La demofobia española ante el espejo británico

Las inusuales prisas del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya por dictar sentencia sobre el juicio del 9N hicieron coincidir ayer la condena de las urnas con el anuncio de la premier escocesa, Nicola Sturgeon, de la puesta en marcha del mecanismo que llevará al país a un segundo referéndum sobre la independencia. Un plebiscito que se celebrará entre otoño de 2018 y primavera de 2019, en una fecha que será decidida por el Parlamento. El anuncio vuelve a poner la demanda democrática de soberanía de las naciones sin Estado en la agenda europea.

Una escala en la que, efectivamente, Escocia lo tiene algo difícil y Catalunya tremendamente difícil, pero en la que las cartas españolas tampoco son las mejores. La contraposición entre las actitudes de Londres y de Madrid ante las demandas escocesas y catalanas, que ya fue una evidencia en otoño de 2014, se proyecta de forma mulplicada en el devenir de los próximos meses, en los que –probablemente– veremos a los escoceses votar de nuevo mientras el Estado español hace lo imposible para evitar el referéndum anunciado por Catalunya para el próximo setiembre. Un plebiscito que –por si alguien dudaba– tendrá que celebrarse fuera de la legalidad española. Con el espejo escocés en frente, Madrid tendrá que argumentar muy bien las medidas que tome para impedir la iniciativa catalana, aún más viendo que al silencio de las cancillerías europeas se suma la alarma de instancias poco sospechosas como el Consejo de Europa, que ayer publicó íntegro el informe crítico con la última reforma del Tribunal Constitucional.

La sentencia echa el candado a una puerta que algunos todavía querían ver abierta –la de un referéndum acordado con el Estado– y llena de legitimidad el camino propio emprendido por Catalunya hacia la soberanía plena. En este contexto, insípidos posicionamientos como el de llamar a un diálogo político al que el Estado español se niega militantemente no suponen más que alimentar el statu quo reinante. Las instituciones vascas no se pueden permitir semejante equidistancia ante la apuesta catalana.

Buscar