Iñaki ALTUNA

Ni un futuro sin pasado, ni un pasado sin futuro

Futuro y pasado se entremezclan en cada una de sus frases, y también en sus pausas. Dicen lo que piensan y quieren pensar bien lo que dicen, porque de sus palabras y sus silencios se deduce que ha llegado un momento importante en su trayectoria desde que decidieron emprender el camino de vuelta a casa en el contexto de la nueva fase que empuja por abrirse camino en Euskal Herria.

Los interlocutores del Colectivo de Exiliados Políticos Vascos en el Foro por la Paz celebrado en Baiona la semana pasada. Bob EDME
Los interlocutores del Colectivo de Exiliados Políticos Vascos en el Foro por la Paz celebrado en Baiona la semana pasada. Bob EDME

El Foro de Baiona ofreció la oportunidad de reunir a los miembros de la interlocución del Colectivo de Exiliados Políticos Vascos que residen en Ipar Euskal Herria, y a GARA, la de recabar sus impresiones en un momento en que, según señalan, se aprestan a dar nuevos pasos. Tres de ellos hacen de portavoces. Representan diferentes épocas de la sangría que desde hace décadas cobra tributo con exasperante rutina en demasiadas localidades vascas. En ese tiempo, miles de personas han abandonado sus casas y familias escapando del tormento y la cárcel. Eloi Uriarte huyó de su Soraluze natal en pleno franquismo, Idoia Espías marchó a comienzos de los 90 y Oxel Azkarate «pasó la muga» ya en este siglo.

Pueden, por lo tanto, hablar del pasado, y de lo pasado. Este colectivo ha mostrado un interés especial en contribuir al relato de lo acaecido estas décadas. Aunque, explica Uriarte, ellos no miran atrás para hipotecar o impedir el futuro. «Construir ese futuro será la mejor forma de acercamos a toda la verdad o de reconocer todo el sufrimiento», afirma, para explicar que «si nosotros nos empeñásemos en decir que, mientras no se resuelva hasta la última implicación en los GAL o se depure toda responsabilidad por las torturas que han sufrido los refugiados expulsados, aquí no ha cambiado ni va a cambiar nada, no estaríamos haciendo otra cosa que poner palos en las ruedas».

Y es lo último que harán, porque quieren contribuir al camino de la solución. Pero, ¿quiénes son «ellos»? Oxel Azkarate, el último en llegar, tiene claro que la realidad del exilio no se limita a la que él ha conocido en primera persona estos últimos años: «Son miles las vascas y los vascos que se han encontrado en esta situación, en muchos casos, en circunstancias muy duras. Muchos, además del exilio, han padecido la cárcel, la tortura o la guerra sucia. Tienen algo que decir, porque pueden poner su testimonio al servicio del proceso de soluciones».

Es la hora y hay que seguir dando pasos. Así lo cree Idoia Espías, si bien constata que se vive una situación «revuelta», en tanto que el Gobierno del PP ha pasado «del bloqueo a la involución», hasta el punto de que «iniciativas claras de paz y de distensión respecto a la vertiente violenta del conflicto son respondidas con embestidas represivas».

Por eso, los refugiados, «más que nunca, si cabe», sitúan sus iniciativas en Euskal Herria, «sobre el deseo y la necesidad de una solución justa y duradera que arraiga con fuerza en la ciudadanía vasca». Una idea destacada en el propio Foro de Baiona y que, en su opinión, debe desarrollarse con «apoyo popular» y «acuerdos amplios».

Pero, ¿es posible una salida sin la implicación de los estados? Es una pregunta recurrente en este tipo de encuentros. Los exiliados entienden que debiera producirse aunque, al mismo tiempo, consideran que hay que dar pasos sin esperar a quienes hoy circulan en dirección contraria, de tal forma que se puedan «concatenar una serie de secuencias» que permitan acercarse a la solución en un tiempo prudencial.

Bajo esas premisas presentaron su hoja de ruta en junio de 2013, tras haber dado ya otros pasos de forma unilateral, como la solicitud de pasaportes o el regreso a Ipar Euskal Herria de huidos que se encontraban en otros puntos del mundo. Ahora, se disponen a hacer nuevos movimientos dentro de esa hoja de ruta, cuyo objetivo final no es otro que acabar con el exilio.

Una meta que no se alcanzará de una sola vez, de forma repentina y de un día para otro. «El final del exilio lo contemplamos como una vuelta a casa continuada, de forma escalonada», para lo que tomarán en cuenta las circunstancias y opciones concretas de cada miembro, pero con el objetivo de que todos puedan llegar a vivir en libertad en cualquier lugar de Euskal Herria.

Tienen ante sí retos ciertamente complicados, como solucionar los problemas de los enfermos en mala situación jurídica o acabar con «la aberración de la deportación». Plantean, entre otras cosas, la superación de mecanismos de persecución como la euroorden, el archivo de las causas que ya debieran estar prescritas con una legislación razonable y la erradicación de la tortura. «Las medidas represivas de excepción contra los exiliados y exiliadas no debieran tener cabida en la nueva situación», subrayan.

Numerosos contactos

Con todo ello han realizado durante estos meses múltiples contactos con diferentes agentes. En Ipar Euskal Herria, prácticamente con todo el mundo, incluidos los principales cargos públicos y sus fuerzas políticas. Con los del sur ya han comenzado. Están contentos por las repuestas recibidas, y esperan que todo esto «traiga algo».

El colectivo entiende su vuelta como una aportación al proceso de soluciones. O, si se quiere, se puede formular en otro sentido: el proceso de superación del conflicto debe pasar por el regreso de los presos y exiliados.

Y para ello, resaltan, se necesita del conjunto de fuerzas y sectores que anhelan una paz justa y duradera. Los exiliados de hoy están dispuestos a hacer todo lo posible «para que nadie jamás deba verse obligado a huir de su casa», y a esa tarea saben que contribuirán también todos aquellos que durante estas cinco décadas han conocido los rigores del destierro.

«Es tiempo de soluciones. El conflicto político y sus consecuencias deben ser superados. Nuestro objetivo, en consonancia con el proceso, es acabar para siempre con esta sangrante realidad», concluye el más joven, Azkarate, mientras Uriarte, con 40 años de exilio a sus espaldas, asiente con la cabeza, más que por él, «por las generaciones que deben construir la Euskal Herria del futuro».