Josu MONTERO
Escritor y crítico

El tiempo recobrado

Inexorablemente el tiempo somete a una perpetua y angustiosa transformación a los seres y a las cosas. Pero hay ciertas experiencias que revelan la existencia de un orden liberado del tiempo; el tiempo puede ser recobrado, o incluso abolido. Esas son las líneas de fuerza de esa monumental novela circular de 3.000 páginas que es «En busca del tiempo perdido». El 7 de noviembre de 1913 -hace un siglo-, pagado de su propio bolsillo, Monsieur Proust publicó «Por el camino de Swann», el primero de sus siete volúmenes. Pocos meses después estallaría la Gran Guerra, y el siglo XX pisaría a fondo el acelerador del tiempo dejando muy atrás no solo el mundo de Proust o de Lampedusa sino al propio ser humano. Hace años me irritaba Proust; esas frases larguísimas que fluyen al ritmo moroso del pensamiento o de la percepción que busca en los detalles alcanzar el meollo de la realidad; me irritaba la vida ociosa de ese señorito esnob que un día mojó una magdalena en el té y abrió así, sin pretenderlo, un agujero negro luminosísimo en el que se zambulló años y años para mostrarnos que el tiempo no existe, ya que en nuestro presente están también todas las edades de nuestra vida. Proust vivió 51 años. Cuatro más que Camus, nacido en 1913, el año que apareció «Por el camino de Swann». El padre de Camus murió en el frente meses después. Cuando en 1960 el coche en el que viajaba se estrelló contra un árbol, Camus estaba escribiendo «El primer hombre»; allí contaba la visita al cementerio en el que estaba enterrado su padre, junto a los tantísimos caídos en aquella carnicería de El Marne. Sintió entonces cómo ese monstruo ciego que es la Historia devora siempre a los humildes, y decidió tomar desde ese momento partido por el Individuo, y por el Presente, el eterno presente que nos salva de la vorágine de la Historia y del Tiempo.