Carlos GIL
Analista cultural

Autoficción

Nubes borrascosas. ¿Qué escribirán de uno cuando haya muerto? Es un pensamiento arrogante, porque lo normal es que nadie escriba nada de los muertos comunes. Ni epitafios, ni obituarios ni reseñas. Antes te daban una estampita en el funeral religioso. Hoy eres ceniza antes que recuerdo activo. Por eso ha triunfado una noción confusa para que aquellos creadores que no saben de qué hablar, hablen de ellos. Lo llaman autoficción, y es una de las coartadas más simples que ocupa casi todos los campos de la producción de objetos culturas, ya sean estáticos o en vivo. 

Reniego de esa definición cuando no está basada en un principio de autenticidad y elevación de una biografía a categoría de instrumento revelador a partir de la narración de una memoria sufrida, grabada a fuego, palizas o discriminaciones. He visto en un festival dos obras de un joven autor francés que es un acontecimiento cultural, literario, nacido Eddy Bellegueule, escribió su primera novela para explicar las motivaciones que le llevaron a ser ahora Édouard Louis. Un material literario de una intensidad comunicativa abrasiva, inspiradora, que te hace sentir el dolor que ese niño, joven y ahora adulto ha sufrido de manera inmisericorde en el instituto, su casa, la calle.

Documentos elevados a la categoría de literatura electrizante convertidos en textos dramáticos de primera identidad. ¿Esto es algo parecido a la tan cacareada autoficción? Pues…