Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

Convivencias

La vivienda es y ha sido el centro de la producción arquitectónica. El habitar, o como mínimo la construcción del alojamiento como refugio del ser humano, se encuentra además en su origen. Mucho ha cambiado la vida desde aquella cabaña primitiva, la primera casa y ahora la vivienda se expande, experimentado nuevas posibilidades y realidades más complejas.

El edificio Kalkbreite, obra de Müller Sigrist Architekten, es uno de esos nuevos proyectos que ofrecen formas de vivir y trabajar, más flexibles y diversas, y que además construyen un nuevo modelo de ciudad. Kalkbreite es una experiencia reciente situada en el tradicional distrito obrero, el Kreis 4 de la ciudad suiza de Zúrich.

En el año 2006, un grupo de vecinos, activistas y expertos en vivienda llevaron a cabo un taller sobre los nuevos modelos de casa en el marco de una convocatoria pública. Este proceso derivó en entender la vivienda no como un producto de mercado, sino como un instrumento público con el que fortalecer las comunidades emergentes en su papel de agentes de un nuevo modelo de desarrollo de ciudad.

El objetivo de aquel taller era recopilar y debatir propuestas de transformación para un antiguo solar reservado desde 1975 para vivienda accesible que la empresa pública de transportes utilizaba como depósito de tranvías. De aquellas reuniones salieron hasta 75 propuestas sobre cómo debería afrontarse el desarrollo de la zona, y aquellos planteamientos sirvieron para que el ayuntamiento lanzara una oferta para buscar un promotor que reactivara el uso de aquel suelo mejorando con ello las condiciones del barrio.

En el año 2009 se lanzaron las bases del concurso de arquitectura, entre cuyas premisas se sumaban situaciones tan contradictorias como la voluntad de construir al menos 2.000 metros cuadrados de espacio para uso del barrio, albergar un depósito para los tranvías de la ciudad o la de generar una gran variedad de tipos de vivienda. Para el ayuntamiento un objetivo fundamental era el de conseguir un alquiler asequible a largo plazo, por lo que llegó a la conclusión de que tal vez la mejor forma de gestionar el solar sería la de aplicar un régimen de cooperativa. Así que firmó un convenio de 95 años para la cesión del suelo, con la recién creada asociación de vecinos que iban a formar allí su comunidad.

A los requerimientos municipales, se les sumó los de los futuros usuarios, tales como alcanzar los más exigentes estándares ecológicos, la prohibición del uso del vehículo privado entre los miembros de la cooperativa, el fomento de la cultura y de la idea de comunidad o la posibilidad de vivir y trabajar en el mismo complejo.

Socialmente se impuso el objetivo de favorecer la heterogeneidad generacional y racial y fomentar la multiplicidad de opciones residenciales para dar cobertura al mayor número de situaciones económicas posibles. Mientras que la mayoría de los apartamentos están destinados a familias de nivel adquisitivo medio, un 20% de las viviendas se alquilan a residentes de mayor poder adquisitivo.

Amplias posibilidades. El almacén de vagones de la planta baja se formaliza como un basamento hueco sobre el que se asienta un edificio-manzana que alberga las viviendas, elevadas para evitar el ruido y las vibraciones. También sobre el depósito se encuentra el espacio libre colectivo, abrazado por el perímetro edificado que contiene el programa residencial, comunitario y de equipamientos. La infraestructura del tranvía queda envuelta con un programa mixto de oficinas, espacios comerciales y culturales, restaurantes, bares o aparcamientos de bicicletas. Espacios abiertos siempre a las calles circundantes, que llenan de vida las aceras que rodean el edificio.

El patio interior y la ciudad se unen por una cascada de accesos que lo hacen tremendamente permeable a lo urbano. La forma urbana del edificio se adapta al contexto, hacia la ciudad, recoge las ocho alturas las construcciones del entorno. Mientras, su gran espacio comunitario alcanza como máximo las cinco plantas dando lugar a una agradable proporción, especialmente si se tiene en cuenta que el perímetro edificado varía su altura. Una solución que abre la plaza al suroeste, asegurando la buena iluminación y ventilación así como la protección al ruido ambiente.

Sobre este espacio central gravitan las vidas de los usuarios del edificio, ahí se encuentra la guardería, la cafetería, una cocina colectiva y el hall de entrada a la parte residencial. Es algo más que un portal, contiene una especie de recepción, donde se centralizan los servicios, y también da paso a un estar-biblioteca colectivo, a la lavandería, y a un pequeño hostal que facilita poder invitar a alguien a casa. Este espacio central se remata con una escalera abierta que recorre la cubierta dando acceso a diez espacios denominados boxes, y que son talleres, espacios de producción comunitarios donde poder trabajar, no solo a modo de oficina, sino con herramientas o con actividades más molestas.

En el fondo, Kalkbreite es una infraestructura, un artefacto que da soporte a un sinfín de usuarios y de actividades que se aglutinan bajo una forma edificada construyendo una nueva forma de convivencia.