Jose Angel ORIA Hossam EZZEDINE (AFP)

Los palestinos recuerdan la muerte de su líder nuevamente divididos

Las divisiones entre los palestinos saltaron a la vista ayer con motivo del décimo aniversario de la muerte de Yaser Arafat, con acusaciones entre Al-Fatah y Hamas tras una serie de ataques en Gaza contra bienes de dirigentes de la formación que creó Abu Amar.

El presidente palestino, Mahmud Abbas, lanzó la primera salva, responsabilizando a «los dirigentes de Hamas» de los ataques contra bienes de dirigentes de Al-Fatah y acusando al movimiento islamista de «destruir» la precaria reconciliación firmada hace meses entre los dos rivales históricos.

La respuesta de Hamas no tardó en llegar: todo esto no son más que «mentiras», «insultos» y «desinformación», cuando «el pueblo palestino necesita a un presidente valiente», diez años después de la muerte de su icono nacional, Arafat.

Las celebraciones del décimo aniversario del que todos llaman por su nombre de guerra, Abu Amar, debían ser la ocasión para consolidar el acuerdo que dio lugar a un Gobierno de reconciliación como paso previo a la configuración, algún día, de un Ejecutivo de unidad. Pero, en realidad, fueron la espoleta que hizo entrar a los palestinos en una nueva espiral de disputas fratricidas.

En Gaza no se veían banderolas ni retratos del difunto líder. La tarima donde estaba prevista la ceremonia conmemorativa oficial todavía tenía las marcas de la explosión que sufrió el viernes.

Abu Amar «encarnaba la unidad nacional», recuerda Refaat Hajaj, un treintañero de Gaza. «Nos han privado de este aniversario, pero la historia no perdonará a los que frenan el plan de Abu Amar para la liberación de Palestina».

Gaza se despertó ayer muy dividida. Tras la serie de explosiones del pasado viernes contra casas y coches de dirigentes de Al-Fatah (el partido de Abbas), Hamas anunció que no podría garantizar la seguridad durante las celebraciones, que fueron finalmente anuladas. Al-Fatah acusó a Hamas.

El movimiento islamista condenó los atentados del viernes, que no causaron daños personales, y denunció una campaña contra él. Pero las declaraciones no han podido evitar que muchos observadores piensen que la división, que casi provoca en 2007 una guerra civil, no ha hecho más que agravarse.

Privado de su victoria en las legislativas de 2006, Hamas expulsó un año más tarde a Al-Fatah de Gaza. La pasada primavera, los palestinos formaron un gobierno de reconciliación y Al-Fatah fue autorizado por primera vez desde 2007 a celebrar el aniversario de la muerte de su líder histórico en Gaza.

Pero la buscada unidad parece alejarse. Ayer, un día muy señalado, el contraste entre Gaza y Ramallah, la capital de la Autoridad Palestina, era asombroso. En la ciudad de la Cisjordania ocupada, miles de personas agitaron la bandera amarilla de Al-Fatah en la Mukata, donde Arafat fue enterrado tras fallecer en un hospital parisino el 11 de noviembre de 2004. Varios responsables del partido precedían a la muchedumbre, en medio de fanfarrias, corales y banderas. «Ha llegado la hora de la libertad y de la independencia», proclamaba un póster gigante en el estrado en el que Abbas pronunció un discurso.

Este mes de noviembre, los palestinos, que lograron en 2012 el estatus de Estado observador en la ONU, someterán al Consejo de Seguridad un calendario para el final de la ocupación israelí.

Como es muy probable que Estados Unidos imponga su veto, los palestinos ya han previsto otras etapas: la adhesión al Tribunal Penal Internacional, que les permitiría sentar en el banquillo a dirigentes israelíes por «crímenes de guerra», y la ruptura de los acuerdos de cooperación en materia de seguridad con Israel.

Amr (23 años) paseaba con orgullo por la Mukata con una bandera sueca. Destacaba entre los cientos de blasones de Al Fatah, escudos de la OLP y otras enseñas palestinas. «Suecia ha marcado el camino. Si todos los países siguieran sus pasos, Israel no podría hacer lo que quisiera y seguir ocupando Palestina», explicó su decisión.