@zalduariz
BARCELONA

Corredor mediterráneo

El mismo día en que Fomento anunció la construcción de 1.000 nuevos kilómetros de TAV, el lobby que presiona a favor del corredor mediterráneo denunció que las obras llevan año y medio de retraso y que tan solo se ha construido un 10% de este eje ferroviario de mercancías clave para la conexión con Europa.

Vista aérea de unidades de tren de mercancias estacionadas. (Greg BLOMBERG)
Vista aérea de unidades de tren de mercancias estacionadas. (Greg BLOMBERG)

Imaginemos un tren de mercancías capaz de vertebrar los territorios en los que se concentra un 50% de la población de un Estado y más de un 55% de su PIB. Imaginemos que ese tren conecta, por un lado, con puertos marítimos capaces de absorber las mercancías que vienen de Asía y del Norte de África, y, por otro, con el corazón de Europa, fuente de la demanda de todas esas mercancías. E imaginemos por último que la Unión Europea pone parte del dinero para acondicionar dicha vía de tren porque la considera prioritaria. ¿Qué Estado diría que no a esta infraestructura? El español. ¿Y por qué? Porque ese tren no pasa por Madrid.

Puede sonar exagerado o incluso forzado, pero las evidencias aportadas por FERRMED, el lobby empresarial que presiona a favor del corredor ferroviario del Mediterráneo dejan en evidencia a un Gobierno español que, pese a asumir verbalmente (después de muchas reticencias) el eje mediterráneo como infraestructura prioritaria, sigue sin invertir lo necesario para que el proyecto avance, lo que implica ya un retraso en las obras de cerca de año y medio. Así lo denunció FERRMED el mismo día en el que la ministra de Fomento, Ana Pastor, anunciaba en una entrevista en ‘ABC’ 1.000 nuevos kilómetros de Tren de Alta Velocidad (TAV) para pasajeros, sean reales o ficticios.

Rebobinemos. El corredor del Mediterráneo es el nombre que recibe la ruta natural de transporte que recorre la costa mediterránea y que conecta con la columna vertebral europea a través de Lyon, en un corredor sin apenas montañas ni obstáculos que, según los cálculos europeos, debería unir Estocolmo y Algeciras en el año 2030. Una ruta que recibe el nombre de Gran eje ferroviario de mercancías Escandinavia-Rin-Ródano-Mediterráneo Occidental y que conectará las regiones en las que se concentra el 54% de la población de la UE y en las que se produce el 66% del PIB europeo. Un potencial que se multiplica en el caso de la costa mediterránea, que aspira a convertir puertos como los de Barcelona y València en la principal puerta de entrada a Europa de las mercancías asiáticas y del Norte de África. Algo que ahora no ocurre porque las empresas de trasporte que atraviesan el canal de Suez prefieren alargar tres días el viaje en barco y dar la vuelta al estrecho de Gibraltar para desembarcar en puertos atlánticos como el de Rotterdam. La causa no son los puertos mediterráneos, sino la falta de infraestructuras capaces de transportar grandes volúmenes de mercancías por tierra.

Y eso se debe a la desidia del Gobierno de Madrid, orgulloso heredero del nefasto diseño ferroviario de Isabel II en el siglo XIX, cuyo sistema radial y el singular ancho de vía siguen marcando la política de infraestructuras del Estado español. Basten como ejemplos los más de 100.000 millones de euros gastados en la red (también radial) del TAV y la apuesta por el corredor central como eje ferroviario de mercancías para unir Madrid con el Estado francés. Una apuesta que, para evitar el paso por Euskal Herria y por los Països Catalans, contemplaba un túnel de 40 kilómetros para atravesar los Pirineos.

Europa enmienda la plana a Madrid

Tuvo que ser la Comisión Europa la que en 2011 desechase este proyecto y diese prioridad al corredor mediterráneo, ofreciendo financiar hasta un 30% del coste de la infraestructura. Pero para eso, clara está, los estados tienen que hacer los deberes y a solo un mes de la primera gran asignación de fondos para el período 2015-2020, no está nada claro que el Gobierno español vaya a presentar los proyectos siguiendo el procedimiento establecido.

Este es uno de los miedos de FERRMED, el lobby que agrupa a empresas, cámaras de comercio y entidades a favor del corredor y que consiguió lo que en años anteriores parecía imposible: poner de acuerdo a los gobiernos autonómicos de Catalunya, País Valencià y Murcia. Un grupo de presión que representa básicamente a empresarios, no hace falta esconderlo, pero que aporta cifras que acercan el ferrocarril de mercancías a la economía productiva en la misma proporción en la que el TAV se aleja de dicha economía real.

En su último informe, el lobby denuncia que el corredor del Mediterráneo es el tramo más débil de todo el eje europeo, con tan solo un 10% de la infraestructura necesaria construida. Un porcentaje que llega al 0 en el tramo más meridional, en el que ni siquiera existe la vía de tren. Es por eso que desde este grupo de presión reclaman tanto al Estado español como al francés (el tramo entre Perpinyà y Nimes también está pendiente) un plan de actuación concreto que permita tener el corredor operativo, aunque sea bajo mínimos, para el año 2017. De poder se puede, pero como deja claro el secretario general de FERRMED, Joan Amorós, en la entrevista que acompaña a este reportaje, «es una cuestión política».