Eneko Compains Silva
En nombre de la izquierda abertzale de Iturrama
KOLABORAZIOA

El aita de la rotonda de la calle Ezkirotz

(A Mariluz, Ibai y Aritz. Y a Jokin)

Sabíamos que era inevitable pero no por eso nos duele menos. Te has ido, Jokin; nos has dejado. O, mejor dicho, te ha llevado. El cáncer; otra vez esa maldita enfermedad a la que el euskera puso tan acertado nombre (minbizia, el «dolor vivo»). Sin embargo, por duro que fuese, jamás te has rendido ni has bajado los brazos. Al contrario; le has plantado cara como lo hiciste ante la injusticia: con humildad, con determinación, con valentía; siendo en vida como tus hijos: fuerte como el roble (Aritz) y libre como el río (Ibai). Hil arte bizi! que se dice en euskera. Y a estas alturas tal vez de poco valga, pero el haberte visto con tanta fortaleza hasta el final es algo que nos llena de orgullo y que hace más llevadero nuestro dolor.

Nos vienen ahora a la mente, cómo no, los días más oscuros de 2008. Te acababan de diagnosticar la enfermedad; hacía un mes escaso que los verdes habían ido a por Aritz y recién se habían llevado los azules a Ibai, que estaba todavía en el calabozo junto a Iker, Gorka y Mikel. Allí estábamos, en vuestra casa, varios de nosotros con Isabel, con Mariluz y contigo, abrumados con lo que estaba pasando, divagando sobre si tendríais suerte en esa macabra lotería de la Audiencia Nacional que tan pocas veces toca.

Tú lo tuviste claro desde el principio. No iba a ser un chaparrón represivo de dos días sino algo que venía para quedarse, pero lejos de resignarte, te levantaste y dijiste que no había lugar para el derrotismo: había que apoyar a los chicos en ese largo y duro camino, y denunciar la injusticia allí donde fuera necesario. Dicho y hecho.

Desde entonces ahí has estado, no sólo por tus hijos sino por todas las que faltaban, clavado a la rotonda de Eskirotz-Iturrama todos los jueves durante más de diez años, hasta que tu cuerpo dijo basta. Y no sólo en esa rotonda: en el Paseo de Sarasate, en Bilbo o en las marchas talegueras que montábamos la juventud y a las que sólo veníais un selecto grupo de «carrozas». Tú, cómo no, siempre con tu cámara de vídeo. Años dándonos la tabarra con tus grabaciones y al final las vamos a echar de menos. Por suerte, tal vez algún día tus hijos compartan esa gran enciclopedia videográfica que tan celosamente has guardado hasta el final.

¡Jokin! Ha sido un orgullo tenerte como compañero y haber luchado junto a ti todos estos años. Como no te queremos decir agur, te despedimos con un gero arte y con esta “Milonga del fusilado” del cantautor uruguayo Pepe Guerra: «No me pregunten quien soy/ Ni si me habían conocido/ Los sueños que había querido/ Crecerán, aunque no estoy./ Ya no vivo, pero voy/ En lo que andaba soñando/ Y otros que siguen peleando/ Harán nacer otras rosas/ En el nombre de esas cosas/ Todos me estarán nombrando. (…) Mi tumba no anden buscando/ Porque no la encontrarán/ Mis manos son las que van/ En otras manos, buscando/ ¡Mi voz, la que está gritando!/Mi sueño, el que sigue entero./ Y sepan que solo muero/ Si ustedes van aflojando/ Porque el que murió peleando/ ¡Vive en cada compañero!».

Ten seguro Jokin, que vas a seguir viviendo en todos y cada una de nosotros cada vez que pisemos esa rotonda que ya es parte de todos; cada vez que vayamos de mani o en marcha a alguna lejana cárcel, y por supuesto, el día que estemos brindando por haber traído a casa a todos y todas las que siguen faltando. Mila esker erakutsitako kurai eta kemenagatik. Maite zaitugu Jokin! Gora bihotzak!