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Iruñea

Cronología de un escándalo

Desde que el pasado 15 de enero Irlanda anunciase el hallazgo de carne de caballo en hamburguesas de vacuno, el caso no ha hecho más que expandirse por el resto de Europa, mostrando el alcance generalizado de un caso al que resulta difícil, al menos de momento, encontrar una procedencia única.

Una porción de carne lista para ser analizada en un laboratorio alemán. (Johannes EISELE/AFP)
Una porción de carne lista para ser analizada en un laboratorio alemán. (Johannes EISELE/AFP)

Todo empezó cuando el pasado 15 de enero las autoridades irlandesas anunciaron haber encontrado restos de carne de caballo y cerdo en hamburguesas de carne de vacuno en cinco cadenas de supermercados del país. Algunos de los productos tenían hasta un 29% de carne de caballo que, según señalaron los irlandeses en un primer momento, provenía de Holanda o del Estado español. El Ministerio español de Agricultura negó al día siguiente que la carne procediese de mataderos del Estado, mientras que la Comisión Europea se apresuró a negar cualquier riesgo sanitario. Pero la rueda ya había empezado a girar.

En Euskal Herria el escándalo volvió a ser noticia el 29 de enero, cuando la OCU presentó un informe en el que acusaba a dos marcas de hamburguesas de contener trazas de caballo: Eran Alipende, cuyos productos se retiraron de los supermercados Ahorramás, y Eroski Basic, que negó inmediatamente la acusación y el 7 de febrero aportó un análisis para reafirmarse.

Pero en Europa también seguía el escándalo. El 5 de febrero, las autoridades irlandesas cambiaron su acusación y apuntaron a Polonia como foco de la contaminación. Tres días más tarde, el primer ministro británico calificó la investigación de prioritaria mientras, en el Estado francés, Findus retiraba del mercado tres productos elaborados con carne de caballo. Comigel, suministrador de Findus, acusó a la empresa Spanguero –propiedad de Lurberri– de haber vendido la materia prima contaminada, que a su vez se aprovisionaba en Rumanía. El 11 de febrero, el Gobierno de París acusó a Rumanía de fraude masivo.

En los siguientes días se produjo una cascada de exigencias por parte de diferentes administraciones: París propuso obligaciones de trazabilidad a los alimentos preparados en la UE, mientras Londres culpó a la normativa europea de todo el fraude y pidió controles de ADN sobre las carnes. A su vez, la UE convocó una reunión para abordar el tema, pidió analizar la carne de toda Europa y anunció duras penas para los manipuladores de la carne de caballo.

Las investigaciones y los casos encontrados se extendieron a Italia, Países Bajos, Bélgica, Austria, Noruega, Suecia y Finlandia, al tiempo que empresas como Lidl o Buitoni –marca de Nestlé– retiraron numerosos productos del mercado. En el Estado español, la noticia siguió sin ocupar grandes portadas, mientras Facua y la OCU acusaron al ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, de no investigar. Paralelamente, Gran Bretaña detuvo a tres personas vinculadas con una procesadora inglesa y un matadero francés y detectó fenilbutazona en seis caballos sacrificados, mientras que Holanda analizó hamburguesas que, según señalaron, podrían estar infectadas por la bacteria E. Colli. De estos dos extremos –que supondrían riesgos para la salud– nada más se sabe hasta el día de hoy.

Como último capítulo de una historia todavía sin cerrar, toneladas de productos con carne de caballo son lanzadas a la basura, pese a no demostrarse en ningún caso riesgo alguno para la salud.