Dabid LAZKANOITURBURU

Rusia, la OTAN y la profecía autocumplida

E l presidente ruso, Vladimir Putin, ha reaccionado a la definición por parte de la OTAN de su país como una amenaza directa acusando a la Alianza de utilizar a Rusia como el enemigo exterior para unir a sus aliados.

Su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, ha asegurado que, tras la cumbre de Madrid, se ha erigido una Cortina de Hierro, expresión churchilliana (Iron Curtain) para definir el Telón de Acero tras la Segunda Guerra Mundial.

Pero sostener, como hace el en su día lúcido heredero de la escuela diplomática soviética, que es responsabilidad exclusiva de Occidente parece un exceso de frenada cuando resuenan las bombas de la invasión rusa de Ucrania.

A la hora de explicar esta última, no falta quien sostiene que, con la ampliación de la OTAN hacia sus fronteras, y con sus coqueteos con Ucrania, EEUU habría tendido una trampa a Rusia con la que buscaría el mismo efecto corrosivo que para la URSS tuvo la a la postre desastrosa invasión de Afganistán.

No seré yo quien la refute y es verdad que, como humanos, los rusos son susceptibles de tropezar dos veces en la misma piedra. La lentitud de su ofensiva en el Donbass y retiradas como la de la isla de las Serpientes, en la costa del Mar Negro, no son señales de que su campaña militar vaya viento en popa.

Pero ha sido el propio Putin, siquiera irónicamente, quien ha ofrecido una de las claves de la situación al reconocer que «les hemos dado (a Occidente) la oportunidad de unirse».

La OTAN reivindica que ha recobrado su razón de ser, ha dado la bienvenida a Finlandia y Suecia, EEUU quiere ampliar su radio de acción del Atlántico al Indo-Pacífico y los aliados pujan por incrementar sus presupuestos militares. La UE se muestra, de momento, bastante unida.

Si quiere evitar que lo que quede de Ucrania sea anti-rusa y decididamente pro-occidental, aunque siga sin estar integrada en la OTAN, ya puede Rusia reenviar los tanques hacia Kiev.

La OTAN es hoy para Rusia una amenaza mayor que el 23 de febrero, inicio de la guerra.

Es la profecía autocumplida, tan cara al Kremlin. La que aplicó su inquilino al condenar a todos los chechenos por «terroristas islámicos». Al final les ganó.

Pero Chechenia estaba sola. Y no era Ucrania. Y la OTAN estaba entonces más lejos.