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El padre de la denunciante, militante jeltzale, desvincula al PNV del caso De Miguel

Juan Antonio Alberdi, militante jeltzale y padre de la denunciante de la trama De Miguel, integrada por destacados exdirigentes del PNV alavés, ha asegurado que esta formación política no tuvo «nada que ver» con esta presunta red de corrupción, y que los propios responsables del entramado le dijeron que este tema «no era cosa de partido, sino de personas».

Alfredo de Miguel (primero por la derecha) y otros imputados, en la primera sesión del juicio. (Jaizki FONTANEDA/ARGAZKI PRESS)
Alfredo de Miguel (primero por la derecha) y otros imputados, en la primera sesión del juicio. (Jaizki FONTANEDA/ARGAZKI PRESS)

El padre de Ainhoa Alberdi, la empresaria cuya denuncia ante la Fiscalía en diciembre de 2009 destapó la presunta red de corrupción que se juzga, ha testificado este miércoles ante el tribunal de la Audiencia Provincial de Araba.

Este empresario jubilado, que se dedicaba al sector urbanístico, ha explicado que conoció a Alfredo de Miguel por intermediación de Jon Iñaki Echaburu, otro de los 26 acusados en el juicio, que era socio de su hija en la empresa Urbanorma, a la que –según el escrito de acusación– se reclamó el pago de comisiones ilegales a cambio de la adjudicación de un contrato público para la ampliación del Parque Tecnológico de Miñano.

Juan Antonio Alberdi ha explicado que, a principios de 2009, De Miguel le llamó para concertar una cita, puesto que quería hablar con él porque le dijo que su hija «podía meterles en un lío». El encuentro con De Miguel se produjo en el Bar Clarete de Gasteiz, en el que el presunto líder de la red y ex diputado foral se presentó junto a Aitor Telleria, otro de los principales acusados y que, al igual que el primero, era un alto cargo del PNV de Araba.

«Podía meterles en un lío»

El padre de Ainhoa Alberdi ha asegurado que hasta entonces no conocía a Telleria, y que De Miguel se lo presentó en ese momento. Según ha explicado, en aquella comida le dijeron que su hija «tenía una deuda con ellos», que se derivaba de «un pacto que tenían con Echaburu», y que «podía meterles en un lío».

El testigo ha explicado que como «no tenía ni idea» de sobre qué le estaban hablando y como dedujo que había «algo raro», dijo a De Miguel y Telleria que hablaría con su hija y les emplazó a una nueva reunión para la semana siguiente. El empresario jubilado ha afirmado que cuando habló con su hija después de esta primera reunión, esta le dijo que «no se metiera».

El segundo encuentro de Juan Antonio Alberdi con ambos acusados se produjo en un restaurante de Sondika (Bizkaia). El testigo ha explicado que en aquella comida, preguntó a De Miguel y Telleria sobre la cuantía de la deuda que reclamaban a su hija, para ver «si se podía arreglar de alguna manera».

«Cosa de personas»

El padre de Ainhoa Alberdi ha afirmado que le dijeron que la deuda era de «entre cien mil y ‘cientoypicomil’». Entonces, según ha declarado, preguntó a De Miguel y Telleria si aquello «era cosa del partido», dado que «conocía su afiliación».

La respuesta de Alfredo de Miguel y Aitor Telleria, ha relatado, fue «que no», que era «cosa de personas», y le pidieron que se «olvidara» del asunto, porque «ya lo iban a arreglar» con su hija.

Juan Antonio Alberdi ha asegurado que cuando le dijeron la cantidad que reclamaban a su hija casi se «desmaya», y que cuándo preguntó a qué se debía «todo eran silencios».

En la sesión también ha comparecido Beatriz Vicinay, amiga y socia de Ainhoa Alberdi. El fiscal le ha preguntado si el dinero que se reclamaba por parte de Telleria y De Miguel se podía corresponder con una deuda en la que su anterior socio en la empresa Urbanorma, Jon Iñaki Echaburu, pudo haber incurrido con Kataia, una de las sociedades empleadas por los integrantes de la supuesta trama. «Para nada; era una comisión por haber sido adjudicataria de un trabajo».

Vicinay ha asegurado ha afirmado que como consecuencia de lo ocurrido sufrieron la «retirada» de algunos contratos que su empresa tenía suscritos con ciertas administraciones públicas porque ya no eran «bienvenidas».