Mikel Zubimendi
ZIENTZIA | LABORATORIO E INDUSTRIA TIENDEN PUENTES

De Elay al Cern: piezas para fabricar materia y comprender el mundo físico

Algo poco común en el panorama de las academias pudo verse en la planta de Elay de Antzuola. Un encuentro entre científicos y trabajadores, ciencia y sociedad interactuando; complejidad conceptual junto a maestría técnica e ingenieril; conjeturas científicas en un lugar donde lo realizable se hace arte.

Enmarcada en el proyecto «Krisiak 2014» de Jakiunde y en vísperas del 50º aniversario de Elay Taldea, este grupo empresarial y la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras organizaron la pasada semana una jornada que dejó ideas e imágenes poco habituales: 210 trabajadores escuchando a un joven científico como Hegoi Garitaonaindia, que trabaja en el laboratorio de investigación en física de partículas del CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear), que atendían con interés sus explicaciones, expuestas con pasión; y científicos como Pedro Miguel Etxenike y Ricardo Diez Muiño -presidente y director de Donostia International Physics Center-, que aprendían de troqueles y límites en una fábrica que ha producido 6.448.812 piezas para el Gran Acelerador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), ubicado en Ginebra.

Investigación e industria, de la mano y abiertas a la sociedad, relevancia del conocimiento y sofisticación del tejido industrial vasco para responder a sus exigencias.

Como indicó en la rueda de prensa previa Javier Echeverría, vicepresidente de Jakiunde, la condición de una gran crisis es fundamental para que surja lo nuevo, para los avances en el conocimiento. El propio bosón de Higgs solo emerge en condiciones físicas de crisis, a velocidades próximas a la de la luz, en temperaturas cercanas al cero absoluto o con choques de protones que generan temperaturas 1.000 millones de veces más calientes que el corazón del sol.

Crear masa de la energía

Ante una audiencia de trabajadores, en activo o jubilados, representantes de otras empresas de Antzuola y cargos institucionales, Garitaonaindia abordó el tema desde una analogía simple. Al explicar que existe un campo de Higgs que da masa a las partículas, lo comparó con las ondas radioeléctricas invisibles que nos rodean y dan lugar a sonidos e imágenes que pueden detectarse con una antena y una radio. La antena del campo Higgs sería el LHC y la radio, los detectores.

La búsqueda del bosón de Higgs viene de la idea de Albert Einstein de que la energía y la masa son intercambiables, que puede crearse energía de la masa y masa de la energía. Pero, ¿cómo confirmar la existencia del bosón de Higgs? Colisionando protones que viajan a la velocidad de la luz, acelerándolos con potentes electroimanes en un túnel de imanes superconductivos donde se generan energías cercanas a las que se dieron millonésimas de segundo después del Big Bang.

¿Y cómo verlo? Para detectar la velocidad, la dirección y la energía de las partículas que se producen en las colisiones se necesita detectores potentes. Por ejemplo, el detector Atlas, uno de los cuatro del CERN y en el que trabaja Garitaonaindia, es una estructura de cilindros concéntricos con tapa de 22 metros de alto y 44 metros de ancho, y 7.000 toneladas de peso, en el que operan 2.500 físicos e ingenieros.

Tras explicar con precisión el método con el cual los detectores captan e interpretan los datos y tras haber comprobado en 2013 la existencia del bosón de Higgs, cuya predicción teórica por parte de Peter Higgs y François Englert data del año 1965, la pregunta que se planteó fue «¿y ahora qué?».

¿Y ahora qué?

A pesar del éxito colectivo de ese descubrimiento, de confirmar el modelo teórico de toda una generación de físicos, de ser un desarrollo experimental en el que participan más de 11.000 científicos y un ejemplo práctico de cómo se puede unir la humanidad para comprender, el Gran Acelerador de Hadrones no trabaja solo en la búsqueda de bosón de Higgs.

Como apuntó Hegoi Garitaonaindia, en el CERN están investigando ya en otras direcciones, como pueden ser el origen de la simetría entre materia y antimateria; el estado de la materia pocas millonésimas de segundo después del Big Bang; la materia oscura... y en utilidades que permitirán otros descubrimientos en el CERN, como nuevos sistemas de rayos X, técnicas de imágenes médicas o radioterapias para luchar contra el cáncer.

Porque siempre que la ciencia da respuesta a una pregunta crea como mínimo dos nuevas. Prueba irrefutable, para Etxenike, de la «ley de la conservación de la ignorancia», es decir, que a pesar de los descubrimientos y quizá por ellos, la ignorancia no solo se conserva, sino que aumenta.

Más allá de la utilidad inmediata, del beneficio o de las exigencias del mercado, el hallazgo del bosón de Higgs, además de un hito para la ciencia, supone un punto de partida para investigar con mayor energía, una esperanza para descifrar los secretos del maravilloso mundo físico y, sin duda, obligará a rescribir las leyes de la física. Es, en definitiva, la constatación de cómo, si se quiere, se puede conseguir una humanidad unida para comprender.

Lo pequeño es relativo

Y todo ello, como dijo José Luis Elkoro -fundador de Elay e impulsor de estas jornadas, quien por imperativo legal tuvo prohibido participar en ellas-, partiendo de lo pequeño, de todo lo relativo que es lo pequeño y lo grande, desde una fábrica relativamente pequeña, sí, pero grande en lo suyo, en excelencia técnica y, sobre todo, en capital humano.

Tendiendo puentes entre los científicos y las fábricas. Conociendo y dando a conocer su puntera labor, para que sea reconocida como se merece.