Maider Iantzi
Donostia

Afecciones sicológicas a ambos lados de las rejas

Presos y familiares han recibido la sentencia de Estrasburgo como un gran alivio, pero con calma. Vienen escarmentados con una doctrina aplicada a veces incluso el día anterior a la excarcelación y que ha provocado mucho dolor. Lo explican las sicólogas de la asociación Jaiki Hadi y Etxerat.

Familiares y amigos se abrazan tras conocer la noticia. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)
Familiares y amigos se abrazan tras conocer la noticia. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)

Al abordar las afecciones sicológicas de la doctrina 197/2006, Oihana Barrios, sicóloga de Jaiki Hadi, diferencia tres fases. Cuando empezaron a aplicarla, nadie sabía muy bien qué era, qué consecuencias tendría, para quién... Existía bastante caos, y esta confusión tuvo una influencia más negativa en los presos y familiares. Todos estaban pendientes de si les tocaba o no, de si se lo dirían en el último momento... En ese primer impacto, lleno de confusión y ansiedad, cada uno hizo sus cálculos: tal vez me alarguen la condena cinco años, tal vez diez...

Luego, cuando vieron ya qué perfiles tomaban para aplicar la doctrina o no, los propios presos también lo asimilaron de otra manera.

«La influencia sicológica notable es que cuando están en la cárcel saben cuándo van a salir, saben el día. Y más o menos dos años antes, comienzan a cambiar el chip. Al igual que cuando deben adecuarse a la prisión y mentalizarse de que se encuentran en otro mundo, antes de salir realizan un cambio de mentalidad y empiezan a situarse en la calle: qué van a hacer, cómo encontrarán a la familia, el trabajo, la casa... Comienzan a soñar con la calle y su actitud va adecuándose poco a poco a lo que les vendrá».

La sicóloga explica que lo peor de la doctrina ha sido el modo en que la han aplicado. A algunas personas se la han notificado cuando tenían todos los paquetes listos para salir, en ese mismo instante. Eso supone un alto nivel de ansiedad. Requiere volver a mentalizarse para otro buen montón de años en prisión, incluso una década entera. Ese fue el caso del usurbildarra Ramón Uribe, el primero al que le aplicaron la doctrina tras la primera sentencia de Estrasburgo, a finales del año pasado. El ongi etorri ya convocado tuvo que reconvertirse en concentración de protesta.

Las personas presas comentan que les cuesta realizar ese nuevo cambio de chip, y mucho más si piensan en las familias. Ellos y ellas están dentro, conocen las medidas de excepción y sicológicamente están más preparados para asumirlas. Pero a una madre, desde fuera, le cuesta mucho más entenderlas. La mayor preocupación de los que están dentro es cómo tomarán los seres queridos la aplicación de la doctrina, ya que, tal y como expresa Nagore López de Luzuriaga, sicóloga de Etxerat, los sueños que se truncan también son de ellos. «Los familiares sienten, generalmente, una gran sensación de injusticia, de expectativas frustradas, y mucha rabia. Son muy claros los casos en los que hay niños de por medio, porque a esa niña o niño se le ha dicho: `Cuando cumplas 8 años, vendrá aitatxo'. Y es muy dificil explicar a un niño o a una persona mayor por qué, de un día para otro, eso no ocurre».

En la segunda fase, cuando se controlaba un poco cómo se aplicaría la medida de excepción, la mayoría de los presos fueron preparándose más sicológicamente, por lo que el nivel de ansiedad bajó. La asociación de profesionales de la salud Jaiki Hadi tiene una relación especial con ellos, les ofrecen pautas, técnicas de relajación... Además, dentro hablan mucho son muy conscientes de lo que puede ocurrir.

La tercera fase viene con las esperanzas que se abren al llegar los recursos a Estrasburgo. En las cárceles llevan años esperando el fallo que se produjo ayer y en ese tiempo algunos presos han empezado a tomar la aplicación de la doctrina de otra manera. A partir de ayer, probablemente ya se cuenten los días o semanas.

Más naturalidad

En Jaiki Hadi trabajan en este momento con 41 presos que necesitan ayuda sicológica. Las demandas aumentan año tras año, tanto por los alargamientos de las condenas como por otros factores como el aumento de la edad en las cárceles. Los presos cada vez son mayores por término medio y en consecuencia tienen más probabilidades de sufrir una enfermedad. La cantidad de años pasados en la cárcel también influye; el cuerpo y la mente se desgastan mucho más.

Por otra parte, los jóvenes recurren mucho más a este tipo de asistencia. En los mayores todavía hay un tabú. En cambio, los jóvenes ya no tienen ese concepto y recurren a estos profesionales con más naturalidad.

Los desórdenes neuróticos relacionados con la ansiedad y la depresión son los más habituales. «Cuando entras en la cárcel puedes organizar la vida de una manera: tomas una disciplina, empiezas a hacer deporte, te apuntas en unos estudios... Pero cuando pasan muchos años, las oportunidades se van agotando. Te trasladan y tienes que volver a empezar de cero, desarrollar otra vez las relaciones... Y, al final, ese cansancio se acumula. Con esa disminución de oportunidades, te conviertes un poco más solitario, no ves qué puedes hacer o qué puede motivar que estés bien dentro».

Barrios apunta que el propio sistema está diseñado para producir estos efectos: alejamiento, no poder estar con la familia, trabas a los vises... «Todos pasamos por momentos bajos, o pasa algo y tenemos más ansiedad... Fuera vamos a un terapeuta o a donde alguien con quien podemos hablar en confianza, o tenemos infinidad de amigos para tomar cafés y desahogarnos... Dentro tienen pocas opciones. Depende de las relaciones que tengan con los compañeros; tal vez no quieren desatar el nudo que llevan dentro con ellos, o no pueden. Tienen que acudir al médico o al sicólogo de la prisión y la confianza es muy limitada».

En Euskal Herria a los sicólogos de confianza les dejan solos con los presos y pueden hablar en euskara. Pero son muy pocos los prisioneros vascos que están aquí. En e resto del Estado quedan obligados a hablar en castellano y a grabar la conversación, y no pueden comentar cosas que no estén relacionadas con la salud. «Eso vulnera los derechos más básicos, ya que para hacer una buena terapia, el primer requisito es la confianza».

Otras enfermedades que aparecen con cierta frecuencia son las que tienen que ver con desórdenes sicóticos. Con estas personas el trabajo resulta mucho más difícil, puesto que necesitan tratamientos más especializados y que la ayuda sea más sico-social. No son suficientes un terapeuta y un buen tratamiento farmacológico; necesitan construir espacios sociales, sentir la protección de la familia, poder desarrollar una buena relación de pareja... y la prisión dificulta mucho todo ello.

Para finalizar, Oihana Barrios recalca que la noticia que llegó ayer desde Europa es excelente, pero que hay que intentar mantener la calma, ya que las excarcelaciones se pueden alargar en el tiempo y la impaciencia provoca más impotencia y más ansiedad. Aun y todo, como recuerda Nagore López de Luzuriaga, los familiares de los presos que tienen aplicada la doctrina generalmente son muy mayores, y hay prisa.

Para facilitar asistencia sicológica a los familiares, Etxerat presentó en su última asamblea nacional, a comienzos de este año, una propuesta concreta que se está desarrollando poco a poco. En la cita de 2012, les preguntaron a los allegados -mediante un cuestionario- si consideraban necesario que la asociación les ofreciera este tipo de ayuda. Se respondieron 145 encuestas, de las cuales el 95% contestaron que sí, un volumen clarificador. «Son experiencias duras y extremas, tanto a nivel individual, familiar y social como político. Son vivencias que hay que canalizar, descubrir para reconstruirse, compartir, entender, participar, vivir y recuperar el protagonismo social», recoge la planificación.