotunda negativa» a asumir esta nueva normativa, pues la consideraba un ataque contra el sector.

Entre otras cosas, el cambio normativo vinculaba la prohibición de cosechar a las alertas meteorológicas y, también, cuando ya existiera un incendio activo.

Aun entendiendo las dificultades de sacar una normativa así (sin apenas referencias, además, en otras comunidades), no llegar a tener la orden lista por cuestión de semanas siendo el cuarto año de legislatura, ha sido una lástima.

La reactivación de la tramitación de esta orden foral que regule para siempre bajo qué condiciones climatológicas la cosecha debe detenerse se verá, lógicamente, acelerada ahora por la tragedia. Algunos puntos de la orden foral, por cierto, son discutibles y deben ser discutidos. Pero hay que disponer de esa herramienta cuanto antes. La temporada de incendios no ha terminado, apenas acaba de empezar.

Hay que apuntar, por otro lado, que aunque nunca se había prohibido cosechar por riesgo de incendio, también es cierto que una ola de calor tan fuerte y tan temprana, con la mayoría de los campos de la zona media sin cosechar, jamás se había dado. La situación era anómala, inédita, y hubiera merecido, en consecuencia, que se aplicaran medidas no vistas.

Entre los agricultores hay gente que tiene sentido común y conocimiento

del campo, y otros que, directamente, carecen de ambos. El sábado pasado, ante semejante calor y sequedad, muchos cerealistas se quedaron en casa sin que hiciera falta que nadie les dijera nada. Otros, sin embargo, se comportaron temerariamente o, como mínimo, no midieron los riesgos.

Cabe preguntarse también si una prohibición de cosecha no vista jamás hubiese sido cumplida a rajatabla por estos agricultores que, como se ha comprobado, no eran conscientes del riesgo real que existía. Hubo quien se la saltó con media Nafarroa en llamas. La UAGN, insisto, el mismo 9 de junio, estaba jaleando en este sentido. Opino (es estrictamente personal) que una orden dada mucho antes, muy a tiempo, hubiera tenido un cumplimiento discutible.

No se debería obviar tampoco que detener una cosecha tiene un coste económico. Retrasar la recogida de la mies, supone asumir el riesgo de que una tormenta arruine el único ingreso de muchos.

En parte, esta falta de concienciación sobre los nuevos escenarios adonde nos arrastra el cambio climático es culpa también de los medios de comunicación, que no informamos adecuadamente de lo que el calentamiento supone. Es más fácil ponerle un micro a una señora mayor sa-lerosa y preguntarle por lo mal que duerme por el calor que trabajar un tema en profundidad buscando a los más for-mados. Antes de que la prohibición de cosechar llegara, nadie la pidió públicamente. Debimos haberlo a gritos.

Algunos de los incendios, como el de Arguedas y el de Izarbeibar, sí han tenido como detonante la labor agrícola. Puede, incluso, que labores de cosecha efectuadas por distintos agricultores iniciaran fuegos en varios puntos de forma simultánea.

Sin embargo, el incendio más devastador de todos, el de Uxue-San Martín de Unx-Orbaibar y Galipentzu, bien pudo tener un origen natural por los rayos. Probablemente no lleguemos a saberlo. El pri-mero de Leire se sabe fehacientemente que fue natural, pues llegó a darse con el árbol golpeado por el relámpago.

Si los incendios agrícolas y los que parecen de origen natural por haberse iniciado en zonas arboladas no hubieran coincidido

en el tiempo, los recursos para sofocar las llamas no hubieran tenido que dividirse hasta ser insuficientes en todas partes. Por tanto, no se trata solo de que los incendios agrícolas se pueden evitar en gran manera, sino también que su eventual ausencia hará que el resto de los incendios (naturales o provocados por pirómanos) sean más pequeños, por disponer de más medios para su contención, más manos útiles.

Y aquí toca, de nuevo, hablar de los agricultores y sus utilísimas manos. La labor que han realizado decenas de ellos con sus tractores para hacer cortafuegos resultó esenci. Sin su esfuerzo y valentía, los incendios hubieran devenido más graves. Muchos pueblos hubieran corrido otra suerte si no hubieran sido rodeados por los surcos.

Si algunos fueron temera-rios por cosechar, otros lo fueron tirándose por terraplenes para para dejar al fuego sin combustible. Hubo gestos heroicos estos días. Repartamos culpas, pero construyamos sobre ellos también.