EDITORIALA
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Suiza: tanta riqueza como miedo a perderla

Por una estrecha mayoría del 50,3% y una participación remarcable cercana al 60%, los suizos han votado «sí» a parar la «inmigración en masa». El resultado del referéndum impulsado en solitario por el partido de extrema derecha Unión Democrática de Centro ha generado diversas reacciones, desde el aplauso de los movimientos populistas y xenófobos europeos, que se ven todavía más fortalecidos, hasta la preocupación en torno al nivel de irracionalidad que ha adquirido el debate migratorio y las consecuencias que podría tener para Suiza y para el resto de Europa. De hecho, reintroducir restricciones al número de extranjeros a los que se les permitirá vivir y trabajar en Suiza puede tener consecuencias en los tratados bilaterales con la Unión Europea. En plenas discusiones sobre el secreto bancario que permite que miles de millones de euros defraudados sean allí depositados, este «sí» puede también ser utilizado como arma de presión para negociar.

El resultado, asimismo, es expresión de la existencia de un miedo social. El vocabulario suizo de lo políticamente correcto, de hecho, utiliza la reveladora palabra dichstetsess -que en biología se refiere al estrés provocado en los animales por el hacinamiento- para explicar los supuestos males de la inmigración. Miedo al cambio y a no poder poner límites, a la imposibilidad de echar el freno a un flujo masivo que pone en peligro los «genuinos valores suizos». Especialmente visible en las zonas germano-parlantes y rurales, esa perspectiva de tener que «compartir la riqueza» con los inmigrantes se ha convertido en una angustia existencial.

Porque ni el carisma de Guillermo Tell ni la descolorida Vieja Confederación Helvética evocan ya su reivindicada excepcionalidad. Suiza es un isla próspera en el centro de una Europa en dificultades, y es esa prosperidad, el tener más que los países vecinos, lo que más resalta de su identidad nacional. Pero el que tiene mucho tiene mucho que perder, y restringir la entrada de inmigrantes por temor al declive, un precio demasiado caro.