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Pekín y Seúl advierten a Tokio tras la visita de Abe al santuario de Yasukuni

China y Corea del Sur criticaron duramente ayer la visita del primer ministro nipón, Shinzo Abe, al polémico santuario de Yasukuni, que no ha hecho sino agravar la tensión en la región, y advirtieron de que tendrá «graves consecuencias». El lugar alberga los restos de catorce criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial y desde 2006 ningún jefe de Gobierno japonés lo había visitado hasta que Abe tuvo esta particular forma de celebrar su primer año en el poder.

Los gobiernos de China y Corea del Sur, dos países que padecieron el dominio colonial japonés hasta 1945, criticaron duramente la sorpresiva y provocativa visita de Shinzo Abe al santuario bélico sintoista de Yasukuni, que honra a millones de combatientes nipones caídos en conflictos armados entre 1853 y 1945 y donde se encuentran los restos mortales de catorce políticos y oficiales del Ejército Imperial condenados como criminales de guerra por el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente por actos cometidos la última contienda mundial.

Abe, que también ocupó la Jefatura del Gobierno entre 2006 y 2007, no había acudido nunca como primer ministro -aunque sí varias veces cuando fue ministro portavoz en el Gabinete de Junichiro Koizumi- a Yasukuni, que no había sido visitado por ningún jefe del Ejecutivo desde que Koizumi lo hiciera anualmente entre 2001 y 2006. Lo hizo de forma inesperada ayer, el día en que cumplía un año en el poder, en un gesto que solo contribuye a provocar a sus vecinos y a elevar aún más la tensión en la región.

China y Corea del Sur consideran las habituales visitas a Yasukuni por parte de políticos japoneses como acciones que reivindican la opresión colonial y el militarismo.

El ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Li, convocó al embajador japonés en Pekín, al que le transmitió que su país debe asumir la «plena responsabilidad» por las «graves consecuencias políticas» que tendrá esa visita. Wang agregó que ese gesto de Abe lleva a Japón en una dirección «extremadamente peligrosa».

El portavoz del Ministerio, Qin Gang, consideró que la acción del primer ministro «pisotea de manera grosera los sentimientos del pueblo chino y otros pueblos asiáticos» que padecieron el expansionismo de Japón. «La visita daña la base de la relación bilateral y construye una nueva barrera para la mejora de los lazos mutuos», aseguró en rueda de prensa Qin, quien retó a Abe a visitar el memorial de la Matanza de Nanking, perpetrada en 1937 por el Ejército japonés en la entonces capital de China, para mostrar «verdadero respeto».

Qin constató la coincidencia del gesto de Abe con el día en el que China celebraba el 120 aniversario del nacimiento de Mao Zedong y, por ello, recordó que el Gran Timonel luchó contra la invasión y el imperialismo japonés.

La visita de Abe llegó apenas un mes después de que China anunciara la creación de una controvertida zona de identificación de defensa aérea, que exige identificación a las aeronaves extranjera que la atravieses y que incluye a las islas Diaoyu (Senkaku en japonés), controladas por Tokio, pero reclamadas por Pekín.

La disputa por estos islotes deshabitados, que se remonta a 1895 cuando Japón se anexionó este archipiélago, se recrudeció después de que en 2012 el Gobierno nipón comprara varios de ellos a un particular japonés y, desde entonces, ha enfriado sus relaciones bilaterales.

El Gobierno surcoreano, por su parte, calificó de «lamentable» y«anacrónica» la visita al santuario, que «glorifica agresiones coloniales y consagra a criminales de guerra», explicó en un comunicado el ministro de Cultura, Yoo Jin-ryong.

El ministro surcoreano de Exteriores, Kim Kyou-hyun, convocó a la segunda autoridad de la Embajada de Japón en Seúl, Takashi Kurai, al que trasladó una protesta formal y advirtió de que tendrá un impacto negativo en las relaciones bilaterales entre ambos vecinos.

Los lazos entre Tokio y Seúl, que también se disputan otro grupo de islotes en el Mar de Japón, no han estado en buena sintonía desde la llegada al poder del derechista Abe.

«Decepción» de EEUU

La repercusión de la visita de Abe a Yasukuni fue ayer tan elevada que incluso el Gobierno de Estados Unidos, principal aliado de Japón, mostró su «decepción», al considerar que esa acción «agravará las tensiones» con los países de la región.

En un intento de evitar las protestas de sus vecinos, el primer ministro japonés aseguró, tras realizar una preve oración en el interior del recinto, que su intención no era «herir los sentimientos» de China o Corea del Sur. «Es un malentendido pensar que acudir al santuario es venerar a criminales de guerra. No se trata de eso . Simplemente se trata presentar mis respetos con motivo de mi primer año en el cargo».

Abe agregó que solo rezó «por el descanso de aquellos que perdieron su preciosa vida por Japón en la guerra» y sostuvo que con ello quería mostrar que su propósito es que su país «nunca volverá a participar en ninguna guerra».

Los más críticos consideran que la visita es definitoria de la política de Abe, cuyos dos mandatos han estado marcados por gestos contradictorios y discutibles hacia sus vecinos.

Nieto del ex primer ministro Nobusuke Kishi, un proimperialista condenado y rehabilitado después por EEUU, Abe es uno de los grandes impulsores de la omisión de las tropelías de Japón en Asia antes y durante la Segunda Guerra Mundial en libros de texto que han pasado por las manos de millones de nipones desde la pasada década.

El último incidente diplomático en torno a santuario bélico de Yasukuni tuvo lugar en agosto, cuando Abe tenía previsto visitarlo para conmemorar el 68 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente lo canceló, aunque envió a dos miembros de su Gobierno para realizar una ofrenda floral a título personal.

El pasado mes de abril, Japón ya desató un conflicto diplomático con China y con Corea del Sur cuando tres parlamentarios del gobernante Partido Democrático Liberal (PDL) acudieron a Yasukuni y realizaron una ofrenda floral en nombre de Abe, también a título personal.

Shinzo Abe eligió el día en que se cumple un año de su llegada al poder para su primera visita a Yasukuni como primer ministro.

A su llegada Llegando al poder el 26 de diciembre de 2012, Abe encontró un Japón sumido en la duda, con una economía languideciente, una trauma nuclear, dificultades con Washington e incertidumbres regionales frente a China. Y en un año ha conseguido tomar las riendas del país, al que ha dado un gran giro a la derecha.

Primero llevó a su formación, el Partido Liberal Demócrata (PLD), a la victoria en las elecciones legislativas del 16 de diciembre, poniendo fin a tres años en el poder del Partido Democrático de Japón (PDJ, centro-izquierdo). En julio siguiente, le llevó a una segunda victoria en el Senado, dando paso a tres años sin elecciones a la vista, un lujo después de años de inestabilidad crónica.

«Políticamente, lo está haciendo bastante bien. El PDJ está en estado de coma y, en el seno de su propio partido, realmente no tiene oposición», declaró a AFP Robert Dujarric, de la Universidad Temple de Tokio.

Su primer paso por el Gobierno le dejó una imagen de político ineficaz, lo que contrasta con su imagen actual.

No es tiempo del «bello Japón» con la que soñó en 2006, sino del un «Japón fuerte». Sus reformas estructurales pusieron a la economía japonesa en el camino de la recuperación y Japón volvió a crecer.

«Mi política es la única posible», aseguró a AFP en junio.

Después estaba el frente diplomático, con una triple obsesión: la seguridad energética de su país, reforzar sus relaciones con EEUU y hacer frente y contrarrestar la influencia china.

La tensión enturbia la celebración del 120 aniversario del nacimiento de Mao

China recordó ayer con numerosos homenajes el 120 aniversario del nacimiento de Mao Zedong, fundador de la República Popular, en la que sus seguidores celebraron la jornada con un bol de los tradicionales fideos chinos y fuegos artificiales, a pesar de que la conmemoración se vio empañada por la visita del primer ministro japonés, Shinzo Abe, al polémico santuario de Yasukuni. El presidente chino, Xi Jinping, participó, junto al primer ministro, Li Keqiang y a otros líderes del país, en un discreto homenaje en el mausoleo de Mao en la plaza de Tiananmen, en Pekín.

Miles de «peregrinos» admiradores de Mao, el Gran Timonel que «derrotó al imperialismo japonés» participaron en una vigilia junto a su casa natal en Shaoshan, en la provincia de Hunan, mientras los fuegos artificiales iluminaban el fuego.

«Mao fue un dirigente excepcional de la nación China, que era perfecto y del que los jóvenes podemos aprender mucho», aseguró Jian Qi, empleado de una empresa de construcción de 33 años.

La multitud, entre la que había varios dobles de Mao, se atropellaba para inclinarse ante una gigantesca estatua del ídolo revolucionario, mientras algunos de los presentes lanzaban vivas al «presidente Mao». Otros se arrodillaban religiosamente ante su estatua, quemando varillas de incienso y recitando poemas.

Buena parte de los 1.940 millones de yuanes (230 millones de euros) gastados por la ciudad de Shaoshan para la celebración se hizo humo en estos fuegos de artificio que se prolongaron durante más de cuatro horas, mientras los visitantes recibían cuentos gratuitos de fideos chinos - plato tradicional de los aniversarios en China, ya que su longitud simboliza la longevidad-.

En Pekín, en un breve pero solemne acto, Jinping y el resto de la cúpula comunista efectuaron tres referencias, tradicional muestra de respeto a antepasados y mentores en la cultura chino, de pie frente al cuerpo embalsamado de Mao, que es visitado a diario por miles de turistas en el corazón geográfico y político de la capital.

El liderazgo chino le respeta por haber encabezado la revolución que logró la fundación de la República Popular en 1949, pero admite que cometió errores, como las hambrunas que causó la política económica del «Gran Salto Adelante» (1958-61) o las consecuencias de la Revolución Cultural (1966-76). La línea oficial mantiene que Mao «cometió un 70% de aciertos y un 30% de errores», pero los medios oficiales destacan la importancia histórica de Mao para que China acabara con siglo y medio de feudalismo y colonialismo por parte de Occidentes y de Japón». GARA