Guzmán RUIZ GARRO
Analista económico
KOLABORAZIOA

Sumar, acabará restando

La ministra de trabajo del Gobierno central dixit: «Sumar no va de partidos, ni de siglas, va de impulsar un movimiento ciudadano en el que el protagonismo sea de la ciudadanía». Habida cuenta de las repercusiones del alegato, transversalidad es un concepto que ha vuelto a resurgir al calor del proyecto de Yolanda Díaz. Parece axiomático que la vicepresidenta segunda ansía recuperar el discurso transversal de la primera época de Podemos.

Antes de entrar en el análisis de ese discurso, diría que la transversalidad busca diluir el conflicto entre los de arriba y los de abajo, entre los poderosos y la gente subordinada, con apariencia de neutralidad. El equivalente al punto de encuentro entre las oligarquías y las clases populares es dar un perfil ecléctico compatible con la ideología dominante en vez de un pensamiento crítico y transformador.

A la tutora de Sumar, no la gusta que la encajen en el espectro político de la izquierda, ni siquiera en el del llamado bloque progresista. La ministra quiere escuchar y hablar «a toda la sociedad española», la izquierda de la izquierda «es algo muy pequeño y muy marginal». Aboga por una transversalidad con perfil de izquierdas, no de centro, pero no se muestra afortunada cuando asevera que la sanidad no es de izquierdas ni de derechas. Siempre pensé que, ante el desmantelamiento de la sanidad y la educación pública por parte de la derecha, defender estas era de izquierdas.

Disparar contra los partidos que conforman su entorno, obviar a muchos de sus dirigentes, aunque su proyecto sea coincidente en parte con la estrategia de Más País, será como pegarse un tiro en el pie. Percibo falta claridad en su ideario, si bien se define su transversalidad como popular y progresista.

La irrupción de Sumar, tal y como se está produciendo, desdibuja y debilita a Unidas Podemos, el único baluarte organizativo con recursos e implantación suficiente en el espectro político referido. Por muy vetusta que le parezca a la señora Díaz la función de los partidos, para conseguir el objetivo de «una mayor igualdad de posiciones, estatus y capacidades, el empoderamiento cívico y la no-dominación», a día de hoy, no bastaría con un movimiento ciudadano varado por el ciclo covid y gripado por el decaimiento combativo. Si su modelo quiere parecerse al de Mélenchon, las coyunturas no son tampoco similares: el PSOE no está en fase de descomposición como el francés.

Que el torpe espectáculo dado por los partidos de izquierda en las recientes elecciones andaluzas no invite a repetir las mismas experiencias, no justifica la desafección de la militante del PCE a todo lo que suene a siglas.

Si la transversalidad no es consenso liberal, para demostrar que su transversalidad conlleva un enfoque positivo y sugerente «para la ampliación de la base social y electoral de las fuerzas del cambio y su desarrollo discursivo, programático y sociopolítico», la mandataria de Trabajo tendría que asumir que la izquierda siempre ha sido cainita y autodestructiva. Si el proyecto trasciende a los partidos, si prescinde de ellos, por muchas y muchos intelectuales progresistas que la den su firma, la suma de Sumar sería como una mezcla sustractiva. Aclaro que se llama sustractiva porque al ir añadiendo colores pigmento, sustrae el color. El principio en el que se fundamenta la mezcla sustractiva es muy diferente a la mezcla aditiva y su resultado es bastante menos luminoso. La mezcla aditiva suma y la sustractiva resta.

Para finalizar, permítaseme una advertencia: todas y todos estamos tentados por el síndrome de hybris (es un concepto griego que puede traducirse como desmesura del orgullo y la arrogancia) y este surge especialmente en aquellas personas que desarrollan un cambio de carácter cuando se encuentran en un puesto de poder. En neurología, se asocia el hubris o hybris a la pérdida de contacto con la realidad, al aislamiento progresivo. Concluyamos pues considerando los efectos de este síntoma y deseando que el proceso de escucha no nos deje sordos.