El fotógrafo Joxe Lacalle retrata los tiempos de la insumisión
En el libro ‘Si te mandan una carta’ (Txalaparta), Joxe Lacalle recopila imágenes de la época en la que Euskal Herria y especialmente Iruñea bullían con las movilizaciones organizadas en defensa de la insumisión, que llenó la prisión de la capital navarra de jóvenes desobedientes.
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Joxe Lacalle acaba de publicar con Txalaparta ‘Si te mandan una carta’, una recopilación de fotografías de los tiempos en los que la insumisión teñía de protesta y de movilización las calles de Euskal Herria, pero especialmente de Iruñea.
«Después del otro libro, ‘Memorias de Lacalle’, empecé a digitalizar negativos de mi archivo. Me di cuenta de que hacer 30 años, en 1988, comenzó lo de la insumisión, el negarse a ir a la mili, la objeción de conciencia, el antimilitarismo, ... Me planteé hacer algo y empecé a recopilar negativos y negativos, y me di cuenta de que había tema para rato. Empecé a hablar con varios insumisos para ver qué les parecía la idea. Fui a Txalaparta y la idea era sacar el libro para finales del año pasado. Pero con unas cosas y otras, luego vino el covid, se ha retrasado», explica el fotógrafo.
La época que retrata Lacalle se caracterizaba por la pujanza de los movimientos populares, algo que no percibe actualmente. «Era una época muy diferente. Ahora apenas hay movimientos sociales, algo de okupas, y no veo nada más. Quizás algo del TAV. Ahora los jóvenes andan más con el móvil y las redes sociales. O eso me parece a mí», señala.
Hablamos junto Lacalle junto a la vieja cárcel de Iruñea, en la calle San Roke. La prisión, hoy derruida y convertida en un parque con una zona de esparcimiento canino, se llenó, literalmente, de jóvenes insumisos presos. «El 90% de las fotos son en la cárcel, o en el patio o en la puerta. Siempre terminábamos aquí. También el paseo de Sarasate, el balcón de la sede del PSOE, el Monumento a los Fueros o Diputación. También los juicios en la vieja Audiencia, donde ahora está el Parlamento. Ahí era donde más concentraciones se hacían, cuando juzgaban a alguien o tenía que declarar».

Insumiso de vocación
Generacionalmente, a Joxe Lacalle la insumisión le pilló mayor, pero tenía mucha simpatía a ese movimiento transversal, como ahora se le denominaría. «En mi tiempo era imposibile hacerte insumiso. Solo te librabas si eras Testigo de Jehová, pero lo de la religión tampoco me mola. Sí que conseguí estar cuatro meses y medio de mili. Y ya me marché. Más contento que Abundio. La gente te decía, a menudo además, que hasta que no hicieras la mili no te hacías un hombre. Eso a mí me me podía. ¿Cómo que no voy a hacerme un hombre hasta que no haga la mili?».

Las movilizaciones de insumisos eran numerosas, multitudinarias, y coloridas. «Siempre iban en plan tranquilo, aunque muchas veces hubo cargas de la Policía. No sé por qué. Recuerdo una muy gorda, aquí, junto a la cárcel. Entró un coche a la prisión con dos policías de paisano dentro. Pasó por el medio de todas las pancartas, como un animal. Alguien le gritó algo o le dio una patada en la puerta. Se bajó el tío del coche y empezó a pegar tiros. Yo estaba al lado de él. Otros compañeros fotógrafos se escaparon corriendo del miedo que les dio. Luego me preguntaban por qué me había quedado. Es que si no me quedo, no hay documentación de esto, de que el tío este estaba pegando tiros a la gente. Esa fue gorda, pero cargas de pegar porrazos a la gente he visto mil veces».

Expulsados de la cárcel
El número de insumisos encarcelados en la prisión de Iruñea era tan alto que a las autoridades no se les ocurrió, en una ocasión, mejor idea que darles la libertad para descongestionar la prisión. Los insumisos se negaban a irse. Hasta que les echaron de la cárcel por la fuerza. Lacalle estuvo ahí. «Sí, me acuerdo. Entre ellos estaba nuestro compañero de ‘Egin’ César Ekisoain. No querían que les sacaran de la cárcel. Querían reivindicar lo suyo, que cambiaran la ley que obligaba a ir a la mili, algo que se conseguió». Esas fotos estaban destinadas a la portada de ‘Egin’, pero no lo fueron, ya que quien firma la entrevista se quedó con las imágenes reveladas atascado en el puerto de Etxegarate por una nevada. No llegamos al cierre. Son cosas que pasaban, a veces, en los tiempos en los que para enviar una foto no bastaba con darle a un botón del móvil o del ordenador.
Las fotografías más difíciles de conseguir eran las del patio de la cárcel. Lacalle cuenta cómo las obtenía. Ahora ya se puede. «Las primeras fotos de los insumisos en el patio las conseguí subiéndome al edificio de la actual Audiencia, que lo estaban construyendo entonces. Me colaba por las obras y subía hasta el tercer o cuarto piso. Salían al patio, les sacaba la foto y me bajaba casi corriendo. Hasta que me pillaron y me dijero que ya me valía de subir tantas veces. Luego, me habilitaron una casita de las que estaban al lado de las patios, de las que están al fondo, al lado de la actual Audiencia. No se veía el patio tan bien como desde la Audiencia, pero se veía. Salía a la ventana y ellos salían al patio. Previamente habíamos quedado. Para conseguir una foto de la cárcel entera, me colé en unas casas grandes que había enfrente y me subí en ascensor y saqué las fotos de la ventana del descansillo del último piso. Hice cuatro o cinco fotos y me bajé corriendo. Así andábamos, como se podía. Pero conseguí hacer cositas».

La publicación del libro de Lacalle ha coincidido con la película de Lander Garro, que también reivindica la importancia del movimiento de la insumisión. «Lograron que se dejara sin efecto una ley que cortaba la vida a la juventud. Fueron todo acciones muy tranquilas. Me gustó mucho lo de la insumisión y lo viví tan insumiso como ellos. Al final estaba con ellos día sí, día no. Casi todos los días hacían algo. Iba por la calle en las manifas con ellos e iba cantando sus canciones. ‘Insumisos palante, militares patrás, laralalalá...’ y así. Cuando vas con gusto a una cosa de estas, lo sientes. Y lo cantas. Iba chillando también sus reivindicaciones en las manifestaciones».
Textos, también de mujeres
Junto a las fotografías, en el libro aparecen textos de gente que vivió esa época. «Quería que el prólogo lo escribiera una mujer. Me ha costado, pero lo he conseguido. Es Patricia Moreno, que fue abogada de insumisos. Los demás textos son de insumisos. Quería que hubiera también mujeres, y entre ellas está la hermana de Unai Salanueva, aquel pobre chico que se suicidó. Eso sí que fue un palo para todos. Encima, tenía mucha amistad con su aita. Cuando te toca de cerca es duro. Era un chaval que se suicidó unas horas antes de tener que venir a la cárcel... ¡Hostia, Pedrín! ¡Qué palo! Decían que no había mujeres en el movimiento insumiso, pero el Gobierno se llegó a plantear que harían la mili. Y las chicas estaban siempre participando en el movimiento. Me ha costado localizar chicas, pero al final he conseguido que también estén presentes».
Entre los textos, aparecen tendencias diferentes relacionadas con la insumisión. «Aparecen la insumisión, la objeción, la insumisión marica que le llamaban, el Inutilaren Eguna, Shanti Kiroga que hizo deserción, ... He intentado también que aparezcan distintas zonas de Navarra: Sakana, Tafalla, Agoitz, Iruñea lo que más porque era donde más había, ... Ellos mismos escriben su historia y hablan de ella».
Lacalle critica que se haya derribado la vieja cárcel de Iruñea. «No era cuestión de haber tirado la cárcel. Podían haber aprovechado esos edificios para proyectos sociales. Es un símbolo de la represión y de la propia lucha. También hubo republicanos encarcelados aquí. Sería importante recuperar al menos la puerta, ya que la cárcel la han tirado y con eso no se puede hacer nada. En el libro aparecen fotos del interior de la cárcel, porque en 1991 o 1992 nos trajeron a una visita. Nos enseñaron lo que querían. Saqué alguna celda, con una ikurriña. Nos trajeron para decirnos que iban a abrir una sección de mujeres, pero de la zona de mujeres no nos dejaron sacar fotos. A quienes hemos estado en la cárcel se nos ponen los pelillos de punta cuando entramos a una, aunque sea de visita».

La presencia del fotógrafo era una «garantía» de que la represión policial contra los insumisos ese día no iba a ser exagerada. «Yo estaba encima y les oía a los policías muchas veces. Más de una vez te llevabas alguna colleja. Y les oía decir ‘tened cuidado que está aquí el hijoputa de la coleta’. Porque a mí me llamaban el hijoputo de la coleta. Pero ya ni me molestaba. A palabras necias, oídos sordos. Pero cuando los insumisos me veían que estaba con las cámaras estaban más tranquilas, porque sabían que podía pasar cualquier cosa pero que la gente se iba a enterar. Sabían que le gente que leía ‘Egin’ o ‘Egunkaria’ iba a tener información de eso».