@gara_rpascual
BILBO
Elkarrizketa
Bettina Cruz Velázquez
Activista mexicana, concejala del Concejo Indígena de Gobierno

«No llamamos a la gente a votar, sino a organizarse porque las cosas vienen muy mal para el país»

Desde que contaba apenas 13 años, la vida de Bettina Cruz Velázquez ha estado marcada por innumerables luchas. Pertenece al pueblo binni'zaa (zapoteco), que significa «gente de las nubes» y, además de defensora de la tierra, los derechos humanos y los derechos de los pueblos, es concejal del Concejo Indígena de Gobierno, integrado en el Congreso Nacional Indígena (CNI), donde confluyen los 66 pueblos indígenas que existen México.

Bettina Cruz, en Bilbo. (Aritz LOIOLA/FOKU)
Bettina Cruz, en Bilbo. (Aritz LOIOLA/FOKU)

Aprovechamos una visita a Euskal Herria en el marco de una gira más amplia para charlar con ella sobre las luchas medioambientales en las que está implicada en su tierra, en el Istmo de Tehuantepec (estado de Oaxaca, en el sur de México), pero también para tratar un tema ineludible, como son las elecciones presidenciales que se celebrarán en México el próximo 1 de julio, máxime cuando, por primera vez se ha impulsado la candidatura de una mujer indígena a la Presidencia.

Finalmente, el nombre de María de Jesús Patricio, Marichuy, no estará en la papeleta porque no logró los avales necesarios, pero, en este caso, sus impulsores valoran que lo importante no es la meta, sino el propio camino. De cara a esa cita electoral, el CNI ya ha comunicado que no «buscarán ni aceptarán ninguna alianza» con ningún partido o candidato. Es más, no darán consigna alguna. «Voten o no voten, organícense». Es el principal mensaje que transmitieron en una reciente comparecencia en Ciudad de México.

¿En qué contexto llega la cita electoral del 1 de julio?
En México hay un hartazgo de la gente: los asesinatos, los desaparecidos, la injusticia, los salarios, los feminicidios… Mucha gente piensa que por medio del voto puede cambiar las cosas, pero nosotros no creemos que así se pueda cambiar todo lo que está podrido en este país ni que ningún candidato represente un cambio radical. Hay propuestas para terminar con esta rabia, pero no para cambiar el sistema, que es a lo que nosotros aspiramos.

Si en un momento dado gana «ya sabes quién», como dirían en México, el candidato supuestamente de la izquierda [en referencia a Andrés Manuel López Obrador], no sé si el Gobierno priísta y los ricos del país puedan aceptar que no sea uno del PRI o del PAN el que llegue. Falta ver eso, porque en México es especialista en formas de fraude electoral. Puede que haya un gran fraude electoral y que después haya movilizaciones de gente que pensaba que iba a ganar este señor, pero no pensamos que eso sea lo que cambie la situación de México.

Nosotros apostamos por la organización, por la articulación desde abajo, por ir cambiando, si no la situación nacional, al menos ir cambiando nuestro entorno con nuestros tiempos y nuestras formas. Eso es importante y por eso estamos en el Congreso Nacional Indígena y por eso hicimos la propuesta de que Marichuy apareciera en la boleta con el fin de seguir visibilizando. Imagínese en ese debate en el que va a estar esta gente para no hablar de nada estuviera nuestra compañera para recordar que hay 43 desaparecidos, 130.000 muertos, que se están imponiendo grandes proyectos a los pueblos…

Ese es el trabajo que hicimos durante cuatro meses y finalmente no llegamos a recabar las firmas necesarias. Aunque hubo esa reforma electoral que dice que puede haber candidatos independientes, no es así. Por ejemplo, Margarita Zavala [exdiputada del PAN y ex primera dama durante la presidencia del PAN, aunque ha retirado su candidatura] no es independiente, es del PAN. ‘El Bronco’ [Jaime Rodríguez Calderón] no es independiente, es del PRI… A ellos, que lograron las firmas con falsificaciones y trampas, les dan el premio de aparecer en la boleta. Nuestra compañera Marichuy logró 300.000 firmas, que no se acercan, pero son firmas reales, sin trampa.

De las firmas de Marichuy, el 94% eran reales, mientras que, de las del resto, más del 50% no lo eran. ¡Gente que ha trabajado con trampas es candidata a la República! ¡Qué calidad moral si llegan a la Presidencia!

Además no tiene ninguna consecuencia falsificar las firmas…
Nada, no hay ninguna consecuencia. A esos los deberían meter en la cárcel y, en lugar de hacer eso, en México les dan la candidatura a la Presidencia de la República.

Desde la distancia, supuso una sorpresa que el EZLN y el CNI anunciaran que iban a impulsar una candidatura indígena a la Presidencia, pero a la vez costaba entender el planteamiento de que no se buscaba el poder. ¿Qué reflexión había detrás de ese paso?
Queremos el poder del pueblo, transformar las cosas desde abajo. ¿Para qué se impulsó la candidatura? Para poder visibilizar la lucha, para poder poner en esa plataforma el tema de la injusticia, de las muertes, de los feminicidios, de los pueblos indígenas, de los trabajadores, de la diversidad sexual… Queríamos abordar todos esos temas que se tratan de manera injusta en el país. No queríamos ese poder, porque no creemos en él, no creemos en los partidos.

También en México es difícil explicar el planteamiento. ¿Cómo que me pides la firma y luego no me pides ni que vaya a votar? Es que no queremos llegar allí, queremos llegar a ti, para que juntos transformemos la realidad.

Haciendo un balance, no obtuvimos el registro, pero esa primera parte fue importante. Se logró llegar a muchos pueblos, se escuchó a mucha gente que tiene problemas pero que no sabe cómo canalizarlos… Eso es lo importante.

Queremos construir ese México desde abajo y sabemos que si la mayoría del país, o por lo menos los pueblos indígenas, estamos dispuestos a hacerlo, vamos a organizarnos y vamos a presionar para conseguirlo.

El poder está podrido, no lo podemos cambiar. Es mejor desmontarlo y construir otro.

¿Esperaban esas reacciones machistas, racistas y clasistas que siguieron al anuncio de su iniciativa?
Un poco sí, pero no pensamos que llegarían a ese grado. México es un país racista, desde la época de la colonia se piensa que los pueblos indígenas no valemos solamente porque somos morenitos y más chaparritos. Si eso ha permeado y ha quedado hasta la fecha sobre los pueblos indígenas, imagínate sobre las mujeres.

Este sistema mundial está basado en la explotación también del trabajo femenino, en que las mujeres no podamos hacer más que estar en casa apoyando en la reproducción de la fuerza de trabajo del hombre para poder ser explotados. El tema era sacar a propósito a una mujer indígena para ver qué pasaba.

Nadie mejor que una mujer indígena puede saber qué pasa en México. Somos de las más desvaloradas, de las más oprimidas y no es que nos estemos victimizando. Eso es lo que pasa.

Hubo una virulenta reacción racista de la gente, diciendo que ahora sí se iba a limpiar la casa, porque la compañera, que es mujer e indígena, es experta en limpiar. Los empleos para indígenas son generalmente de trabajadoras domésticas. Preguntaban cómo una mujer iba a tener la capacidad de gobernar el país, ¡si tenemos ignorantes gobernándonos! Gente neófita que no sabe qué es lo que le duele a México.

Desde la izquierda partidista se les acusó de querer dividir el voto y ahora hay voces que piden a López Obrador que integre de alguna manera a Marichuy en su proyecto. ¿Qué opina?
Los partidos, y sobre todo el de «ya sabes quién», se fueron contra nosotros diciendo que estábamos dividiendo, que esta era una oportunidad histórica de cambiar el país. Y nosotros decíamos: «sí, es una oportunidad histórica, por eso estamos aquí».

No queríamos dividir el voto, ni siquiera estábamos llamando a votar. Estamos llamando a la gente a organizarse porque las cosas vienen muy mal para el país. Si no nos articulamos, si no nos concienciamos, nos va a agarrar la ola y nos va a llevar.

Y sobre la posibilidad de que integraran a la compañera Marichuy, no tenemos ningún interés. ¡Si ni siquiera queríamos la Presidencia, cómo vamos a querer ahora una Secretaría! Los pueblos indígenas no necesitamos una Secretaría, nosotros necesitamos nuestros derechos, que los Acuerdos de San Andrés estén en la Constitución para que, a partir de ahí, no seamos atacados en nuestro trabajo de crear espacios de autonomía.

Como ha dicho, el horizonte de esta candidatura no era, para nada, el 1 de julio. ¿Qué viene ahora?
Los partidos se van a detener el 1 de julio. Nosotros no. Nosotros continuamos. Nuestro horizonte es transformar el país a partir de la transformación de los espacios que podamos hacer los pueblos indígenas y otros sectores oprimidos de México.

¿Tiene algún parecido la gira que se hizo con Marichuy con La Otra Campaña que llevó a cabo el EZLN en 2006?
Se parecen en el sentido de que también fue un recorrido para invitar a la gente a participar en el contexto de unas elecciones.

Mejor dicho, ¿qué diferencia ambas iniciativas?
La diferencia es que ahora estamos proponiendo que los pueblos se unan en una estructura. Estamos planteando el Concejo Indígena de Gobierno, que sea el que gobierne México para ir generando cambios. Esa es la gran diferencia. Proponemos que compañeros de todos los pueblos indígenas de México se integren en una estructura, en la que queremos integrar también al resto de la población, y en la que trabajamos sobre nueve temas principales, como tierra y territorio, trabajo y explotación, diversidad sexual, autonomía, justicia, jóvenes…

Hay gente que está luchando en todos esos ámbitos y nosotros lo que estamos diciendo es que nos integremos, no solo los indígenas, sino toda la sociedad. Hagámoslo y hagámoslo juntos.

Esa es la diferencia fundamental, que estamos ya con una propuesta de estructura y de líneas de trabajo, pero también diciendo a cada quien que lo haga con sus tiempos y en sus formas.

¿Cree que esa gira ha sido fructífera?
Todavía nos estamos reuniendo. Nuestros tiempos no son los de los partidos y en este momento se está haciendo una consulta a nivel nacional con toda la gente que nos apoyó para que analice, reflexione, haga su valoración y, además, diga qué sigue. En general, creemos que es un balance positivo: logramos llegar, escuchar a mucha gente, generar una empatía… Hay jóvenes, sobre todo, que se movilizaron para recoger las firmas y ahora están pensando cómo organizarse y eso es muy importante.

¿Cómo ve el problema del narcotráfico, el crimen organizado y la falta de seguridad? ¿Cómo afecta a la vida y al desarrollo de las comunidades indígenas?
Tenemos lo que muchos denominan un narcogobierno, que está infiltrado en todas sus instancias por el narco: diputados, senadores… Hay como 21 gobernadores del PRI que están siendo investigados por estar trabajando o haber trabajado con el narco. Es una situación muy difícil. En México, tenemos más de 130.000 muertos y no hay una guerra declarada, más de 30.000 desaparecidos según las cifras oficiales, ahí están también los 43… Es terrible.

El hecho de que está problemática esté tan extendida y cada vez más agravada parece convertirla en irresoluble. ¿Qué se puede hacer para tratar de buscar una salida?
El analista Edgardo Buscaglia siempre ha dicho que si el Gobierno realmente tuviera la intención de acabar con el narcotráfico, debería quitarle el dinero, porque sabe dónde está. Sin eso, ya no pueden comprar armas, no tienen cómo moverse. Hay mucha gente dentro del narco y ellos saben quiénes son y dónde están, pero una de las primeras cosas que tendrían que hacer es inmovilizarlos mediante la congelación de sus recursos económicos.

Yo creo que sí hay solución, pero también es el mercado estadounidense el que cada vez pide más droga. La droga que pasa por México va a Estados Unidos y las armas de Estados Unidos son las que acaban en México. Eso también habría que controlarlo. Impiden el paso de la gente por la frontera, pero las drogas pasan y las armas también. Las armas con las que nos están asesinando vienen de Estados Unidos.

Por otro lado, usted está implicada en la lucha contra proyectos de energía eólica. Dar la cara en este tipo de cuestiones en un país como México tiene un alto coste personal usted misma ha pasado por prisión.
En 2012 fui encarcelada acusada de los cargos de privación ilegal de la libertad y contra el consumo y la riqueza nacional. Tras un proceso judicial de cuatro años, me absolvieron.

Por lo que sí, la lucha tiene estos costos: nuestra libertad, nuestra vida, nuestra tranquilidad, nuestra salud. Sin embargo, no tenemos otra opción, porque si no hacemos nada, nos van a quitar todo. Si nos despojan de lo que somos, es como si hubiéramos muerto.

El riesgo que conlleva su lucha llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a exigir al Estado mexicano, el pasado mes de enero, la adopción de medidas para garantizar su seguridad. ¿En qué se ha traducido?
Hasta ahora solo hemos tenido una reunión con Gobernación para platicar sobre el tema, pero no se ha traducido en ninguna acción en beneficio de mi seguridad.

No solo estamos en peligro de que nos encarcelen, también de que nos asesinen, porque los intereses que estamos tocando son muy fuertes, son de empresas gigantes como Iberdrola, Gamesa, Acciona, Peñoles, EDF, Enel, Vestas o Renovalia, muchas de las cuales tienen su base en el Reino de España.

También el Gobierno de México tiene un interés muy fuerte, porque en la última cumbre COP21, en París, se comprometió supuestamente a una transición energética en el país y a generar el 60% de la energía en unos años. Si va a hacerlo, tendrá que llegar a los territorios indígenas, porque es donde tenemos todavía tierras y donde se dan las condiciones para poder implementar esto, pero realmente no hay una transición energética.

En México, se produce energía eléctrica por medio de termoeléctricas (ciclo combinado), de hidroeléctricas, hay una planta nuclear también… y el Estado nunca ha dicho que va a suspender ninguna de estas plantas y sustituirlas por energía renovable. Únicamente es una posición para que parezca que se están haciendo cosas, pero en realidad no hay una intención de generar esa transición, ese cambio para favorecer el desaceleramiento del cambio climático.

La propia energía que se produce en plantas eólicas tampoco revierte en las comunidades indígenas…
Ni la energía ni el trabajo. Es decir, las empresas y el Gobierno llegan hablando de inversiones millonarias, por ejemplo, de proyectos de mil millones de dólares para la región, para Oaxaca… Pero si desglosamos esos mil millones, el 80% va a parar a la tecnología. Esa tecnología no la tenemos en México, entonces, ¿dónde crees que va a parar el 80% de esos mil millones? A los países donde se produce, es decir, a España, a Alemania, a Dinamarca… Ahí se queda el 80%.

Del resto, la mayor parte se va en los trabajos de instalación y ahí también llegan empresas de esos países, porque son ellas quienes conocen la tecnología y saben cómo van a construir esos parques.

Es más, hay algo terrible: las empresas se están negando a pagar los impuestos. ¡No pagan impuestos! 

En el municipio de Juchitán, donde hay instalados quince proyectos, deben la friolera de cerca de 5.000 millones de pesos [unos 216 millones de euros], porque desde que hace diez años pusieron el primer proyecto hasta la fecha no han pagado impuestos ni un solo año.

Lo que hacen es dar paliativos: les compran mochilas a los niños, han pavimentado 500 metros de un camino, han construido un campo deportivo…

Esa puede ser una manera de desincentivar los movimientos contrarios a esas infraestructuras…
Por supuesto, pero, además, hay algo perverso que también hacen. Cuando llegaron, a la gente le daban mil pesos [unos 45 euros] por firmar el contrato. A gente que no habla castellano y que no sabe leer ni escribir. Y un contrato es un contrato legal, es un acuerdo entre dos partes supuestamente iguales.

Para alguien que no tiene dinero, 1.000 pesos es mucho, pero desde que empezó la resistencia y el cuestionamiento hacia ellos, ya ofrecen 1.000, sino 10.000 pesos. Y hace poco, con el último proyecto, le dieron a la gente 100.000 pesos [casi 4.500 euros] por firmar el contrato.

Prefieren invertir en eso y asegurarse de que no van a tener ningún problema. Y lo hacen violando leyes como la Agraria, las leyes internacionales, como la de la consulta previa, libre e informada para el consentimiento. Todo eso lo violan y no pasa nada porque están de acuerdo con el Gobierno mexicano.

Como ha dicho, son empresas multinacionales poderosísimas. ¿Qué pueden hacer las comunidades indígenas en ese eterno David contra Goliat?
Es una lucha muy desigual. Las empresas tienen tanto dinero, tantos recursos para moverse, para poder convencer a la gente… y, además, tienen todo el apoyo del Gobierno. En México se han hecho leyes a propósito para proteger a esas empresas.

Somos chicos localmente, pero así como las empresas llegan de todos los países, también nosotros podemos expandirnos por medio de redes nacionales y apoyos internacionales. Tenemos que hacer que nuestra lucha sea también la de otros, porque nosotros luchamos allá contra empresas multinacionales y porque el impacto que están generando en nuestro territorio también es para todo el mundo.

El hecho de que estén destruyendo selvas y bosques, estén acabando con especies de animales y vegetales no es únicamente un impacto para la gente de la región. Se contamina más, se acelera el cambio climático… y eso no nos afecta solamente a nosotros.

Parece paradójico que la tenencia de esos recursos naturales que durante tanto tiempo han garantizado la supervivencia de los pueblos, sean ahora reclamo de empresas y que lleguen a amenazar su existencia…
No son los recursos los que nos amenazan, sino las empresas. Más que de recursos, nosotros hablamos de bienes naturales, porque cuando se les llama recursos ya son algo que se va a meter en el capital. Nosotros esos bienes no los usamos para vender, los usamos para nuestra propia vida.

El capital neoliberal está mercantilizándolo todo, todo. ¿Cómo íbamos a pensar que iba a haber una moda mundial de etnic fashion, con nuestra ropa étnica, con nuestros bordados? Lo hacen para sacar dinero, sin pedirnos permiso y sin que tengamos ningún beneficio.

Lo mismo ocurre, por ejemplo, con nuestros conocimientos sobre plantas, investigan para qué las usamos… Y ahora están mercantilizando el aire, lo están vendiendo. Para nosotros el aire es una deidad. Es la vida. El peligro son las empresas, la mercantilización de la vida, no nuestros bienes naturales. Los podemos compartir con el mundo, pero los tenemos que defender.

En el Estado español, existe el denominado impuesto al sol para quienes instalan placas solares con el fin de abastecerse de energía. Es delirante.
Parece de risa, ¿no? ¿Cómo le vas a poner un impuesto al sol, que sale para todos? ¿Cómo vas a mercantilizar el sol? Es de risa cómo el mercado se ha apropiado de todo lo que nos rodea y lo peor es que dejamos que pase. No nos damos cuenta de que nos están encerrando en un círculo del que quizás después no podremos salir, de que no nos dé la vida para tener tantos trabajos para pagarlo todo, porque nos quieren cobrar por todo. Tenemos que pelear por espacios libres. Hay cosas comunes, que no se venden y es importante recuperarlo.

No podemos dejar que las empresas y el capitalismo se apropien de la vida y, finalmente, eso es lo que nosotros estamos haciendo.

¿Cómo se transmite todo esto en las comunidades a las generaciones más jóvenes, quizás más susceptibles a ese individualismo imperante, a las nuevas tecnologías…? Buena pregunta. Es muy difícil. Quizás es algo que no hemos logrado tanto, pero, por ejemplo, en el movimiento en el que yo estoy hay jóvenes que están inyectando nuevas dinámicas. Están haciendo festivales de teatro, música, grafittis… Hay que dejarlos, porque de esa manera hay jóvenes que se están acercando. Hay jóvenes críticos que cantan rap en nuestra lengua, en zapoteco, y que hablan de estas problemáticas, de los parques eólicos… Hay que buscar formas en las que los jóvenes puedan sentirse identificados.