Maribi Ugarteburu
Parlamentaria vizcaina de EH Bildu
GAURKOA

Bizkaia, continuismo o cambio

«La situación de Bizkaia es de auténtica emergencia social, pero las políticas públicas no están a la altura», manifiesta la autora del artículo, quien aboga por poner los cimientos de un nuevo modelo socioeconómico, «sin quedarse mirando a que pase la crisis», para afrontar los problemas de la economía vizcaina. «Defender Bizkaia no es fomentar una autocomplacencia provinciana, sino detectar las carencias, analizar los problemas, proponer soluciones, comprometerse con esta tierra», afirma. Tras analizar también las alianzas formadas, la parlamentaria concluye que las alternativas son PNV o EH Bildu, «la vieja política» o «el cambio político y social».

Si hoy recuperásemos el Impuesto de Patrimonio (...) la gente se marcharía a otros sitios porque pagaría menos. El efecto neto de volver a poner este gravamen no sería recaudar más. Obtendríamos menos (...) Algo similar ocurre con el Impuesto de Sociedades». Así justificaba el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, en julio de 2011, el regalo que PNV, PP y PSOE hicieron a los ricos con la supresión de este impuesto. A finales de aquel mismo año la presión social y política obligó a la Diputación a recuperar este tributo. En 2013 las arcas públicas de Bizkaia recaudarán más de 70 millones de euros por este concepto. Parece que José Luis Bilbao se equivocaba.

En enero de 2013 los presupuestos de Bizkaia los pactaron PP y PNV sin tocar los impuestos. Era imposible y/o innecesario, decían hace once meses. Se acaban de aprobar los de 2014 y su eje es un acuerdo fiscal tripartito. Se trata de una reforma descafeinada, forzada por los grandes resultados que ha producido la que anteriormente puso en marcha en Gipuzkoa EH Bildu. Tratan de cerrar el paso a la profunda y ambiciosa reforma que necesitamos, pero el acuerdo tripartito es una reforma fiscal al fin y al cabo, lo opuesto a lo que decían hace muy poco tiempo.

Los notorios errores y vaivenes de la política fiscal, pilar competencial de la foralidad, son un ejemplo más de la desorientación estratégica que padecen los responsables de la Diputación de Bizkaia. Van improvisando en este y otros temas, sin tener un rumbo claro en aspectos fundamentales. La situación de Bizkaia es de auténtica emergencia social, pero las políticas públicas no están a la altura. Nos hablan de una crisis sin precedentes y tratan de salir de ella aplicando políticas rutinarias, repetitivas, fracasadas. El modelo de grandes infraestructuras antiecológicas y ladrillo se ha hundido y no tienen recambio. La infrautilizada y carísima Supersur y el calamitoso TAV, sin plazos, proyecto, enlaces, ni futuro, más allá de seguir devorando dinero público, son los paradigmas de este fracaso.

Tras tantos excesos, la Hacienda vizcaina, con 2.200 millones de deuda, se encuentra en un estado delicado, como el conjunto de la provincia, en la que 100.000 personas están en paro. En comarcas como Bilbo o Ezkerraldea la tasa de desempleo supera el 20%. Se cuentan por cientos los y las sin techo; seis han fallecido en la calle en los últimos meses. Esta situación está en parte relacionada con los 7.000 desahucios sufridos en los últimos años en Bizkaia, actividad en la que «nuestra» Kutxabank ha sido líder. La pobreza, incluso en sus grados más severos, es una realidad creciente en nuestro herrialde. 40.000 personas reciben la Renta de Garantía, imprescindible tabla de salvación para decenas de miles de ciudadanas, mientras que el resto de ayudas sociales están agotadas. Las políticas sociales no son suficientes y solo la red de voluntariado ciudadano que atiende a miles de personas, proporcionándoles comida y vestido, evita una catástrofe social.

Un descenso del PIB del 1% hasta octubre augura que la tan cacareada recuperación solo va a ser, en el mejor de los casos, dejar de descender para arrastrarse por el fondo durante mucho tiempo.

No basta con quedarse mirando a que pase la crisis, a que desde fuera nos venga la solución. Los problemas de la economía vizcaina no se arreglan apareciendo con un cheque entre los flashes. En primer lugar, y antes que nada, es necesario garantizar unas políticas sociales suficientes que resuelvan las problemáticas más acuciantes de una forma eficiente y global desde el ámbito público. También hay que defender cada fábrica y cada empleo, frenando las deslocalizaciones oportunistas y garantizando el acceso al crédito de las pymes. Y proteger la calidad del empleo con medias concretas, como las cláusulas sociales. También hace falta trabajo a medio y largo plazo. Bizkaia tiene profundas carencias estructurales y es necesaria la implicación institucional para superarlas.

Debemos poner las bases de un nuevo modelo socio-económico, con base en una industria renovada. Un modelo que combine tecnología, ecología y derechos sociales, en el que las grandes infraestructuras lo sean para el conocimiento y la calidad de vida. Un modelo de futuro sostenible económica, ecológica y socialmente, en cuyo diseño e implantación las instituciones deberían jugar un papel de liderazgo, en colaboración con el conjunto de agentes sociales.

Pero el PNV apuesta por el continuismo en Bizkaia, están en el parcheo. Defender Bizkaia no es fomentar una autocomplacencia provinciana, sino detectar las carencias, analizar los problemas, proponer soluciones, comprometerse con esta tierra. Hay que hacer frente a la realidad, aunque duela, para transformarla, para mejorarla.

La crisis también ha afectado de forma significativa a los ayuntamientos vascos. Muchos municipios vizcainos están en situación de auténtica quiebra o con deudas desproporcionadas.

En casi todos estos casos aparece un doble denominador común: una gestión anterior del PNV y un gasto excesivo e innecesario como causante de la deuda. Pero hay que recalcar que aquí existen realidades diferenciadas, ya que algunos de estos municipios han pasado a estar gobernados por EH Bildu y la mejora de la gestión está empezando a dar sus frutos con casos como los de Dima, Bermeo, Lemoa, Sopela o Urduña, a pesar de que estos municipios sufren un peor trato por parte de la Diputación. Otros ayuntamientos, todavía bajo gestión jelkide, como Alonsotegi o Bakio siguen en el pozo, sin visos de salir de él.

No podemos terminar este repaso a la situación de Bizkaia sin destacar que, tras sus pactos con el PNV, el PSOE ha abandonado la política vasca y renuncia a constituir ninguna alternativa, ni para Euskal Herria ni para Bizkaia. Sometido a los dictados de su líder, el PSOE no va a hacer nada, ni en el terreno de la resolución del conflicto ni en defensa de las políticas de izquierda, que pudiera perjudicar a Patxi López de cara a sus aspiraciones a la presidencia del PSOE y a una hipotética campaña electoral en Madrid.

Con ello queda claro que en Bizkaia, al igual que en Euskal Herria, las alternativas se reducen a dos: PNV o EH Bildu. Se trata de elegir entre la vieja política, representada por el viejo partido, u optar por el cambio político y social. 2013 nos ha mostrado que la opción del cambio es la opción de futuro y que el continuismo es la apuesta más arriesgada.

Como primera, y ahora única, fuerza de la oposición en Bizkaia y gobernando eficazmente casi un tercio de los ayuntamientos del herrialde la alternativa de EH Bildu es una opción de cambio realista y posible.