Marcel GASCÓN-Claudine RENAUD
MUERTE DE NELSON MANDELA

Entre la tristeza y la emoción, Soweto clama: «Gracias Mandela»

Los africanos acompañan del baile todas sus grandes ocasiones, tristes y alegres, y Soweto, el gueto negro por excelencia de la Sudáfrica del apartheid, bailó ayer una vez más por Nelson Mandela, su vecino más ilustre.

La calle de Vilakazi amaneció nublada y llena de bullicio, tras conocerse el jueves, minutos antes de la medianoche, la muerte a sus 95 años del expresidente.

En la meca de la lucha contra el apartheid, la población negra expresa su gratitud al expresidente. Cynthia Mmusi, que completó una noche de vigilia tras conocer la noticia, aseguró a AFP que «él lo era todo para nosotros».

«En nuestra cultura los hombres no lloran, pero anoche lloraron. Él es el padre de nuestra nación», afirmó a AFP Siyabulela Mfazwe, de 30 años.

Pero muchos también dicen sentirse aliviados de que el héroe nacional y figura mundial de la reconciliación haya podido morir en paz tras una larga agonía. «Por fin descansa en paz», admitió Vuyiswa Qagy, de 29 años.

Si no más numerosos, los habituales grupos de turistas parecían más activos, y residentes del barrio peregrinaban ante el número 8115, donde Madiba vivió desde 1946 a 1962, y donde tras su encarcelamiento permaneció su exesposa Winnie, avivando la llama de la lucha contra el apartheid. Allí depositan ramos de flores, le tributan una íntima despe- dida y se van.

«Vivo cerca y he venido hoy aquí porque es un día especial», dijo a Efe Nokuzola Tschabalala, que ha traído a conocer el barrio a sus compañeros de trabajo. «Es un gran hombre para nosotros y hoy es un día triste para Sudáfrica», explicó.

El sol sale en Soweto a media mañana, el día se calienta y con él el ambiente, de la mano de cientos de militantes y simpatizantes del gubernamental Congreso Nacional Africano (CNA), el partido que un día lideró Mandela, que vestidos con sus camisetas amarillas bailan en círculo y cantan viejas canciones de la lucha contra el régimen del apartheid.

Desde los márgenes del círculo les miran y fotografían turistas y vecinos, que ya han dejado en los murales de la pared del 8115 sus mensajes de condolencias.

«Es un icono del país y de los sudafricanos. Lo echaremos mucho de menos», comentó Straton Nell.

Sifiso Mnisi, de 40 años, cubrió su coche de mensajes en honor a Mandela: «Mi presidente negro», «peleaste contra las dominaciones negras y blancas, dankie (gracias en afrikaans) hijo».

El espacio pronto se le queda pequeño al grupo del CNA, que se desplaza a lo largo de la calle al ritmo de los mismos himnos. Lo encabezan los niños, que bailan y cantan con la misma pasión que los adultos, y se les suma igual de festivo un grupo de jubiladas de la Liga de Mujeres del CNA.

Por encima de colores

Pero el reconocimiento público hacia Madiba trasciende ampliamente el color político, y el de la piel. Porque el expresidente no era un político cualquiera. Marcó a quienes tuvieron algún contacto con él.

El sudafricano Bryan Person, corresponsal de AFP en el país entre 1990 y 1999, escribía ayer: «Nos incitaba a todos a que fuéramos mejores seres humanos o, más exactamente, que reconociéramos las virtudes de la reconciliación en una época en la que los sudafricanos, blancos o negros, todavía sufrían las cicatrices del apartheid.

«Este debe ser un momento para unirnos como país, como consiguió que hiciéramos Mandela», señaló a Efe Andy Coetzee, afrikáner (descendiente de los colonos centroeuropeos), activista cultural y empresario del ocio que opera en Soweto. No esconde su ilusión ante lo que considera «una oportunidad para volver a acercarnos», y se pone «el primero» a disposición del empeño que en su día consiguió Mandela.

Mientras Coetzee habla, niños y adultos dejan la huella de sus manos y firman en dos murales colocados junto al muro rojo de la antigua casa de Madiba, que un día vivió las penalidades a que estaban condenados los negros y hoy es uno de los lugares más turísticos de la nueva Sudáfrica.