IÑAKI IRIONDO
ANÁLISIS | Ponencia política del PP de la CAV

El PP se ve a sí mismo como un partido profesional

La ponencia política del PP de la CAV redactada por Borja Sémper dibuja un partido profesional, en el que todos parecen ser cargos institucionales, una formación de nacidos en los años 60 y 70 del siglo XX que, sin embargo, toman como referente cultural una revista de 1880.

El Partido Popular de la CAV celebrará el próximo fin de semana su 14º Congreso Regional, convocado para mayor gloria de Arantza Quiroga y que ya se verá como acaba por las disputas de liderazgo, protagonismos y cuotas territoriales.

Junto al corte y confección de la nueva ejecutiva que será lo que ocupará las negociaciones previas y, si andan tarde, hasta las componendas de última hora en salas anexas a puerta cerrada, el Congreso deberá ratificar la ponencia política redactada por Borja Sémper. En el plano táctico y estratégico, hay pocas novedades en ella, salvo algunas frases contundentes, tan del gusto de la derecha, como que «si se olvida de las víctimas, su lugar lo ocupan los asesinos». Se refiere, claro está, a ETA, no a ninguna otra violencia anterior o coetánea. Porque hay cosas sobre las que el PP prefiere no profundizar. Por ejemplo, sostiene que «no es el momento de analizar» por qué «un sector de nuestra sociedad -ETA y su entorno- definió a otro sector como radicalmente `el otro', `el enemigo'» y por qué entre «los odiados», las «Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado fueron un objetivo prioritario».

El PP, claro está, aparece como defensor del Estatuto de Autonomía, dice superada la división entre izquierda y derecha para sustituirla por «sociedades abiertas y cerradas», y rechaza rotundamente, por empobrecedora y arcaica, la revindicación de la independencia.

Eso sí, a los independentistas les da la buena noticia de que «los partidos independentistas, con especial singularidad el PNV y la llamada izquierda abertzale, confluyen en un proyecto de independencia de Euskadi que pretenden poner en marcha tras las próximas elecciones autonómicas si la aritmética de los resultados electorales se lo permite».

En todo caso, hay que advertir que las cuestiones aritméticas habrá que dejarlas para otros porque en el PP no andan muy fuertes. Sostienen en su ponencia que «somos una fuerza creciente en Gipuzkoa», cuando los resultados muestran que en cada elección han tenido un resultado peor que en la comparable anterior, y se creen también «decisivos en Bizkaia», cuando el reparto de escaños y concejalías lo desmiente.

Pero la ponencia redactada por Borja Sémper tiene una virtud: retrata que la actual dirección del PP confunde el partido con ellos mismos, políticos profesionales de una misma generación, anclados en un pasado españolista.

Profesionales de la política. Es común que los partidos hagan referencia en sus documentos internos a las obligaciones o compromisos de sus cargos internos y representantes institucionales. El PP de la CAV va más lejos e identifica a todos sus afiliados como tales. De hecho, al parecer, todos ellos cobran de lo que sale de nuestros bolsillos.

El texto redactado por Borja Sémper dice así: «Nosotros somos empleados y servidores de los ciudadanos, al servicio del bien común, ellos nos eligen, ellos pagan nuestros sueldos y es suyo el dinero que manejamos en las instituciones».

Al menos tranquiliza que ya que les pagamos, los del PP nos garantizan su «más absoluto respeto a toda la ciudadanía, respeto que se materializa en un compromiso intachable en el ejercicio de nuestro papel como empleados públicos».

Lo que escama es el juego entre presente y futuro, entre la primera persona y la tercera del plural que se hace en otro párrafo de la ponencia. Primera persona del plural y en presente: «todos los cargos del Partido Popular del País vasco asumimos un compromiso público de ejemplaridad» y otra serie de valores morales. O sea, todos somos buenos. Pero cuando se trata de estudiar... «todos los cargos públicos del PP tendrán (tercera persona del plural y futuro) la adecuada preparación y motivación para el servicio público a los ciudadanos vascos».

En todo caso, lo que el PP aclara es que «una sociedad abierta necesita políticos, no pastores».

Misma generación. Cualquier partido suele tender a presentar como virtud su carácter intergeneracional, es decir, su capacidad de agrupar a gentes de edades diversas. Este PP, no. Tiene tan arraigada la concepción de que la actual dirección es el partido que adopta su compromiso político como un compromiso generacional: «A cada generación le corresponde escribir su destino. La pasada, escribió la historia del País Vasco en términos nacionalistas. A nosotros, en un mundo abierto, nos toca escribirla en términos de apertura, interdependencia, colaboración y compromiso en el que la libertad individual prime sobre imposiciones colectivas». «Seamos la generación que mejoró la vida y el bienestar de los vascos», se lee más adelante.

Cabe destacar que la mayoría de los dirigentes del PP de la CAV han nacido en la década que va de 1966 a 1976. Antón Damborenea, cosecha de 1960, es el más viejo del lugar. Y, sin atisbo de modestia, la ponencia del PP dice que «nos identificamos con la incorporación de una nueva generación, educada en los nuevos medios, con una comprensión diferente del mundo, sin ataduras con el pasado ni problemas de identidad, y que se define como segura de sí misma, conectada y abierta al cambio». Podría ser la publicidad de un coche, de alguna colonia o, si fuera verano, de una marca de cerveza con chapuzón colectivo y puesta de sol en la playa.

Raíz cultural «inalcanzable para el resto de partidos vascos». Esta nueva generación del PP está «tan segura de sí misma» porque se declara heredera «de la cultura que fue dominante en el País Vasco durante todo el siglo XIX y primer tercio del XX». Aclaran, sin cortarse, que «son nuestras raíces culturales, las que configuraron una parte fundamental de la sociología vasca, las que nos otorga una personalidad histórica y política inalcanzable para el resto de partidos vascos».

Y como ejemplo ilustrador ponen «la revista `Euskal-Erria' de San Sebastián», publicada entre 1880 y 1918, cuyos principios fueron, según el PP, «una defensa a ultranza de la monarquía como garantía de convivencia en España», una «reivindicación de lo que entonces se llamaba `patria chica', esto es, de las costumbres, tradiciones y modo de vivir más próximo, pero siempre dentro de la patria grande española».

La enciclopedia Auñamendi reseña por contra que «decía `Euskal Erria' en su presentación al público que su misión consistía en recoger y transmitir los rasgos peculiares de estas siete provincias vascas, que forman lo que podemos llamar `Heptarquía Euskara'».

Los jóvenes profesionales del PP quieren extender a toda la sociedad vasca estas raíces, «que caracterizan nuestra personalidad política, las que nos dan autenticidad y prestigio y las que deben servir para fundamentar y expandir nuestro mensaje político en los próximos años».