EÑAUT BARANDIARAN
RUGIDOS ROJIBLANCOS

La jauría rojiblanca

Los duelos Athletic Club-Real Madrid son un subgénero propio dentro de la historia de La Liga. Dos equipos que no han pisado otro suelo que el de Primera División y acumulan duelos de tú a tú desde principios del siglo pasado, aunque el devenir de la historia, en forma de Ley Bosman, reparto de los derechos televisivos o generosidad de Bankia, haya ido ahondando las diferencias entre uno y otro hasta tal punto que a día de hoy, y desde hace casi tres lustros, son pocos los partidos en los que el Athletic le ha presentado batalla al Real Madrid, y la mayoría de ellos, salvo contadísimas excepciones, siempre al abrigo de San Mamés. Como muestra, los merengues se dejaban en la capital 96 millones (en moneda Neymar, imagino) y contaban con Jesé, Di María o Isco para sustituir al galés Bale.

El partido tuvo todos los ingredientes previstos, incluida una polémica de la que el Athletic salió -sorprendentemente- ileso, y volvió a demostrar que en los días grandes San Mamés, hormigón arriba ladrillo abajo, sigue estando a la altura de su centenaria historia. A agrandar el mito del estadio contribuye un equipo con alma de Mateo Txistu, el cazador (y cura) errante, cuya leyenda se alimenta en las noches desapacibles como la del domingo, cuando el viento aúlla, las ramas de los árboles crujen y se escucha ladrar a jaurías de perros; cuenta la fábula que un día, mientras oficiaba misa, escuchó ladrar a sus perros, alertados por la presencia cercana de una liebre, y, carcomido por la impaciencia, dejó el altar, cogió su escopeta y se fue tras la presa. Su persecución no tendría fin, ya que fue castigado por los dioses a correr día y noche por toda la eternidad, persiguiendo una presa inalcanzable. Algo así le debe pasar a este equipo, que corre tras el balón como un condenado, con una determinación inquebrantable, y no cuesta imaginar que mientras lo hacen aún escuchan al viento aullar «¡vamoooooo, vamoooo, karajo!».

Reducir todo el discurso futbolístico del Athletic a la condición física no sería justo, siendo como es un asidero que utiliza para llevar a cabo una propuesta valiente y generosa en el esfuerzo, pero también dotada no solo de chorretones de sudor, sino de gotas de indudable calidad, la pared de Ibai con su destino y posterior misil tierra-aire como último exponente. El golazo del extremo de Santutxu puso las tablas en un partido en el que la jauría rojiblanca volvió a definirse como un equipo grande. Condenadamente grande.