Dabid Lazkanoiturburu

Berlín frena a París y Atenas en la escalada de tensión con Turquía en el Mediterráneo oriental

El Mediterráneo Oriental, con Grecia –e Israel– de un lado y Turquía de otro pugnando por el gas de su fondo marino, y París y Ankara ayudando a sus respectivos aliados en la guerra en Libia, es un polvorín a punto de estallar. La Alemania de Merkel trata de bajar la tensión.

Turquía envió al barco de prospecciones Oruc Reis tras el acuerdo de delimitación de aguas entre Grecia y Egipto. (AFP)
Turquía envió al barco de prospecciones Oruc Reis tras el acuerdo de delimitación de aguas entre Grecia y Egipto. (AFP)

El Gobierno alemán, que preside de turno semestral la UE, se ha desmarcado de la decisión del Ejecutivo francés de enviar refuerzos militares a Grecia en pleno repunte de la tensión en las disputadas aguas del Mediterráneo Oriental y ha apelado a París, Atenas y Ankara «a evitar una escalada».

El presidente francés, Emmanuel Macron, sacó músculo recordando que cuenta con aviones Rafale, un portahelicópteros y una fragata que hacen ejercicios en la zona.

Su homólogo turco, Recep Tayip Erdogan, quien lleva semanas enviando barcos de exploración de hidrocarburos a aquellas disputadas aguas, advirtió contra «las provocaciones de un país que no tiene costa en el Mediterráneo oriental pero que empuja a Grecia y a los grecochipriotas en la dirección equivocada».

La canciller alemana, Angela Merkel, llamó por teléfono el jueves al primer ministro griego. Kyriatos Mitsotakis –quien alerta del «riesgo de un accidente en un área naval tan limitada» y a Erdogan, a quien advirtió de que le será difícil lograr, como en julio, la adopción de sanciones si Ankara sigue enviando barcos a una zona que Grecia y la República de Chipre consideran zona marítima exclusiva.

Turquía niega tal extremo e insiste en que Atenas no tiene derecho a reivindicar esas aguas por mantener unas pequeñas islas, la más importante la de Castellorizo, cerca de las costas turcas.

Grecia delimita el espacio a partir de sus islas, mientras que Turquía insiste en que sólo las costas continentales pueden tomarse como base para proyectar zonas marítimas.

Pero el meollo del asunto no son las aguas sino los yacimientos petroleros y gaseros bajo el mar, a los que Israel, Chipre y Grecia, y ahora Turquía, se han lanzado con avidez.

La escalada viene de lejos. Grecia, entonces gobernada por Alexis Tsipras, Chipre e Israel se repartieron el pastel e incluso impulsaron la construcción de un gasoducto con el beneplácito de Egipto.

Turquía reaccionó firmando con el Gobierno libio de Trípoli un acuerdo por el que este le reconocía el derecho a hacer prospecciones gaseras en las aguas bajo su jurisdicción.

Guerra en Libia

El acuerdo enervó a Grecia y al Estado francés, que apoya política y militarmente, aunque no lo reconozca, al Ejecutivo rival de Tobruk en la guerra libia.

Merkel logró en julio que Turquía detuviera sus prospecciones en la zona en disputa a cambio de congelar la amenaza de sanciones de la UE.

Pero hace una semana, y en una réplica al acuerdo libio-turco, Grecia y Egipto firmaron un acuerdo para delimitar sus zonas económicas exclusivas (ZEE), en un gesto destinado a invalidar un tratado similar suscrito en noviembre entre Turquía y el Gobierno internacionalmente reconocido de Libia.

En respuesta, Ankara anunció la reanudación de las actividades de exploración de hidrocarburos en el Mediterráneo oriental que había suspendido.

Desde entonces los choques y escaramuzas son una constante que convierte la zona en un escenario de alto riesgo.