@zalduariz
BARCELONA
Entrevista
José SOLÍS
Preso torturado en el motín de Quatre Camins

«Las torturas no se habrían conocido si no hubiese sido por el amotinamiento»

José Solís fue el portavoz de los presos durante el motín de 2004 en la cárcel de Quatre Camins (Barcelona), tras el que fue gravemente torturado junto a otros reclusos. Nueve años más tarde, junto a otros presos, ha conseguido sentar en el banquillo de los acusados a nueve de los funcionarios acusados de tortura, en un juicio que durará hasta el 5 de junio.

José Solís, preso torturado en el motín de Quatre Camins. (Albert GARCÍA)
José Solís, preso torturado en el motín de Quatre Camins. (Albert GARCÍA)

Jordi Solís nos recibe ante la puerta de la Audiencia de Barcelona, sonriente y con una sudadera de Askapena que le dio en su día un preso político vasco a cambio de una sudadera anarquista. Ya en libertad, sigue con atención el juicio a sus torturadores, sin olvidarse de todos los que quedan dentro, con los que han puesto en marcha la iniciativa «Cárcel = Tortura».

La de 2004 no fue la primera revuelta en Quatre Camins. ¿Cuál era la situación en la cárcel?
El amotinamiento ocurre cuando el preso, en una situación sin salida, tiene que defender su vida, en legítima defensa. Lo que ocurría en Quatre Camins era una acumulación sistemática de la tortura. La semana anterior habían asesinado en aislamiento al americano, aunque ellos siempre dijeron que se había suicidado. Yo mismo tenía puestas varias denuncias de tortura. Aquel 30 de abril estábamos en el patio, cuando entran dos carceleros muy descarados en la lavandería, agreden a un preso y se lo llevan a aislamiento. Un grupo de presos vamos a exigir que lo traigan de vuelta y se nos presentan una treintena de carceleros más, con una prepotencia absoluta, vuelven a agredirnos y se llevan a otro chaval a aislamiento.

Y ahí empezó todo...
En aquel momento, de forma totalmente espontánea, la gente actuó en legítima defensa, y se lió un piquete. Se perdió el miedo y cuando se disolvió este piquete, apareció inconsciente el subdirector y otro carcelero quedó retenido. Pero hay que recordar que a este carcelero lo encerraron sus propios compañeros al cerrar la puerta blindada del patio, tal y como quedó claro en el juicio anterior.

Una vez se quedan solos , empieza la negociación. ¿Cómo fue?
Ahí es donde vemos que todo toma un carácter de motín y empezamos a organizarnos un poco. Por unanimidad en el patio, se elige que sea yo quien lleve la negociación, por mi conciencia y lucha política. Hacemos un listado reivindicativo, con la tortura en el primer punto, con el tema de la dispersión, los enfermos, la sanidad, la demanda de que viniera Montserrat Turà -entonces consellera de Interior-, etc. Yo utilizo un medio burgués, que es la Ser y entonces empiezan a venir el departamento de justicia, Valdivieso, el uno, el otro, y nos dicen que va a haber una investigación y que se va a atender a los presos. Luego no lo cumplieron, pero nosotros entonces decidimos abandonar el tema, porque no se pretendía agredir a nadie, solo se actuó en legítima defensa. Queríamos explicar lo que realmente había pasado.

Y así llegamos a la noche...
Una vez en la celda, yo ya era muy consciente de que me iban a dar la de mi vida. Me parapeté de mucha ropa, pero me empezaron a desnudar y a golpear al mismo tiempo, me esposaron por detrás, me tiraron desde una segunda planta escaleras hacia abajo. En el pasillo, más golpes; aquello fue una auténtica bestialidad, ahí tengo la declaración. Entre ellos se decían «no le deis más en la cabeza» y me tomaban el pulso, a ver si realmente me habían matado de un golpe, me volvían a levantar y otra vez, arrastrándome ya de los pelos, de la barba larga que llevaba entonces. Así hasta el departamento de ingresos. Allí, tirado en el suelo, que no podía respirar por el hundimiento de costillas, con perforación y rotura de tímpanos, etc., vi batas médicas y pensé «mira, ya están aquí los servicios médicos, no te van a pegar». Iluso de mi. Allí estaba el subdirector médico, Xavier Martínez, acusado ahora por torturas. Me levantaron del suelo y me dijo unas palabras que me quedaron muy incrustadas, porque los carceleros me las han ido repitiendo: «hombre, tú eres el listillo de la pandilla, ¿no? Ahora listillo, llama a la consellera, llámala». Coge directamente una porra y me aporrea. Les dolió mucho la denuncia de torturas que hice.

De ahí le trasladaron a la cárcel de Can Brians. ¿Cómo recuerda aquellos días?
Allí llegó lo peor. Me tuvieron 64 días en aislamiento absoluto, esposado a la pata de una cama, tirado en el hormigón, casi sin comer, sin dejarme dormir. No pararon ni pese a la intervención del Observatori (Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos, de la Universitat de Barcelona). De hecho, me quisieron hacer firmar una declaración para inculpar al Observatori y que así no me pudiesen visitar. Un día me vine abajo y me derrumbe, pero conseguí aguantar. Entiendo perfectamente a los compañeros que firmaron, porque eso es una represión directa y los responsables son la administración y sus trabajadores. Yo resistí hasta que me cambiaron a la Modelo y un día a las tantas de la mañana, se me presentan varios tecnócratas y me repitieron la palabrita: «Tú eres el listillo de la pandilla, pues por listillo te vas a Puerto I». Me sacaron en régimen FIES.

Y aquí empieza un periplo por las cárceles del Estado español que no finaliza ni cuando acabas tu condena...
Estaba cumpliendo una condena de ocho años y ocho meses por dos robos, uno de ellos en una entidad bancaria. Tenía que salir en 2006, pero me decretaron prisión incondicional y sin fianza, y me comí dos años de preventiva, hasta poco antes del juicio de 2008. Yo era totalmente inocente, mi defensa era el de la legítima defensa y salí absuelto; eso es lo que ellos nunca se pensaban. Lo jodido es que a los compañeros les metieron más de 200 años de cárcel, cuando no hubo ni homicidio, ni asesinato, ni nada. El responsable fue Miguel Ángel Gimeno, que hoy es presidente del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, el que tiene en libertad a Millet y a Pujol.

¿Cómo se entiende que el juicio por torturas haya tardado nueve años?
Han ido retrasando el juicio para enfriarlo. Hay que recordar que en un primer bloque íbamos 28 denunciantes, pero por el camino muchos han fallecido, asesinados en la cárcel, otros han retirado la denuncia por las presiones y torturas. El tiempo jugaba a su favor. Por eso cabe agredecer aquí a los compañeros que han aguantado este tiempo, porque sin su acto de resistencia no estaríamos en este proceso. Yo ya estaba harto de poner denuncias que no servían para nada, porque eran sobreseídas o archivadas. Un acto de resistencia fue para mi más efectivo que toda la lucha institucional. Las torturas nunca se habrían conocido si no hubiese sido por el amotinamiento en la prisión.

¿Qué espera de este juicio?
La verdad es que no creo en la justicia, pero pienso que el juicio ya lo han perdido; han presentado una serie de pruebas sacadas con torturas que la jueza no ha admitido y han llevado incluso a un confidente que ha acabado acusando a la fiscalía de Granollers, una cosa surrealista. Pero esto tiene otra vertiente, que tiene que ver con el populismo punitivo y que convierte el caso en un caramelo para la jueza, sobre todo después del informe internacional sobre la tortura en el Estado español. Porque no olvidemos que siempre ha habido Garzones de la vida, jueces populistas que cogen ciertos casos de derechos humanos para quedar bien y luego decir que el estado democrático funciona, dándole así legitimidad. Los pueden condenar, pero también me espero después que salgan indultados o clasificados en regímenes abiertos.

Y mientras tanto, muros adentro, ¿todo igual?
Así es. La cárcel y las torturas no tienen nada que ver con las elecciones, eso no se vota, está dirigido por tecnócratas. Yo hablo de mi experiencia y es que he estado con unos gobiernos y con otros y las cárceles siempre las han gobernado los mismos, los Valdivieso o los Poyuelo de toda la vida. Es el estado que a través de estas vías crea a su propio enemigo, para luego legitimarse a si mismo. Yo no tengo nada de marxista, soy muy anarquista, pero Marx lo define muy bien: el estado de guerra permanente.

Sin embargo, esto no se suele percibir así en amplias capas de la sociedad. ¿Ha calado mucho el discurso de la democracia y la reinserción social?
Es muy interesante cómo se legitiman las cárceles, mediante la pedagogía y la llamada reinserción social, que no lo es. Sin ir más lejos, en la acusación del primer juicio contra nosotros estaban UGT, CCOO y CATAC. Aquí se ve cómo la cárcel se legitima por su propia construcción de base. Igual que la propia democracia de la que tanto se habla, como si fuera la panacea de los derechos humanos. No nos olvidemos que bajo ese nombre están bombardeando países y reventando vidas, y si no que vayan a la gente de Irak y se lo cuenten, o a los presos y las presas que están siendo ahora mismo torturadas.