Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «Blue Jasmine»

Woody Allen desentraña la sociedad de las apariencias

Los economistas con vocación divulgadora se están haciendo de oro explicándonos algo, por otro lado tan evidente, como que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. En medio de tanto charlatán mediático se agradece la intervención mediadora de una cineasta con la categoría de Woody Allen, que se siente como pez en el agua desentrañando a la sociedad de las apariencias. Nadie mejor que él para retratar a la efímera clase del milagro económico, la del «visto y no visto», porque en su vida nunca han existido grandes vaivenes y se ha mantenido estable dentro de la profesión, a pesar de aquellos que anunciaron su fracaso artístico o su ruina total.

A tenor de los malos augurios se dijo que el autor de «Manhattan» ya nunca iba a ser profeta en su tierra, siendo condenado por muchos al eterno exilio europeo. De repente el panorama ha cambiado y Woody Allen vuelve a estar bien visto por la industria de Hollywood, tanto, que ya se habla de posibles nominaciones a los Oscar por «Blue Jasmine».

La crítica estadounidense se ha deshecho en elogios hacia su nueva película, emparentándola con el drama clásico de Tennessee Williams «Un tranvía llamado deseo». No es que Cate Blanchett emule a la Blanche DuBois que inmortalizó en lapantalla Vivien Leigh a las órdenes de Elia Kazan, sino que Allen aprovecha un personaje tan reconocible para recordar al personal que la diferencia de clases siempre ha estado ahí, y que se acentúa aún más si cabe en los periodos de incertidumbre en los que se pasa de rico a pobre a velocidad de vértigo.

El transito del lujo a la miseria es el que personifica Cate Blanchett, como Jasmine, en su viaje de las mansiones veraniegas de los Hamptons a un modesto apartamento de San Francisco. La desproporcionada mudanza la vuelve loca, pero su demencia es retratada a plena luz del día, que es como suceden hoy en día las mayores catástrofes. Por eso la luminosidad que aporta la fotografía de Javier Aguirresarobe se convierte en el mejor aliado del recital de la australiana.