Pello Guerra
Entrevista
Alejandro Torrús
Periodista y escritor

«La fuga desafía la lógica y habla de la determinación e inteligencia de los presos del fuerte»

Una reconstrucción histórica cargada de rigor y empatía es lo que ofrece Alejandro Torrús en su libro sobre la histórica fuga del fuerte de Ezkaba de Iruñea en 1938. Los presos, las mujeres que les ayudaban y los familiares que buscan sus restos son los protagonistas de un relato crudo e intenso.

Alejandro Torrús ha realizado una recreación histórica de la fuga del fuerte de Ezkaba.
Alejandro Torrús ha realizado una recreación histórica de la fuga del fuerte de Ezkaba. (NAIZ)

Torrús es jefe de Opinión del diario ‘Público’ y, durante años, ha sido responsable de la información relacionada con la memoria histórica en el mismo medio. El siguiente paso en esa trayectoria ha sido plasmar el empeño por rescatar a las víctimas del franquismo en su libro ‘La gran evasión española’, publicado por Penguin Random House.

En su obra, recrea las extremas condiciones de ‘vida’ de los 2.500 presos encerrados en el penal, la histórica fuga de 795 reclusos el 22 de mayo de 1938 y la feroz cacería desatada por la fuerzas franquistas a través del testimonio de los prisioneros, con un atractivo estilo narrativo para llegar al público más amplio posible.

En la introducción de su obra, señala que es un ejercicio de divulgación sobre la fuga del fuerte de Ezkaba de 1938, pero después cita varios libros que han tratado lo sucedido. A pesar de la existencia de esos estudios, ¿esta gran fuga todavía sigue siendo una gran desconocida?

Sí, sin duda. La inmensa mayoría de la población todavía desconoce esta historia. Incluso hay muchas personas, interesadas en la Guerra Civil española, que no conocen este capítulo sucedido en Pamplona. Las investigaciones publicadas hasta ahora, como las realizadas por Félix Sierra, Fermín Ezkieta o Amaia Kowasch, han sido fundamentales para conocer la fuga que sucedió en 1938 y a ellos referencio continuamente mi trabajo. Mi objetivo, en todo momento, era intentar construir una obra y dar forma a un relato que pudiera reunir las investigaciones realizadas hasta ahora y llegar a un público que normalmente no consume ensayos vinculados a la recuperación de la memoria democrática.

También recalca que en su relato de esos hechos usa la ficción, pero que no estamos ante un libro de ficción. ¿Podríamos hablar de una recreación histórica con rigor, pero también con literatura?

Así intento explicarlo en la introducción del libro. Como decía antes, el objetivo era intentar llegar a un público no habitual en publicaciones de memoria democrática. Para eso, he intentado crear un relato que dé vida y movimiento a los testimonios de los supervivientes, a las investigaciones antes citadas y a los datos que recogen los documentos oficiales que se conservan. Había que conseguir que fuera con ritmo y que pudiera retener a los lectores. Para ello, he tenido que echar mano de la recreación, de imaginar cómo se pudieron dar algunas situaciones siempre basándonos en los propios testimonios y recuerdos de los protagonistas.

Exhumación en Larrasoaña de los cuerpos de varios fugados fusilados tras ser capturados. (Idoia ZABALETA/FOKU)

A través de diversos presos del fuerte, explica las durísimas condiciones de vida del penal y cómo fue la fuga. ¿Es prácticamente un relato personal, aunque de tipo coral?

La idea es que fuera una historia de vidas. Mi propósito, siempre que encaro el reto de contar una historia relacionada con víctimas de la Guerra Civil o de la dictadura, es que el propio relato incorpore las historias de vida de los protagonistas. Sus nombres, lugares de nacimiento, oficio o incluso el nombre de sus padres. El fascismo acabó con sus vidas y los lanzó a cunetas para borrar sus nombres de la historia. Ahora, el reto es que la información vinculada a la recuperación de la memoria no se limite a la apertura de una u otra fosa con X número de cuerpos recuperados. Hay que intentar recuperar la vida de estas personas, darlas a conocer e impedir que el franquismo consiga su objetivo de borrarlas de las páginas de la Historia.

¿Cómo ha conseguido ponerse en la piel de los protagonistas de esa gran evasión?

Ha sido un proceso de documentación a través de los testimonios que dejaron los protagonistas a Félix Sierra e Iñaki Alforja, y de las memorias o entrevistas que dejaron varios presos. No sé si lo he conseguido. Sí sé que esa era la intención desde el máximo respeto a los protagonistas y sus descendientes. Creo que contar la historia desde el punto de vista de los presos permitía conectar con la empatía del lector y hacerlo más partícipe de esta historia.

Las mujeres también están muy presentes en su relato a pesar de que ellas no eran presas del fuerte. ¿Qué difícil papel les tocó jugar en esta terrible historia?

Allá donde había un penal, cárcel o campo de concentración franquista había mujeres haciendo todo lo necesario para salvar la vida de los hombres de dentro. Ya fuera a través de comida, ropa, medicamentos o moviendo cielo y tierra para dar con el contacto adecuado que pueda salvar la vida del preso. Creo que esta historia de resistencia de las mujeres, organizadas en redes para ayudar a los presos, a la vez que mantenían a sus familias, ha sido infravalorada. Muchas veces escuchamos relatos de amigos que recuerdan perfectamente qué tipo de represión, lugar y motivo sufrió el abuelo, mientras que desconocen en absoluto las heroicidades de las abuelas, que también sufrieron represión para la supervivencia tanto de los presos como del resto de las familias. En este sentido, la investigación de Amaia Kowasch es fundamental. Es un trabajo magnífico que desvela la transmisión patriarcal de la memoria.

Entrega a sus familiares de los restos de Leoncio de la Fuerte, preso de Ezkaba ejecutado. (Iñigo URIZ/FOKU)

Los descendientes y familiares de los presos también tienen un papel muy destacado y lo que supone que se llegue a localizar los restos e identificar a sus seres queridos abatidos en la fuga. ¿De esa manera consiguen cerrar de alguna manera lo sucedido?

La idea a desterrar es que los crímenes que se cometieron durante la Guerra Civil y la dictadura son hechos del pasado sin ningún tipo de vinculación con el presente. Creo que la fuga de presos de San Cristóbal se dio en 1938, pero sigue siendo presente. Ese presente se muestra a través de las vidas de hijas, nietos o sobrinas que aparecen en este libro y que han luchado durante muchos años para conseguir recuperar no sólo los cuerpos de los suyos, sino también por dar a conocer sus vidas. Creo que la fuerza que lleva a una familia a buscar a sus muertos es única e irrepetible. Cada familia que he conocido tiene una motivación concreta para emprender una pelea que no siempre se comparte entre todos los miembros de la familia. Cerrar heridas, evidentemente, es uno de estos motivos, pero no es el único. A veces, incluso, no hay una herida que cerrar. Se trata únicamente de una muestra de respeto y amor hacia un familiar al que nunca conociste, pero que no merece permanecer en una cuneta hasta el final de los tiempos. En otros casos, como el de Paula, que cuento en el libro, también se trataba la demostración empírica de que su padre jamás la abandonó. Que no regresó a casa porque lo fusilaron antes y no porque la hubiera abandonado.

¿Cómo es posible que un puñado de presos en unas condiciones infrahumanas consiguiera hacerse con el control de uno de los penales franquistas más seguros?

No lo sé. Desafía a la lógica y nos habla de la determinación, inteligencia y organización de los presos que estuvieron en el fuerte de San Cristóbal y muy especialmente de los implicados en la preparación de la fuga.

Vista del interior del fuerte de Ezkaba. (Iñigo URIZ/FOKU)

¿Las incógnitas sobre lo que ocurrió con el líder de la fuga, Leopoldo Pico, le dan un halo de misterio a lo sucedido?

Un ingrediente más, sin duda, que nos permite hacernos una idea de cuánto nos queda todavía por conocer y descubrir de esta fuga. Sin embargo, y por desgracia, es habitual en este país que los cuerpos de los protagonistas de las historias de lucha y resistencia de la Guerra Civil estén desaparecidos. En este sentido, el caso es similar a lo sucedido en el resto de la geografía del país. Es necesario poner en marcha a nivel estatal un plan ambicioso para recuperar a todos los desaparecidos de la guerra y la represión franquista. Un plan que no dependa del color del gobierno en cada comunidad autónoma o gobierno central. Ya han desaparecido muchos cuerpos. No podemos permitirnos tener más lagunas sobre nuestra propia historia.

En su libro recuerda algunos paralelismos de la fuga de Ezkaba con la evasión de soldados británicos en la Segunda Guerra Mundial que dio pie a la conocida película ‘La gran evasión’. Pero también que hay muchas diferencias entre una y otra.

Sí, evidentemente hay muchas diferencias entre una y otra fuga. El tipo de prisionero es diferente. En la película, hablamos de militares con experiencia en combate y unas condiciones no muy deplorables. En el fuerte de San Cristóbal, hay un gran número de zapateros, jornaleros o maestros que no habían tocado un arma en su vida y no sabían ni qué era un frente de guerra. Hoy por hoy, la hipótesis principal del motivo de la huida es la del hambre y la necesidad de huir del lento caminar hacia la muerte que significaba estar preso en el fuerte de San Cristóbal.

En su obra también aboga por que el fuerte, que sigue siendo propiedad del Ejército a pesar de su abandono, se convierta en lugar de memoria. ¿Cree que llegará ese día?

Quiero creer que sí. Es de suponer que el mantenimiento del edificio es muy costoso para el erario y que sería, todavía más costosa, su rehabilitación y actualización para convertirse en un lugar de memoria. Sin embargo, se me ocurren pocos lugares mejores que el fuerte para explicar a las nuevas generaciones un trozo de la historia del país, de Navarra y de lo que fue la lucha contra el fascismo y la represión franquista.

Puerta principal de un nevado fuerte de Ezkaba. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)