Isidoro Berdié Bueno
Profesor de Ciencias de la Educación, doctor en Historia y Filología Inglesa

El futuro lo decidirán ellos

Debemos asumir que el futuro lo decidirán ellos, será lo que ellos deseen que sea y la interpretación de nuestros valores se basará en los propios que ellos hacen de sus culturas de origen, la esencia de nuestra cultura de origen cristiano y grecorromano no se sostiene ya.

Cualquier sociólogo actual de medio pelo y sin prejuicios vería que el futuro ya no está en manos de la raza blanca que creó la sociedad moderna, el capitalismo, la ciencia y la tecnología que hoy día son instrumentos de la cultura de masas. Sobrevivirá lo que esta multitud de emigrantes decida conservar como útiles para el futuro que ellos decidan tener, ellos poseen la energía biológica necesaria para avanzar más allá del presente, y al igual que sucede con el contenido de la casa del moribundo, no se repartirá a quien él quiera, sino que lo tomará el primero que llegue, sin contar con la voluntad del finado.

En la casa del muerto, que es la nuestra, no valdrá para nada su testamento, sino lo que ellos piensen que les favorece y les va a servir, contarán más las culturas precedentes que tenían, y menos lo que les hayamos podido enseñar, y hasta de ahora es evidente que han adoptado con más entusiasmo la ciencia y tecnología, que sí las conservarán, y no las humanidades, cultura y religión, que constituyeron el núcleo de la civilización occidental.

Sí, debemos asumir que el futuro lo decidirán ellos, será lo que ellos deseen que sea y la interpretación de nuestros valores se basará en los propios que ellos hacen de sus culturas de origen, la esencia de nuestra cultura de origen cristiano y grecorromano no se sostiene ya. El cambio de soporte biológico implicará la creación de nuevos paradigmas culturales en los que nosotros tenemos poco que decir porque hemos dejado de ser la cabeza del poder mundial desde la Primera Gran Guerra (1914-18).

Las nuevas potencias mundiales ya no son europeas, como lo fueron antaño, y de la misma manera que España dejó de ser potencia tras el Congreso de Viena, 1815, Europa dejó de serlo tras el Pacto o Tratado de Versalles 1918, prácticamente un siglo más tarde, cuando un siglo antes, en el Congreso de Viena, todas las potencias estaban circunscritas y dentro de nuestra geografía europea.

Estos dos hitos, de Viena a Versalles marcan el declive histórico y la decadencia de Occidente, pasó de lo alto del poder mundial a la insignificancia un siglo después, como bien lo vio Spengler en su "Decadencia de Occidente" ("Der Untergang des Abendlandes") 1918. Más tarde en Yalta, 1945, Europa estaba ya muerta, representada por Churchill, su presencia fue meramente testimonial y las decisiones se tomaron entre Stalin y Roosevelt, éste ya enfermo, por lo que el soviético se llevó el gato al agua, anexionándose parte de la Europa central y todo el Este, como esclavo de la URSS.

 «Todo tiene su fin», así cantaba el grupo musical Módulos en los años 60 del siglo pasado que nos viene como anillo al dedo para terminar, pues es un canto funerario que unido al dolor, se asemejaría al que sintieron los míticos mirmidones en el entierro de su héroe Aquiles, muerto en combate en la ciudad de Troya lejos de su patria ("La Ilíada", Homero). Aquiles representa la cultura occidental y su muerte el final de una etapa imprescindible de la Humanidad.

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