Beñat Zaldua
Iruñea
Elkarrizketa

«El principal reto es salir de la dependencia primario exportadora en la economía»

Doctor en Sociología Política, Franklin Ramírez es uno de los referentes académicos del proceso de cambio ecuatoriano. En esta entrevista explica el porqué de la popularidad de Correa y los grandes retos a los que se enfrentará en el próximo mandato, así como su lugar en el contexto latinoamericano.

Franklin Ramírez
Franklin Ramírez

No es fácil mantener los índices popularidad de Correa tras siete años en el poder. ¿Cómo se explica?
El punto fundamental está ligado al retorno del Estado tras un debilitamiento de largos años. Correa y la Revolución Ciudadana recomponen el Estado, sus capacidades institucionales, sus capacidades de regulación del mercado, de planificación del desarrollo y de la redistribución de la riqueza. Y esto hace que las políticas públicas se coloquen en el centro. No es tanto el carisma, como pretenden ciertos discursos de la derecha, sino este movimiento de la política pública que cubre y absorbe distintas demandas sociales y populares, que abre así una etapa de inclusión social y que da la percepción a la sociedad de un Estado que está con las mayorías, que no está defendiendo intereses particulares.

Esto impregna la acción del aparato gubernamental conducido por Correa en un país muy fraccionado regionalmente entre la costa, la sierra o la amazonía, por ejemplo; también entre diferentes grupos como los montubios, los indígenas, los blancos, los mestizos, etc. Con este manejo de la heterogeneidad regional, identitaria y cultural, Correa recompone una acción pública que da la imagen de un proyecto nacional. Este me parece que es un factor fundamental, junto a un discurso soberanista radical.

La izquierda ecuatoriana aparece dividida entre la gubernamental y la opositora. ¿Cómo se ha dado este proceso y que consecuencias tiene?
Cuando irrumpe la Revolución Ciudadana, la izquierda sobre todo está ligada al movimiento indígena, que no se integra en Alianza País y va con candidaturas propias a las elecciones del 2006. Lo que sucede es que en el curso de la Asamblea Constituyente, toda la izquierda, desde la socialdemocracia hasta la izquierda maoísta o el movimiento indígena, así como muchísimos movimientos sociales, empujan a la Asamblea Constituyente a la aprobación de la nueva carta, aunque cada uno lo haga desde sus posiciones y, obviamente, con tensiones. Pero luego no existe una fusión dentro de la Revolución Ciudadana, como en cierta forma hubiese querido Correa y el movimiento Alianza País.

Lo que sucede al final de la Asamblea Constituyente es que las diferencias internas programáticas se acentúan, con diferentes visiones respecto del tema de la participación social, el tema del desarrollo minero y la explotación de los recursos naturales. Todos estos elementos van acelerando el desgaste y ampliando la distancia entre ambos polos. Correa cree que la dinámica de redistribución de la riqueza social abarca la dinámica del reconocimiento político y no presta demasiada atención a la interlocución con los actores sociales. Ellos también exacerban la confrontación y tildan a Correa de neoliberal. Mi impresión general es que se cierran las ventanas de interlocución política entre ambas fuerzas, lo que, más allá de las diferencias programáticas, que puedan ser normales y hasta necesarias, sitúa el problema en la falta de reconocimiento mutuo y en el consiguiente efecto de falta de diálogo político. Esto me parece que es una especie de freno general al proceso de cambio.

La reelección de Correa parece bastante probable. ¿Cuáles son los principales retos para los próximos cuatro años?
Aunque no está cerrado, es bastante probable que gane Correa, por lo que, a partir de ahora, hay dos grandes cuestiones. La primera es la transición productiva, que está en el centro del programa de Alianza País. Es el gran desafío. Se trata de esbozar un conjunto de políticas que permitan iniciar una transición para salir de la dependencia primario exportadora y del peso del extractivismo en la economía. El tema de la transformación productiva está muy ligado a la reforma universitaria y al impulso que le está dando el Gobierno a todo el tema de innovación, ciencia y tecnología, como un eje para articular ciertos factores de producción y ciertos talentos humanos necesarios para salir de una economía que, en rigor, es muy simple, no genera valor agregado, importa casi todo, etc.

En términos políticos, me parece que el reto es, precisamente, recomponer y reabrir las líneas de interlocución con diversos actores sociales, ampliar el diálogo político con las fuerzas populares y progresistas del país. Si el triunfo es robusto, como los sondeos de opinión lo anuncian, me parece que hay condiciones para abrir una nueva etapa de discusión política con estos sectores que están distanciados del proceso de cambio, pero cuyo aporte es fundamental, aun si es crítico. O sobre todo si es crítico.

El proceso en Ecuador no es una isla en medio de la nada, sino que se enmarca en la dinámica existente en buena parte de América Latina. ¿Qué impacto ha tenido el proceso de cambio latinoamericano en Ecuador? Y viceversa, ¿cuál es el lugar de Ecuador y su Revolución Ciudadana en este proceso de cambio regional?
Correa rompió con el eje Washington-Bogotá y se trasladó rápidamente al eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires. Desde entonces, no solo ha sido un aliado, sino que ha cobrado muchísimo protagonismo en varios foros internacionales como en el impulso del ALBA y, sobre todo, en el impulso del Banco del Sur y del SUCRE. La nueva arquitectura financiera es prioritaria para Ecuador, puesto que no hay que olvidar que tenemos una economía dolarizada, con lo cual la política monetaria no existe. En el marco de un contexto regional de economías abiertas, esto supone jugar prácticamente con una pierna menos. Después, me parece que, a raíz de la salida del presidente Uribe y la llegada de Santos Colombia, el bloque sudamericano se ha consolidado, lo que se ha visto reflejado en la rebaja de las tensiones entre Ecuador y Colombia.

Me parece, sin embargo, que ahora hay una especie de incertidumbre estratégica en la región por la enfermedad de Chávez. Todos tienden a poner los ojos en Rafael Correa como un líder que puede tomar el relevo de la presencia de Chávez y, aunque Correa ya ha dicho que el líder venezolano es insustituible, parece que, si la transición política en Venezuela avanza, tendrá mayor protagonismo. Creo que la región está bastante madura en términos geopolíticos como para poder sobrepasar el efecto de la transición política dentro de la Revolución Bolivariana.