Floren Aoiz
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JO PUNTUA

No, los sanfermines no son eso

El tipo aprovecha el gentío para acercarse. «Guapa, si te toco una teta dirás que es agresión sexual», le dice, farruco. Correrá a contar su hazaña a los coleguis, puede que alguno quiera ir un poco más lejos la próxima vez. Cuatro tipos persiguen mozas lanzando lo que ellos consideran piropos: en realidad babosadas. Hay mucha gente, esta misma situación a otra hora, con menos luz, puede ser mucho más fea. Eso sí, hay mozas con los tipos, y parecen encantadas con la locuacidad de sus machotes.

El tipo sale al balcón, a su lado, cuelga una enorme pancarta contra las agresiones sexuales, pero él muestra una muñeca inflable a la multitud. En lugar del momentico de gloria que esperaba se encuentra con una gigantesca pitada. La ciudad es un hervidero de pancartas, carteles, pegatinas y todo tipo de mensajes contra las agresiones sexuales y el acoso machista. Las hay en todos los idiomas, pero para algunos -de fuera y de casa- es más fuerte la imagen de las fiestas donde todo puede hacerse y las mujeres están deseando quitarse la ropa para ser manoseadas por una horda de salidos. Una imagen paradójicamente promocionada por unas instituciones controladas por los elementos más carcas y puritanos de la sociedad navarra.

Cambio de tercio. Hace frío pero el tío -que no es precisamente un chavalillo- lanza cubos de agua desde un tercer piso sobre gente que ni se lo ha pedido ni quiere que ocurra. La mirada del responsable de la Peña cuya txaranga se acerca es muy clara: mejor ni lo intentes cuando pasemos. Una chica enarbola la bota de vino y lanza chorros de vino a su alrededor. En otro lugar, en otro día, también hace frío y en la calle hay poca gente. El tipo va de lado a lado, pero su cachi tiene que caer precisamente sobre nuestra ropa. En las pescaderías hay besugos con miradas más inteligentes que la que encontramos al volvernos hacia él. Otro bar. El vaso de vino vuela sobre nuestras cabezas y hace estragos en nuestra ropa ya no tan blanca. Ante nuestras miradas de mosqueo, el tipo dice: «Esto son los sanfermines».

Por supuesto, nada tiene que ver manchar a alguien con las agresiones sexuales, pero es toda una manera de entender las fiestas la que está en juego. No todo vale y, aunque la presión social está cambiando cosas, es mucho lo que queda por hacer. Porque no, los sanfermines no son eso, no deben serlo, por lo menos.