Raúl Zibechi
Periodista
GAURKOA

La larga travesía del PT en Brasil

Brasil tiene hoy cita electoral, y Raúl Zibechi aprovecha este acontecimiento para hacer un recorrido de la evolución que ha tenido en los últimos años el partido que se perfila una vez más como ganador, el Partido de los Trabajadores. El periodista uruguayo concluye de su análisis que el PT está adentrándose en la dinámica socialdemócrata, aun manteniendo parte de sus señas distintivas.

El Partido de los Trabajadores (PT), que gobierna desde 2003 y seguramente revalidará su mayoría en las elecciones presidenciales, parlamentarias y de gobernadores que se realizan hoy, nació en 1980 por la confluencia de varias corrientes y sensibilidades. Fue un partido nacido en las luchas obreras, un partido de nuevo tipo, diferente a la mayor parte de los partidos que existían hasta ese momento en la izquierda latinoamericana.

Gobernaba la dictadura militar que se había instalado en 1964 con el golpe de Estado que derrocó a João Goulart. En el período de gestación del partido, gobernaba el general Ernesto Geisel, que enfrentaba una crisis económica y una oleada de huelgas obreras en las grandes fábricas metalúrgicas de la región industrial de São Paulo. En la fase de declive de la dictadura, que finalizó en 1985, en el PT confluyeron tres grandes corrientes: el nuevo sindicalismo clasista, cuyo representante más destacado era el propio Lula, la teología de la liberación anclada en la experiencia de 80.000 comunidades eclesiales de base y los guerrilleros derrotados en los 60 y principios de los 70. «El PT innova enormemente respecto a los partidos de la izquierda», reflexiona Francisco de Oliveira en el libro «El sueño era posible», de la socióloga Marta Harnecker. «El partido fue hecho por el proletariado», destaca De Oliveira, uno de sus fundadores, «no por intelectuales». Agrega que funcionaba como «un bloque histórico con los movimientos sociales y la iglesia».

En sus primeros documentos el PT propone un socialismo democrático y destaca que «lucha para que todo el poder económico y político sea ejercido directamente por los trabajadores» (Declaración Política del 13 de octubre de 1979). Toma distancia de la socialdemocracia, porque considera que «no presenta hoy ninguna perspectiva real de superación histórica del campo imperialista». En las primeras elecciones a las que se presentó, en 1989, consiguió 31 millones de votos, perdiendo por poco margen en el balotaje. En las presidenciales de 2006, cuando Lula fue reelecto, alanzó 58 millones de votos, el 60%. Hoy el PT es una impresionante maquinaria incrustada en las instituciones estatales: tiene cinco gobernadores, 640 alcaldes y 5.200 concejales, 15 senadores, 88 diputados federales y 149 diputados en los parlamentos de los estados.

El cambio principal y decisivo se registró durante los doce años de gobierno. Es evidente, como le ha sucedido a todos los grandes partidos electorales, que sus dirigentes y cuadros medios ya no son obreros fabriles sino técnicos especializados en la gestión estatal. El PT tiene miles de funcionarios/militantes en los escalones más altos del gobierno federal. En Brasil hay 80.000 cargos de confianza política de los cuales 47.500 son cargos en la administración directa que pueden ser nombrados por el Poder Ejecutivo.

Un estudio sobre el escalón más alto del Gobierno, hecho en 2009 bajo Lula, reveló que 95% tienen formación terciaria, sobre todo ingenieros y economistas, y el 75% son sindicalistas o miembros de colegios profesionales. Ellos conforman el núcleo del mando en el Estado y en el PT. Bien diferente de aquella camada de obreros fabriles que dieron vida tanto al partido como a la central sindical CUT.

Hay dos mutaciones sobre las que parece necesario echar más luz. La primera se refiere a las bases sociales del PT. En las elecciones de 1989 consiguió 35 diputados, de los cuales 10 provenían de São Paulo. En total, el 77% de los diputados del PT provenían del Sur y el Sureste (27 de 35), o sea de la región más industrializada y urbanizada. En todo el Nordeste, la segunda región electoral con 50 millones de habitantes, y la más pobre, apenas obtuvo dos diputados.

En las elecciones de 2010, el panorama petista es completamente diferente. Eligió una bancada muy superior, de 88 diputados, creciendo en todas las regiones. Pero el crecimiento espectacular fue precisamente en el Nordeste: pasó de dos a 24 diputados, obteniendo diez en Bahia y cuatro en Ceará y Pernambuco. De ser una fuerza marginal, se convirtió en esa región en una poderosa fuerza política.

En la región paulista creció pero de forma mucho más moderada, pasando de diez a 16 diputados. Se puede decir, incluso, que en las zonas industriales ya no representa aquella fuerza avasalladora que fue dos décadas atrás. Mientras en el Nordeste las expectativas de voto del PT se acercan al 60%, el candidato a gobernador de São Paulo, Alexandre Padilha, tiene 9% de intenciones de voto y Dilma tiene en ese estado trece puntos menos que en el conjunto del país, apenas 27% («Folha de São Paulo», 27 de setiembre de 2014).

Las razones de este desplazamiento tienen un nombre: Bolsa Familia. Es el mayor plan social del Gobierno, que en el Nordeste llega a más de la mitad de la población. Esas familias reciben 154 reales (52 euros), pero suelen percibir beneficios adicionales. Por eso, de los 53 nuevos diputados del PT entre 1989 y 2010, casi la mitad provienen del Nordeste. Sumados a los nuevos congresistas en las regiones Centro-Oeste y Norte, tenemos que ahora la mitad de los diputados provienen de las regiones más pobres y menos industrializadas.

El otro cambio importante es el amplio apoyo que recibe el PT entre los empresarios brasileños, en particular del puñado de multinacionales que se expandieron con los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff. Entre todos los partidos han recaudado hasta la primera semana de setiembre 500 millones de euros. El reparto es así: el PT recibió 104 millones; el PSB de Marina unos 27 millones, el PSDB de Aécio Neves 82 millones y el PMDB (aliado del gobierno) recibió 87 millones de euros («Folha de São Paulo», 21 de setiembre de 2014).

En cuanto a las donaciones recibidas por las campañas, casi todo se lo llevan los tres principales candidatos: Dilma recibió 41 millones, Marina 7 millones y Neves 15 millones. Como puede verse, la campaña de Dilma recoge más dinero que las otras dos juntas, mientras el PT mantiene la primacía de los donantes, en general grandes empresas.

Entre los donantes del PT y de Dilma destacan: la constructora OAS, el mayor frigorífico del mundo, JBS, y en tercer lugar otra constructora, Andrade Gutierrez. En las otras candidaturas las donaciones mayoritarias provienen de las mismas empresas. En general, grandes multinacionales de origen brasileño.

A estas empresas de capitales brasileños en sus orígenes, Lula las definió como «campeones nacionales», entre las que destacan Odebrecht, Camargo Correa, Andrade Gutierrez, Gerdau, Votorantim y OAS, que nacieron al amparo del Estado en el periodo del desarrollismo de Getúlio Vargas (1951-1954) y crecieron gracias a la obra pública de la dictadura (1964-1985). Hoy son los principales apoyos empresariales de los gobiernos brasileños.

Aunque al principio la rechazaba, el PT se viene acercando cada vez más a la performance de la socialdemocracia. Representa a una elite de los trabajadores pero no al conjunto de los explotados y oprimidos. Sin embargo mantiene una diferencia notable: mientras la socialdemocracia europea es pro-yanki, el PT promueve el multilateralismo e intenta, a veces tímidamente, tomar distancias de la política exterior de la Casa Blanca.

El PT se encuentra ante una encrucijada mayor: para gobernar fomentó la despolitización y la desmovilización de sus propias bases, sacrificadas en el altar de la gobernabilidad. Ahora necesita luchar contra la desigualdad, sobre todo después de las enormes movilizaciones de junio de 2013, que marcan el despertar de esa sociedad del letargo progresista. Pero la lucha contra la desigualdad requiere acción política, con la derecha y la clase dominante. O sea, recuperar el espíritu fundacional y romper con el empresariado.