@GARA_dlazkano
Donostia

Armas químicas, Salomón y el Armagedón

El macabro guión sigue su curso. La cuestión del uso de armas químicas en Siria suena ahora lejana, como todas las letanías, ahogada por los tambores de guerra que braman desde las grandes cancillerías occidentales. Y no porque sea un argumento necesariamente falso. O porque no vaya a ser utilizado como la excusa, la ultima ratio, para una operación militar contra el Gobierno de Damasco.

A estas alturas de la sangrienta película que se vive en el país árabe, tanto el régimen de al-Assad  como el contrarrégimen (o contrarregímenes) de los rebeldes armados han dado sobradas muestras de sus capacidades para cometer las peores masacres. La cuestión es ya simplemente de fe y de dónde se sitúa cada uno en esta suerte de disputa geopolítica falsa, en la que unos presentan a Damasco como la quintaesencia de la resistencia socialista árabe contra Israel y los otros sostienen que de ese magma de yihadistas sin escrúpulos y de politicastros prooccidentales sirios que se hacen llamar Consejo Nacional podría surgir algo que se asemeje a la libertad.

Y no es este un recurso salomónico. Otros son los que, emulando al «ultimo» rey de Israel (y salvaguardando los intereses de su actual representante en la tierra, el Estado sionista), decidieron hace tiempo que más valía una Siria partida por la mitad y desangrada en sus agudas contradicciones internas.

Los expertos auguran que la anunciada agresión militar extranjera contra el Gobierno sirio será «quirúrgica, de dos o tres días de duración y proporcionada». ¿Proporcionada a qué? ¿A las masacres diarias que sufre el país? Qué miedo. De ser ciertos estos anuncios, estaríamos ante un intento de las potencias occidentales de debilitar lo suficiente, nunca demasiado, al Ejército sirio, que vería así mermada su actual ventaja sobre unos rebeldes armados divididos y cada vez más denostados tanto al interior como en el exterior del país. Los misiles de crucero contra objetivos estratégicos sirios serían como una patada al balón hacia adelante. Que siga el juego y que los sirios se sigan matando entre sí, que mientras tanto Israel duerme tranquilo ante el eterno y sangriento empate de sus enemigos, de los unos y los otros.

Obama, atrapado por las críticas internas a su escasa «autoritas»,  podría asimismo conciliar un sueño reparador y autocomplaciente. El problema es que es muy delgada la línea que va del sueño a la pesadilla. Sobre eso le podrían ilustrar mucho los afganos y los iraquíes, unos fantasmas de los que se quiere desembarazar noche sí noche también.

Y es que, aunque le haya servido como argumento al que asiste para mantener su posición inmovilista, al-Assad tiene razón en una cosa. Echar una cerilla en esa zona es como conjurar al Diablo. Que se lo digan si no a los sirios que se atrevieron, hace dos largos años, a exigir reformas políticas en las calles de muchas ciudades. EEUU y sus aliados deberían pues tentarse la ropa si calibran una agresión de largo alcance que busque el derrocamiento por la fuerza extranjera del régimen. Dicen que todos los caminos llevan a Damasco. De ser cierto, habría que recordar que Damasco es hoy un infierno. El final de ese viaje es pues, meridianamente claro. Y quema.