Mati ITURRALDE
Médico de Asistencia Primaria
GAURKOA

Mentiras

Después de semanas de dimes y diretes (no sé si puede calificar mejor la cascada de reacciones a la declaración de la consejera Sagardui) y con la impaciencia que produce percibir que a casi nadie le interesa entrar en el fondo de las cuestiones que se plantearon en un foro tan «neocon» como el “Executive Forum España”( patrocinado por los laboratorios Pfeizer y GSK), me quedo con la inquietante derivada de la poca trascendencia que tiene mentir en los foros políticos. Seguramente las verdades a medias y las mentiras enteras son una constante en el discurso político desde hace muchísimos años, y más en democracias como la hispana y su picaresca congénita.

La mentira no es tan escurridiza como la verdad con sus mil caras. La mentira canónica como «la afirmación que hace una persona consciente de que no es verdad» resulta en las relaciones humanas al menos irritante y, sin embargo, en el ámbito público se deja pasar como si fuera irremediable y consustancial a la profesión de la política. Tanto que a veces llego a pensar que eso a lo que se llama «pensamiento mítico» ( lo que vulgarmente se llama creerse las propias mentiras) podría ser una de las cualidades de la consejera Sagardui pero seguramente aplicable a muchos de sus colegas.

 

Aunque también en la mentira hay tonos y maneras. Está la mentira burda, la de negar taxativamente que se ha dicho lo que se ha dicho, a pesar de que existan grabaciones que lo demuestren y las afirmaciones que en ellas se recojan no den margen a la duda. Está la mentira por elevación en las que, a pesar de haber quedado en evidencia que se ha mentido, se trata de cambiar la trayectoria sobre la marcha y se acusa de tener pocas entendederas o intenciones aviesas a los que interpretaron el discurso justo al revés de lo dicho. Y están las mentiras a medias, se mezclan afirmaciones falsas con negaciones verdaderas y viceversa de manera que el «sindios» se hace incomprensible.

Pero bajando al lodazal de la responsable de la sanidad pública de la comunidad autónoma vasca y ajustándome a la primera versión de su plan para la asistencia primaria de Osakidetza, que voy revisando según escribo este artículo, porque la mentira al final nos acaba confundiendo a todos, me gustaría hacer alguna consideración desde la experiencia en la medicina de familia urbana y rural de más de treinta años

 

La primera es que da la impresión de que la consejera y sus expertos conocen la realidad de la asistencia primaria de oídas. No la imagino en la sala de espera de ningún centro de salud del «Gran Bilbao» entre la euforia y la desesperación de haber logrado una cita presencial dos semanas después. Creo que desconoce que la mayoría de los usuarios son mayores, tienen dificultad para la movilidad y las videoconferencias les suenan a chino… Pero que nada estropee la imagen de modernidad y supertecnología de la gestión sanitaria.

La segunda es que la absoluta incomunicación entre las personas que trabajamos en asistencia primaria y las múltiples direcciones de Osakidetza hace que no se atiendan a los problemas reales y se pongan soluciones marcianas a problemas inexistentes, por no hablar de la anulación de la voz de los y las pacientes que se permiten en contadas ocasiones rellenar las hojas de reclamaciones con respuestas lacónicas.

Y la tercera es que al menos yo tengo cada vez más la sensación de que «la trampa de la memoria», esto es, que las personas y las poblaciones actúan en función de lo que ha ocurrido en los tiempos anteriores al presente, nos impide ver la gravedad del momento. Porque todos conservamos en el recuerdo lo que considerábamos la «joya de la corona»: una Osakidetza competente y con una calidad asistencial primaria y hospitalaria muy superior a las de todo nuestro entorno… pero ese tiempo ya ha pasado y nos hemos quedado esperando a que algún héroe nos devuelva la tranquilidad de saber que si lo necesitamos vamos a ser atendido de manera digna, eficiente, cercana y adecuada a nuestra realidad… Pero salir de «la trampa de la memoria» precisa mirar con más atención la realidad y analizar las razones y las responsabilidades y en ese análisis la consejera y su gobierno seguramente no saldrán muy bien parados.

 

Pero vuelvo a la mentira y la política. Hace una semana el presidente Sánchez en una comparecencia anuncio la «ley de equidad, universalidad, y cohesión del sistema sanitario», según sus palabras, para acabar con la privatización del sistema sanitario público. En el texto de dicha ley se deroga la llamada ley 15/97 que había permitido que la asistencia sanitaria se prestara por empresas privadas con dinero público mediante conciertos… pero también se modifica la Ley General de Sanidad donde: ¡Oh, sorpresa! se vuelve a introducir los conciertos con la sanidad privada para dar asistencia sanitaria a cargo del gasto público.

Desde luego puestos a comparar esta segunda mentira está mucho más elaborada que las de la consejera, será cuestión de medios y asesores, pero no nos confundamos si mentir no les pasa factura seguirán chapoteando en el engaño a la ciudadanía encantados de conocerse.

Para recordarles que no estamos tontos el domingo fuimos a la manifestación de Bilbo. Salud.