Beñat Zaldua
Iruñea

A por una década de transformación

Con la nueva Constitución aprobada en 2008 como punto de partida, la Revolución Ciudadana ha transformado notablemente Ecuador en los último años, recuperando gran parte de la soberanía perdida tras décadas de sometimiento a la oligarquía local y los mandatos del FMI y el Banco Mundial. Con numerosos retos todavía pendientes, Correa contará a partir del sábado con cuatro años más para ahondar en las transformaciones.

Caravana electoral de Alianza País en Machachi, cerca de Quito. (Rodrigo BUENDIA/AFP)
Caravana electoral de Alianza País en Machachi, cerca de Quito. (Rodrigo BUENDIA/AFP)

Si, tal y como apuntan la inmensa mayoría de las encuestas, Rafael Correa es reelegido presidente de Ecuador el próximo 17 de febrero, la Revolución Ciudadana que encabeza cumplirá, al final de este tercer mandato, una década al frente del país latinoamericano. Diez años que, de seguir con la dinámica actual, supondrán una transformación estructural de Ecuador de una dimensión incalculable. Para tratar de entenderla, resulta imprescindible mirar atrás.

Ecuador empezó el siglo en medio de una crisis económica y política de gran calado –con algunas similitudes a la que vive el Estado español en la actualidad–, en la que se rescataban bancos con dinero público mientras el FMI y el Banco Mundial ponían un techo muy limitado a la inversión social. Eran tiempos también de grandes movilizaciones y revueltas populares, encabezadas a veces por las organizaciones indígenas, como en el año 2000, o por el conjunto de las clases populares empobrecidas, como en 2005.

Esta última forzó la salida de la presidencia de Lucio Gutiérrez, que había llegado al poder como defensor de las clases populares y acabó declarándose «el mejor amigo» de los EEUU. En el Gobierno posterior entró al frente del ministerio de Economía un joven apenas conocido, que no tardó en llamar la atención al plantear el impago de la deuda ilegítima y la recuperación de los recursos petroleros en manos, entonces, de las empresas extranjeras. No duró ni cuatro meses en el cargo, pero la figura del líder se había empezado a construir. Se llamaba Rafael Correa.

La crisis de los años anteriores había dejado tocados a todos los partidos tradicionales de Ecuador, así como a buena parte de los movimientos sociales de diverso signo. De hecho, el grito en las revueltas de 2005 no era otro que el consabido ‘Que se vayan todos’. En este contexto, militantes de diversos sectores de la izquierda ecuatoriana empezaron a trabajar en una candidatura independiente encabezada por el propio Correa y a tejer un movimiento al margen de los partidos tradicionales, que recogiese el acumulado de las más variadas luchas y anhelos de esa izquierda ecuatoriana. Se dio en llamar movimiento Alianza País (AP) y en la segunda vuelta de las elecciones de 2006 se impuso al Álvaro Noboa, el hombre más rico de Ecuador. Había comenzado la Revolución Ciudadana.

Nueva era, nueva Constitución

El primer y principal punto del programa del nuevo Gobierno era la ruptura con el orden constitucional vigente, reflejada en el hecho de que AP ni siquiera presentó diputados para la Asamblea General (Parlamento). Esta ruptura se consolidó con la convocatoria de elecciones para una Asamblea Constituyente, que en 2008 dio a luz la Constitución de Montecristi –localidad en la que se elaboró–, posteriormente refrendada por el 81,72% de la población. Se trata de una de las Cartas Magnas más modernas y avanzadas del mundo, en la que, entre otros, se reconocen el carácter plurinacional de Ecuador y los derechos de la naturaleza.

Con la nueva Constitución como punto de partida, comenzaron las grandes transformaciones, en las que cabe destacar, desde un inicio, un Gobierno cercano a la paridad, el rechazo al Tratado de Libre Comercio con EEUU, el freno a la oligarquía y al FMI, la renegociación de la deuda –con una quita de cerca de dos tercios–, el desmantelamiento de la base militar estadounidense de Manta, la recuperación de los recursos petroleros o la apuesta por una mayor integración regional –sobre todo a través de Unasur–.

Son solo algunos de los logros de la Revolución Ciudadana a lo largo de los últimos seis años –se pueden consultar muchos más en esta publicación del propio Gobierno–, todos ellos encaminados a una recuperación de la soberanía del país, con la vista puesta en el «Sumak Kawsay» quechua, traducible a la aspiración de una «vida en plenitud». Son muchas las voces, tanto dentro como fuera del Gobierno, que insisten en que quedan innumerables retos por delante, como la excesiva dependencia de los ingresos petroleros, la todavía desigual distribución de la riqueza o el poco diálogo entre los agentes del cambio dentro y fuera de las filas gubernamentales. Pero seis años largos han dado, hasta ahora, para mucho, como reconocen incluso en la oposición de izquierda. Si se confirma, como se prevé, la reelección de Correa, quedarán cuatro años más por delante para seguir transformando Ecuador.