Mauricio Rodriguez-Gastaminza
Historiador

Memoria histórica, soberanismo y régimen del 78

La situación que venimos padeciendo en el Estado y en Euskal Herria desde hace muchas décadas y agravada obscenamente durante estos últimos años, tiene un origen y un nombre, Régimen del 78.

Ese pacto de las élites del Estado español para dejarlo todo bien atado e impedir la irrupción de las clases trabajadoras y populares en la gestión de su destino, fue una alianza interesada entre la clase política heredera del franquismo y los partidos reformistas que mendigaban un sitio en la mesa del poder.

Pero, ¿cuales son las claves para dinamitarlo? Son varias, pero haremos hincapié en las tres o cuatro fundamentales. Procesos soberanistas periféricos. Actualmente, lo que más crispa y  resquebraja al régimen, es la deriva sobernista que se está gestando en Catalunya, y la posibilidad que a corto plazo implosione en Euskal Herria. Desde la perspectiva de una izquierda transformadora y rupturista, apoyar como táctica para el periodo, procesos independentistas no significa necesariamente colocarse en posiciones meramente nacionalistas, ni apoyar a las derechas, sobre todo en Euskal Herria, que por ahora son hegemónicas.

Es mas fácil ir cambiando la correlación de fuerzas en territorios pequeños que se enfrentan al Estado que en el conjunto de un comunidad artificial más amplia y con una sociedad civil más contaminada por los medios y los intereses oligárquicos. En nuestro caso, el PNV no puede apostar decididamente por un proceso rupturista con el resto del estado, porque entonces quedarían todas sus miserias al aire. Tendría que seguir aplicando su política de recortes y neoliberal y no tendría la excusa de Madrid.

El mantra que repiten insistentemente del «aquí estamos mejor que en el resto de España» ya nos les valdría como banderín de enganche para votantes indecisos y la población vasca visualizaría con claridad la verdadera cara de la derecha nacionalista, seguir explotando a sus trabajadoras y trabajadores siguiendo el dictado de sus verdaderos amos, esos que tiene sus sedes en la Gran Vía bilbaina, en la calle Gardoki y en la Castellana de Madrid. Esas son sus Sabin Etxea y no la de los Jardines de Albia.
          
Memoria histórica. Otro de los factores que más asusta a las élites políticas que elaboraron el entramado jurídico político que denominamos Régimen del 78, es el avance imparable de la lucha por la verdad, la justicia y la reparación, a la hora de juzgar desde el rigor histórico, la verdadera naturaleza de la Sublevación Militar Fascista de 1936, la dictadura sangrienta del general Franco, la transición que nos impusieron y un bipartidismo que nos ha encorsetado durante décadas.
          
La exhumación de fosas comunes de miles de asesinados, el apoyo cada vez mayor a la querella argentina de la jueza Servini para que sean llevados ante la justicia internacional los ministros franquistas que aún quedan vivos y los torturadores Billy el Niño y el capitán Muñecas, y sobre todo, la derogación de la Ley de Amnistía de 1977, una ley de punto final, lo hace inasumible al bipartidismo monárquico, y por ahí también se irán tambaleando sus cimentos.
          
Movilización y lucha. Cualquier proceso de ruptura, de cambio transformador, si no va acompañado de movilización y de lucha en la calle, convierte a los llamados partidos del cambio, en meros apéndices de los partidos del régimen, que circunscriben las contiendas al marco electoral y parlamentario, diciéndoles a las «masas» que ya han elegido a sus representantes y que planteen sus reinvindicaciones por ese único cauce.

Todos estos elementos, y seguramente muchos más que me dejo en el tintero, harán posible la destrucción del viejo régimen y el nacimiento, no sin traumas, de uno nuevo, solidario, igualitario, laico y plurinacional. Una hipotética Confederación de Repúblicas Soberanistas que logre poco a poco implantar en el conjunto del Estado la creación de un verdadero Poder Popular.

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