GARA GAZA
Una única sala

El horror de la guerra desborda a la cirugía plástica

La Franja de Gaza sólo tiene una sala de operaciones de cirugía plástica y está desbordada por los quemados de gravedad y heridos por estallidos de obuses desde el inicio de la ofensiva militar israelí.

Yamin, tumbado en su cama de hospital, está desfigurado de por vida. Este niño de tres años tiene también la piel de la espalda quemada y múltiples fracturas, consecuencia de un bombardeo que aniquiló a su familia la semana pasada en Al-Buraj, en el centro del enclave.

Era la última hora de la tarde, al inicio del Eid al Fitr, la fiesta que marca el fin del Ramadán. Su casa quedó destrozada de golpe. En total, murieron 19 personas. Yamin es el único sobreviviente. Se salvó de milagro, pero quedó huérfano y quemado de gravedad. Fue atendido primero en una clínica y rápidamente trasladado a la unidad de grandes quemados del hospital Al-Shifa, en Gaza, donde un puñado de cirujanos se enfrentan a los horrores de la guerra.

Los conductores de ambulancias traen aquí a diario vidas truncadas, seres humanos calcinados o ensangrentados, que morirán horas después en la camilla. Los que sobreviven pasarán por la mesa de operaciones, a veces por la de la unidad de los grandes quemados. Es la única, con sus pocos medios, de toda la Franja para cirugía plástica.

«Hay muy pocos heridos leves. Mi sensación es que en torno al 70% de los heridos quedarán inválidos. Su vida no volverá a ser la misma», dice Ghasan Abu Sita, cirujano plástico de la Universidad estadounidense de Beirut, enviado hace una semana como refuerzo en Gaza por la ONG Medical Aid for Palestinians (MAP).

«He tenido el caso de un niño de ocho años que perdió a toda su familia y la mitad de su rostro, incluido un ojo. El otro ojo quedó reventado por un estallido de obús. Tuve que reconstruir su rostro. Ya no tiene futuro y no para de preguntar por qué está apagada la luz», relata.

«La magnitud de la carnicería excede con creces la capacidad del sistema sanitario», afirma este cirujano, que también estuvo en Gaza durante la operación «Plomo fundido» de 2008-2009.

Esta vez, los combates han dejado más muertos y heridos. Y el estado de los heridos es más grave. «Es imposible ocuparse de todo el mundo», se lamenta, antes de operar un injerto de piel en un joven con un agujero en la pantorrilla de una decena de centímetros de diámetro que deja su tibia al descubierto.

«Observamos ahora un desastre sanitario y humanitario», advirtió el fin de semana James Rawley, coordinador de las operaciones humanitarias de la ONU en la Franja de Gaza.

En la unidad de grandes quemados, el personal médico extiende sobre el cuerpo del pequeño Yamin, desnudo y asustado, un antibacteriano que ayuda a cicatrizar la piel. Pero su prima y su marido, que se han convertido en sus tutores, dudan. Igual tendrán que evacuar al pequeño de Gaza.

«Recibimos heridos cada día y cada noche y tenemos que operar de emergencia para intentar salvar vidas, vemos todo tipo de heridas en extremidades, en pulmones, producto de los bombardeos y explosiones», afirmó a la BBC Michele Beck, de Médicos Sin Frontera en Gaza. «Hacemos lo mejor que podemos, pero muchas veces las heridas de los pacientes son tan profundas que debemos dejarlos morir para centrarnos en los que podemos salvar», agrega.