IRATXE FRESNEDA
PERIODISTA Y PROFESORA DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL

Destino: ninguna parte

Miedo a la confusión. Miedo a que este día acabe con una nota infeliz. Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido. Miedo a no amar y a no amar lo suficiente. Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo. Miedo a la muerte. Miedo a vivir demasiado. Miedo a la muerte. Ya he dicho eso». (Bartleby, 2007). Mis miedos son todos esos, además de que ya nadie lea las poesías de Carver, que ni siquiera yo las estruje y en su lugar me deje llevar por la marea hueca. Esa que de vez en cuando percibo, cuando me acerco, cautelosa, a los aires «artísticos» que viajan empoderados y contentos al abismo de la estulticia posmoderna. Quién fuera Ignatius J. Reilly, a veces, en un cine, en cualquier sitio. Sí, nada nuevo bajo el sol. Quizá sería mejor pasear a la deriva y no negarse a aceptar el momento que nos toca vivir, aunque seamos nosotras las artífices de nuestro tiempo y ahí resida la contradicción. Dejarse llevar por la corriente, asumiendo el peligro de ahogarse. Escucho a Led Zeppelin y pienso que lo pasado solo puede ser mejor si adquiere sentido, un nuevo significado. Que el uso de «materias primas pasadas» no es garantía de nada, ni siquiera de arte. Puede ser un capricho, falta de valentía para afrontar los tiempos actuales. No ha de escribirse para el ayer, no ha de filmarse para lo que sucedió, me digo. Tal vez sí y tal vez no. Producir en lugar de reproducir. Difícil tarea, una quimera, quizá. En el ayer ya se ubicó esta perorata producto del colapso provocado por la búsqueda y la frustración. Esa que aparece cuando descubres que no había nada detrás de las bambalinas, solo vacío. El tránsito que nos lleva al país de ninguna parte. Por eso, tengo hambre de realidad, el resto es un no-lugar. Quiero saber lo que cuesta el pan.