Joseba Salbador
Kazetaria
IKUSMIRA

Con la soberanía alimentaria a vueltas

Esta semana hemos asistido a un hecho nada gratificante para el mundo socio-económico vasco, como es la escisión de un sindicato, el de baserritarras EHNE. En el trasfondo de este conflicto subyace el choque entre dos visiones del sindicalismo, dos posturas enfrentadas que no han conseguido alcanzar un mínimo común denominador y que, el paso del tiempo, se ha encargado de hacer irresoluble.

En los últimos meses, hemos podido ver que la actual dirección del sindicato en Gipuzkoa ha expresado libremente sus opiniones y no ha dudado en comparecer con otros sindicatos y asociaciones sectoriales para defender lo que considera legítimo.

La corriente crítica, por su parte, cree que ha llegado la hora de superar los provincianismos que tantos desencuentros han generado y que es hora de abrir el debate a un nuevo sindicalismo.

No nos corresponde a nosotros ni dar ni quitar la razón a una u otra corriente. Las dos son legítimas. Además, da la impresión de que los principales desencuentros radican en el modelo de sindicato, más que en el modelo de agricultura que propugnan que, sin duda, los habrá.

Y digo esto porque hay algunos medios de comunicación que, además de clasificar a cada corriente bajo una etiqueta política, han querido introducir una división artificial entre defensores y detractores de la «soberanía alimentaria», algo que, paradójicamente, todos han defendido en sus comparecencias.

Sirva de anécdota la pregunta que una periodista de una radio estatal formuló a Garikoitz Nazabal en la presentación del congreso que la dirección ha convocado para hoy en Tolosa, extrañada por su apoyo a la soberanía alimentaria.

La respuesta de Nazabal, que tampoco salía de su asombro, fue muy clara: «Es una reivindicación histórica. Si tenemos que alimentar a tres millones de habitantes en este país, tendremos que producir». Ahí está, pues, el mínimo común denominador que podría guiar a agricultores, ganaderos y pastores de ambas corrientes.