Iñaki  Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

GARA paga los 3 millones de euros, aguanta el castigo y mira hacia adelante

Gracias al apoyo de la gente que cree en la libertad de prensa y en el pluralismo, GARA ha finiquitado la deuda de “Egin”. Esos tres millones de euros suponen un castigo difícil de soportar, más aún en medio de una pandemia y sin apoyo institucional.

Desde la óptica pandémica actual, las imágenes del festival de Illunbe resultan impresionantes y provocan nostalgia de la buena. (Juan Carlos RUIZ / FOKU)
Desde la óptica pandémica actual, las imágenes del festival de Illunbe resultan impresionantes y provocan nostalgia de la buena. (Juan Carlos RUIZ / FOKU)

Gracias al apoyo de la gente que cree en la libertad de prensa y en el pluralismo, GARA ha finiquitado la deuda de “Egin”. Esos tres millones de euros suponen un castigo difícil de soportar, más aún en medio de una pandemia y sin apoyo institucional. Se ha invertido para relanzar un proyecto que esboce un pueblo y un mundo mejores.

Cuando logras algo que era difícil e injusto se genera una extraña mezcla de orgullo e impotencia. No tenías por qué haberlo hecho, y sin embargo te han obligado, a menudo con la idea de que no lo conseguirías. Por eso, hacerlo da una gran satisfacción. Pero a la vez, la discriminación y la injusticia te enfurecen. 

Todo el mundo ha tenido alguna vez esta vivencia. Así ha sido que GARA tuviese que pagar 3 millones de euros de expolio por la deuda injusta que “Egin” tenía con la Seguridad Social española cuando Baltasar Garzón cerró ilegalmente aquel periódico, en 1998. Pensaban que de esta no salíamos, y aquí estamos. Gracias a esa comunidad que cree en el periodismo y en la libertad de prensa. ¿Saldremos golpeados pero mejores? No será por no intentarlo.

Pagar la deuda es quitarse una losa que durante veinte años ha amenazado con aplastar a este medio de comunicación. Terminar de una vez por todas con esta fase supone superar la amenaza de cierre de un periódico por razones políticas, en Euskal Herria, en Europa y en 2021. Es una noticia positiva para la sociedad vasca en su conjunto, mucho más allá de nuestros lectores y nuestra comunidad.

Eso no alivia el sentimiento de impotencia ante semejante injusticia. Tampoco despeja los riesgos para un medio como el nuestro. Con una crisis estructural del sector de la prensa y en medio de una pandemia global, entregar 3 millones en dos años supone un ataque. De esta pelea salen un grupo humano y un medio de comunicación vivos, pero malheridos, lastrados, castigados. Basta con imaginar el alivio y la impotencia de entregar el último plazo de este expolio. La de cosas que se pueden hacer con medio millón de euros, tras otro medio millón, tras otro… así hasta tres millones en dos años. Una salvajada.

El expolio se ha consumado

No se ha cerrado el periódico porque nuestra comunidad y quienes creen en la libertad de prensa y defienden la pluralidad de la sociedad vasca han invertido en esta causa. Han hecho diferentes aportaciones en un momento muy difícil. Como si no fuese complicado ya antes, llegó la pandemia y alteró todas las prioridades. Claro que ahora hace falta una información veraz y una crítica honesta, pero la incertidumbre y el cansancio pueden marcar otras urgencias. En este tiempo el país se ha compungido y empobrecido por la crisis del coronavirus, y sin embargo a la vez se lograba que no se perdiese otra cabecera. Pero con ataques como este, a duras penas se puede mantener ese pluralismo en el kiosco. 

En general, las sociedades tienen muchos problemas para mantener medios independientes y Euskal Herria es un modelo a nivel mundial en este terreno. 10.000 nuevas suscripciones es una barbaridad y se han logrado. La redacción y el resto del equipo ha hecho todo lo que estaba en su mano para responder a diario a ese compromiso. Más aún cuando explotó la pandemia, acentuando la idea de servicio público que debe ser inherente a un medio de comunicación. Ese compromiso mutuo sigue vigente.

Se nos ha castigado de manera indecente e injusta. Hay quien tiene una responsabilidad mayor en esta situación. Algunos han mirado hacia otro lado. Por ejemplo, las administraciones vascas. Ese abandono es evidente sin entrar en otras cuestiones, solo atendiendo a que somos una empresa con capital vasco y que da de comer a 120 personas de manera directa y a más de 200 de manera indirecta. Innovación, digitalización, valores, otros modelos de empresa, reinversión en la sociedad, industrias culturales, cooperación público-privado, una sociedad formada… Seguro que recuerdan a cargos públicos, en diferentes informativos, repitiendo estas consignas. Ojo, no es que en este tiempo no se haya ayudado a otros medios a través de créditos y políticas públicas. Es que se ha mantenido el esquema clientelar habitual.

En el fondo, tras la primera reacción de indignación y solidaridad por el expolio, hubo quien pensó «¿y si no saliesen adelante?»; «¿y si dejasen de molestar?»; «qué tranquilidad si no tuviésemos que aguantarles esa ‘manía’ de querer saber, de explicar, de criticar… nuestra vida sería más cómoda». Merece la pena hacer el ejercicio, para contemplar cómo cambiaría el panorama mediático vasco sin GARA. No solo desaparecería lo que escribimos en nuestras páginas, sino que se dirían cosas que ahora no se pueden sostener. Los diversos canales se derechizarían instantáneamente.

También pudo haber quien pensase «aún van a salir reforzados; tienen la transición digital avanzada, si dicen que lo van a afrontar es que creen que pueden lograrlo; su comunidad no les va a dejar caer… que se busquen la vida, que nosotros ya tenemos bastante con financiar a ‘los nuestros’». Precisamente, lo que hemos pedido siempre ha sido un cambio en la manera de gestionar el sector, la importancia de contar con medios de comunicación plurales y la necesidad de una reflexión conjunta sobre cómo lograr la viabilidad de esta industria cultural. No hemos encontrado interlocutores.

Pese a todo, mejorar

Ajustando todo, en este periodo hemos conseguido avanzar en partes importantes del proyecto. Cuando llegó la noticia del expolio teníamos grandes planes, que tras el primer golpe decidimos adaptar pero mantener en la medida de lo posible. Así se lanzó NAIZ Irratia, la radio en euskara; se ha renovado NAIZ de arriba abajo; se ha implantado el digital-first; se han hecho varios proyectos audiovisuales y de entretenimiento… Con cada pago hemos intentado dar un paso en alguna tarea pendiente o en algún reto de cara al futuro.

Para hacer todo eso hemos vivido una revolución interna. Se ha cambiado la forma tradicional de producir, los horarios y los calendarios, los equipos. Se ha hecho un esfuerzo por solucionar cuestiones de personal y se ha dado paso a otra generación de periodistas. Claro que en medio llegó el coronavirus y ralentizó algunos de nuestros planes. Pero no hemos parado.

La idea no era solo pagar y ya está. No estamos para aguantar, estamos para experimentar, para aportar, para contar los cambios que demandan las personas en nuestro país y en el mundo. Somos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra escala, pero creemos firmemente que en muchos temas podemos marcar una diferencia, podemos ayudar a un equilibrio sin el que las cosas se hacen sin control y peor.

Creemos que la sociedad vasca necesita medios en los que reconocerse, que recojan sus críticas, sus alternativas y sus ambiciones. Medios que no les nieguen, les limiten o les hagan de menos. Hacen falta medios que controlen al poder, que fiscalicen a las instituciones y cuestionen a los representantes políticos. Es necesario un debate público rico, plural, formado, crítico, honesto y veraz. Personas en su mejor versión, una sociedad mejor, un pueblo mejor y un mundo mejor requieren de mejores medios.

Primero flotar, después nadar

Un periódico, una radio y un portal digital no paran nunca. Eso obliga a arreglar los problemas por guardias y mientras se navega, como en un barco. El cambio de fase que suponía finiquitar la deuda injusta de “Egin” nos daba la perspectiva de, aunque fuese brevemente, tocar puerto, celebrarlo y descansar un poco. La tormenta que ha supuesto el coronavirus ha alterado esa hoja de ruta, a nosotras y a todo el mundo. De momento no hay fiesta, no hay descanso. Nos comprometemos a que la habrá, por supuesto. Antes o después, comeremos, beberemos, cantaremos y bailaremos.

A la vez que hacíamos el último pago, vistas las consecuencias directas de la pandemia, entre ellas el cierre de la hostelería que nos está afectando mucho, los problemas para hacer publicidad de los pequeños comercios y el conservadurismo de algunos grandes, sumado a la falta de apoyo institucional, un compañero recordaba el refrán de «nadar y nadar, y ahogarse en la orilla». No estamos ahí, pero este año se presenta especialmente duro. Somos conscientes, insistimos, de que todo el mundo está igual.

Con todas estas contradicciones de por medio, ayer lanzamos una nueva campaña para agradecer el apoyo que hemos recibido de la mejor gente, renovar el contrato para seguir mejorando nuestros medios y comprometernos para que nuestra labor siempre esté enfocada a hacer de nuestro pueblo y este mundo un lugar mejor. Para eso fundamos estas empresas, para eso las salvamos de todo tipo de ataques.