Alvaro HILARIO BILBO

Honradez y literatura enfrentan las fronteras que trazan la violencia y el miedo

Las intervenciones de Hertha Müller, Lydia Cacho y Kirmen Uribe durante la presentación de Gutun Zuria, festival internacional de las letras de Bilbo, pusieron de manifiesto tanto lo amplio del concepto frontera -eje temático de este año- como la inherente relación de este con la violencia ejercida por el Estado y los grupos de poder económicos y políticos asociados a él. Aún así, Uribe encontró en el intercambio, el forzado contacto, lo positivo que existe en ellas.

Si desde la organización de Gutun Zuria, festival internacional de las letras de Bilbo, se apuntaba, hace ya tiempo, a que el concepto frontera, eje temático de esta séptima edición ya en marcha, es «muy concreto y a la vez muy amplio», las intervenciones de Hertha Müller, Lydia Cacho y Kirmen Uribe, tres de los escritores invitados este año al evento, no hicieron sino corroborar dicha tesis al interpretar las fronteras como algo más que las divisiones políticas o geográficas entre estados, matizando la función de las mismas, la razón de su existencia y las consecuencias derivadas de ella.

Tampoco se olvidaron de otros límites, como las «fronteras interiores» de las que habló Kirmen Uribe y que, como las físicas, nacen también al abrigo de miedos y violencia.

De hecho, la anécdota de la mañana fue protagonizada por Hertha Müller y Kirmen Uribe, quienes ya comenzaron con el diálogo (método sobre el que se desarrolla el festival) en la misma rueda de prensa, presagiando intensas y sustanciosas polémicas durante estos días. Cuando Uribe dijo que «un escritor nunca sigue la versión oficial» y «trata de buscar la verdad allá donde está», la escritora en lengua alemana, Nobel de literatura en 2009, le señaló que «no todos los escritores están en contra del sistema» y que «lamentablemente, en todas las dictaduras ha habido escritores del régimen, porque los escritores son como el resto».

El acto contó con la presencia de muchos medios de comunicación vascos y extranjeros, algo común dada la presencia de Müller quien a su condición de literata une el hecho de pertenecer a la comunidad alemanoparlante de Rumanía y haber escapado de la dictadura de Ceaucescu, escenarios, temas y actitudes recordadas hoy en día por la proximidad a Ucrania, otro Estado de la Europa del este con problemas de identidad nacional y pasado reciente ligado al bloque soviético. No es de extrañar, por lo tanto, que desde algunos medios más que dirigir preguntas a la escritora, planteasen discursos en torno al nacionalismo en busca de un reconocimiento público a los mismos por parte de Müller.

Del Danubio...

La rumana, residente en Alemania desde que, en 1987, escapó de la Rumania de Ceaucescu, no comparte la visión occidental sobre las fronteras, esa perspectiva tantas veces vendida por la cinematografía y política estadounidenses. Recordando el Telón de Acero, dijo que en Rumanía la frontera »era una franja de muerte, donde te mataban a tiros o eras despedazado por los perros», añadiendo que «esa palabra no tenía nada de fascinante, sino mucho de aterrador porque es un lugar donde todavía hoy las personas mueren continuamente».

Respecto a las dictaduras señaló que estas «obligan a la gente a irse porque quieren vivir. Yo tuve la suerte de haber podido recomponerme como ser humano, pero tengo amigos que se suicidaron ya en Occidente, porque para ellos la caída fue demasiado tarde».

Refiriéndose al supuesto estímulo a la creatividad que genera la falta de libertad dijo que «habría preferido no vivir un solo día en una dictadura y no escribir una palabra. Habría sido otra persona, me hubiera dedicado a otra cosa. Se destruye tanto humano en una dictadura, cuando lo importante es el ser humano y la vida...».

A preguntas de algunos medios criticó con dureza a Vladimir Putin: «No es Stalin, pero sigue pensando en los esquemas de la guerra fría, que necesita para sentirse gobernador supremo; espero que no tenga más apetito, porque no vamos a empezar otra guerra mundial, y él lo sabe».

Al río Grande

No quiso pronunciarse sobre la decisión del Gobierno alemán de expulsar a rumanos desempleados residentes en la República Federal: «Gracias a Dios, no soy política y no tengo que hacer una justicia que contente a todo el mundo».

La periodista mexicana Lydia Cacho, sin embargo, sí encaró el tema al hablar de las «fronteras de la hipocresía» que Alemania y EEUU levantan: «Hay un doble discurso, una hipocresía: admiten esclavos para que hagan el trabajo que los ciudadanos de sus países no quieren hacer, pero una vez que (los emigrantes) han dado todo lo que tienen son expulsados».

Interrogada por la violencia que sufren los mexicanos, respondió que se enfrentan a «una violencia nunca vista», violencia que calificó de «estructural», subrayando que más allá de las muertes acontecidas en el «contexto de la delincuencia», en el año y medio de mandato de Enrique Peña Nieto, amén de secuestros y ataques contra periodistas, han muerto 90.000 personas responsabilizando de estos hechos a «gobernadores, alcaldes y policías» que actúan de la mano de carteles y mafias.

En su opinión, «La vuelta del PRI ha sido trágica. es el mismo de siempre, pero con unos tintes de tiranía nunca conocidos».

El oficio de escribir

Kirmen Uribe, sin eludir el mundo que nos ha tocado vivir, planteó otros escenarios posibles para definir frontera y, aún aludiendo a estas, quiso buscar el lado positivo de las mismas y de quienes escriben sobre ellas y otros temas.

Citando a Claudio Magris, invitado a Gutun Zuria y nacido en la muy fronteriza y plurilingüe Triestre, Uribe dijo que «las tradiciones de frontera son ricas» y que Euskal Herria, como Trieste, es un lugar de paso con más de una lengua, con préstamos entre ellas y patrias de «literaturas arriesgadas» ya que no tienen la «tradición pesada» de, por ejemplo, la alemana. Para Kirmen Uribe, en nuestro país, en Euskal Herria, «buscamos nuevas formas narrativas y poéticas».

Hablando de otras fronteras, de las «fronteras interiores», límites impuestos por los miedos, dijo que el oficio de escribir debe estar dirigido a acabar con ellas: «El escritor debe quebrar , esas fronteras interiores, en especial las del miedo, sino la literatura estaría muerta, y esta siempre va más allá del miedo».